Es una enfermera auxiliar con gran vocación de servicio, tanto que, debido a la emergencia generada por la pandemia de coronavirus, quiso contribuir de otra manera para enfrentar la crisis, sumando su trabajo voluntario al taller de costura del Hospital Universitario Erasmo Meoz (Meoz), en Cúcuta.
Ella es Yeny Anteliz Contreras, de 38 años, quien cuida pacientes en el Huem desde hace 15 años, pero mucho antes de ejercer esta profesión fue confeccionista. Estudió cuatro niveles de alta costura y, cuando el centro médico convocó voluntarios, ella no dudó en aportar sus conocimientos.
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En esa área del Meoz, desde poco antes de comenzar la cuarentena nacional como medida para frenar la propagación de la COVID-19, hay una fuerte dinámica, porque allí fabrican batas, tapabocas, gorros y overoles para el personal de salud, con el fin de que cuente con los implementos de protección en la atención de contagiados.
“Con la pandemia estamos aquí, todos necesitamos de todos. El día anterior estuve fileteando y ahora estoy cortando los tapabocas. Esto es una ayuda para todos y lo hago por mi familia, porque no se sabe que pueda pasar”, expresó Contreras.
Taciturna, Contreras resaltó que en su hogar la situación es más compleja, dado que su esposo también está altamente expuesto al riesgo de infectarse, él es policía. Al principio, le dijo a su pareja que se fuera a casa de su madre, porque le daba temor contaminarlo por su trabajo en el hospital.
Sin embargo, luego de una conversación, el uniformado le hizo entender que de nada serviría irse a casa de su mamá, debido a que su trabajo policial lo obliga a estar en la calle y a tener contacto con los ciudadanos.
“Ya ese saludo amoroso no existe, los abrazos se evitan y cumplimos los protocolos de seguridad al regresar a la casa: nos quitamos los zapatos antes de entrar, nos lavamos las manos, nos aplicamos alcohol glicerinado, después no quitamos la ropa, la echamos de una vez a la lavadora y nos duchamos”, relató la enfermera.
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Yeny Contreras destacó que además le enseñó el correcto lavado de manos a su esposo. También en su lugar de trabajo sus hábitos han cambiado, por ejemplo, ya no se apoya de los pasamos o barandas al bajar o subir las escaleras y rampas, pues “nosotros mismos podemos prevenir el virus”.
“Me encomiendo mucho a Dios”
El temor está latente, por eso Yeny Contreras se aferra a Dios cada vez que sale de su vivienda, en Los Acacios, Los Patios, hacia al trabajo para cumplir con su deber en el piso 9 del Erasmo Meoz o en el área de quirófano.
“Antes de salir de la casa me encomiendo mucho a Dios…nada más, que nos proteja y nos cuide a todos…Yo pongo todo en manos de Él”, enfatizó.
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Sobre la reflexión que le deja la pandemia de COVID-19, la enfermera auxiliar afirmó que con esta situación queda claro que lo material no importa, que primero está la salud y hay que confiar en Dios.
Elizabeth Arango Amaya, encargada del área de costura del hospital de Cúcuta, precisó que antes de la crisis por la pandemia allí solo laboraban su compañera Graciela Soto y ella, pero ahora son hasta diez trabajadores, gracias al apoyo auxiliares de enfermería y de otras áreas.
En un día llegan a fabricar 100 overoles y 100 batas. Algunas empresas les han donado cierres y la tela quirúrgica.