Por sus propios medios Ángel Arsenio Rincón montó en su casa una escuela de formación musical.
El 'ángel' de Convención que promueve un canto por la paz
La jornada escolar termina y Ángel Arsenio Rincón García deja en el aula de clases los libros de lengua castellana para seguir con su rol de maestro en otro escenario: el patio de su casa en Convención.
Esta vez no hablará de literatos ni corregirá ortografía: la lección será más practica, y lo único que leerán sus estudiantes serán las notas musicales. Desde hace 11 años, el profesor, músico, compositor y cantante, le apostó a crear una escuela de formación musical en su hogar.
No tener recursos para alquilar un espacio para la naciente escuela hizo que aterrizara esta iniciativa en su casa convirtiendo una habitación como sala de grabación y su patio en un improvisado taller musical.
Como la casa no era tan grande empezó a llevar a sus alumnos por turnos bajo el pretexto de dictarles clases personalizadas. La iniciativa tuvo tanta acogida que le tocó inventarse una convocatoria de inscripción anual para no enredarse con tantos aprendices musicales.
Así fueron los inicios de lo que hoy en día llama la Fundación un Canto por la Paz, que busca, según Rincón, transformar corazones y realidades a través de la música. Está convencido de que el arte puede subsanar los corazones y las mentes de esta región tan golpeada por la guerra.
Aunque solo cuenta con un par de micrófonos, un computador obsoleto, amplificador, parlantes, consola y mezclador, para las grabaciones, su experiencia de más de 40 años en la escena musical lo respalda gracias a sus múltiples participaciones en agrupaciones, dúos, tríos, orquestas y hasta mariachis.
Rincón confiesa que se enamoró de la música a los 8 años cuando tocó por primera vez una guitarra. Dos años después empezó con el tiple, pasó por la flauta y a los 13 años cuando empezó a ejecutar el saxofón, hizo su primera incursión en la Banda Municipal de Convención.
Desde entonces, no ha parado de tocar ni de explotar nuevos instrumentos. Domina alrededor de 20, entre viento, cuerdas y percusión.
Con su modesta pero no improvisada escuela, Rincón busca rescatar y exaltar el talento musical de su región, sin recibir ningún tipo de honorarios. Su mayor gratificación es ver la alegría de sus estudiantes cuando se escuchan en un cd y empiezan a soñar con presentarse en escenarios nacionales.
“Mi trabajo es de corazón y convicción. Empecé en 2005 enseñándoles a mis hijas a cantar y me di cuenta que no podía ser egoísta y debía multiplicar mi enseñanza a mi alrededor”, explica con la vitalidad y energía que lo caracteriza.
Su misión musical no conoce de barreras y se ha internado en la zona rural de Convención en busca de nuevos talentos. En las veredas Capellanía y Cerro Gordo apadrinó y formó dos agrupaciones vallenatas campesinas, pese a que su fuerte son las rancheras.
Cada vez que llega a las veredas, fusiona la música con un sancocho, esa es su forma de llamar público para sus aprendices. Todos reunidos en torno al compartir comunitario disfrutan del improvisado concierto campesino.
Además de coordinar los coros y dar uno que otro consejo para tocar cualquier instrumento se divierte contando sus anécdotas musicales, y resalta, esta vez sin modestia alguna, que en 1991 fue elegido como el cantante del año en Norte de Santander.
Su labor no solo es enseñar, en varias ocasiones les ha facilitado su estudio musical a las agrupaciones campesinas para que graben sus sencillos, como todo lo que hace, también es gratis.
A la fecha, Rincón no ha recibido ayuda municipal para seguir adelante con su proyecto musical, sin embargo se las ha ingeniado para no desfallecer y seguir vigente así sea con las uñas.
Aunque la música es la principal protagonista en la vida del profesor Ángel Arsenio, la labor social está presente en todas sus acciones. El músico no tiene reparo alguno a la hora de pedir para los demás y gracias al apoyo de unos conocidos logra conseguir mercados para las familias más pobres.
“Este es un trabajo de sacrificios, que no conoce de descansos pero tiene muchas horas extras, pero es algo que me llena y me apasiona”, explica al tiempo que se prepara para volver al aula de clase.
La Opinión
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