Las ruinas de un parque infantil y dos enormes salones en desuso dan la bienvenida a El Minuto de Dios.

Aunque hace unos 20 años los vecinos celebraron el tener salón comunal, comedor infantil e Inspección de Policía a la vuelta de sus casas, hoy, estos mismos espacios están en el olvido.

El salón comunal, que tiene por lo menos 20 metros de fondo y amplios espacios está lleno de tierra. Años atrás era prestado para fiestas comunales. Hoy sirve para guardar chécheres.

Frente al salón comunal se alzó el comedor infantil, el cuál cerró sus puertas hace cinco años. Las bancas y mesas empolvadas son testigos del paso de los escolares.

Actualmente, este espacio es utilizado para validación de bachillerato los fines de semana y actividades recreativas del programa de Paz y Convivencia de Coldeportes, el único programa gubernamental que les recuerda a los vecinos del Minuto de Dios su título de Barrio Próspero.

En 2013, el barrio fue escogido como piloto del proyecto nacional Ciudades Prósperas para niños y adolescentes.

En ese entonces, la oportunidad de ser un barrio próspero, representó para la comunidad la esperanza de recuperar los espacios perdidos con el paso de los años.

La creación del Centro de Desarrollo Infantil (CDI) fue la bandera del proyecto, pero el comedor siguió cerrado y los niños tampoco consiguieron un espacio donde jugar y practicar deportes.

“Creíamos que un barrio próspero debía brindar las condiciones mínimas de bienestar para la comunidad, y solo logramos el CDI y un programa educativo y recreativo para los niños por un par de meses”, dijo Santiago Suárez, presidente de junta,

En este barrio, los niños no tienen donde practicar baloncesto. Una cancha de tierra es su único espacio deportivo.

Del parque infantil no quedan ni los recuerdos. María Chogo lleva 13 años viviendo en El Minuto de Dios y no ha podido disfrutar del parque.

Unos palos secos quedan de los columpios, y una estructura a punto de caerse le recuerda el quiosco comunal a los vecinos más antiguos.

Ni siquiera el encerramiento del parque se salvó del paso del tiempo y los invasores. Este año unas 50 familias se instalaron en el lugar y tumbaron lo que quedaba del parque para armar sus cambuches. La invasión solo duró tres días gracias a la intervención policial y comunitaria.

“Estamos gestionando la reconstrucción del parque infantil, porque un barrio próspero, debe tener por lo menos un espacio de este tipo”, dijo Suárez.