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Lunes, 5 Octubre 2015 - 8:06am

Lloran la muerte de ‘Megateo’

La Opinión estuvo en el Catatumbo, donde nadie se atreve a hablar sobre Víctor Ramón Navarro.

Luis Alfredo Estévez
Por las calles del corregimiento San José del Tarra están las marcas del Epl.
/ Foto: Luis Alfredo Estévez
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El ambiente es pesado. Por donde se pasa, la gente mira desconfiada y guarda silencio. En cada kilómetro que se recorre de las polvorientas vías del Catatumbo se siente la tensión y pareciera que entre la espesa vegetación se escondiera la incertidumbre.

Este es el ambiente que hoy se siente en buena parte de la región, especialmente entre La Playa de Belén, Hacarí, El Tarra y San Calixto, luego de conocerse la muerte de quien por cerca de 15 años fue el ‘rey de la coca’ en Norte de Santander: Víctor Ramón Navarro Serrano, alias Megateo.

Aunque nadie se atreve a hablar de cómo fue su muerte, en los rostros de los campesinos que viven entre los 18 kilómetros que hay entre el casco urbano de Hacarí y el corregimiento San José del Tarra, sitio donde fue neutralizado, se percibe la tristeza.

Según fuentes oficiales, muchos de los habitantes de estos municipios recibían del capo ayudas de todo tipo. De hecho, el éxito que tuvo para evadir en varias ocasiones las operaciones en su contra, se lo debía, según cuentan, a los pobladores, quienes lo defendían con su silencio y discreción.

Pero además, fue Megateo quien transformó la economía local, porque impuso entre los campesinos la siembra de hoja de coca, por la que pagaba altas sumas de dinero.

“Nos mataron al único que nos ayudaba. El que de verdad se acordaba de los pobres. El Catatumbo quedó a la deriva”, aseguró con sus ojos lloroso y la voz entre cortada, uno de los habitantes de esa zona rural de Hacarí.

Esa preocupación que expresa el hombre, responde a que buena parte de la economía de los campesinos de la zona, está basada en los cultivos ilícitos y era él, Víctor Ramón Navarro, quien cada tres meses les compraba las cosechas o los kilos de base que procesaban para luego convertirlos en cocaína pura.

Don Pedro Robles* es uno de esos labriegos que llora la muerte de quien fue considerado el segundo narcotraficante de Colombia. Según el anciano, ‘El Mono’, como también llamaban a Navarro, era quien les compraba la coca, bien fuera en hoja o en base. “Ahora no sabemos quién lo va hacer. Acá nos tocará esperar a que digan a ver, pero de eso depende nuestro sustento. Mientras tanto será sobrevivir con lo que tenemos o aguantar hambre”.

Los campesinos presumen que la producción de las fincas de la zona se mantendrá mientras se genera una reorganización de la estructura criminal que lideraba Megateo.

Sin embargo, las autoridades antinarcóticos consideran que, en menos de dos semanas, ‘Caracho’, comandante de la comisión de inteligencia del frente Libardo Mora Toro, será quien remplace a Megateo.

“Por ahora sabemos que ‘David León’, el número uno del Epl, es quien está dando órdenes directas. Todos esos bandidos están dolidos por el golpe que se les dio”, sostuvo una fuente judicial.

Y añadió: “sabemos que quien llegue a ocupar el cargo de Megateo no tendrá el mismo poder. Hasta dudamos que su misma gente le ‘copie’. Megateo tenía poder por el miedo que le tenían”.

Megateo dejó parque e iglesia

Pero mientras esto pasa, Víctor Ramón Navarro Serrano seguirá siendo un mito en el Catatumbo. Sus acciones perversas y de caridad quedaron grabadas entre las autoridades y muchos de los cerca de 290.000 habitantes de esta región del nororiente de Norte de Santander.

En el corregimiento San Antonio de la Vega (La Playa de Belén), lo recuerdan por sus regalos, donaciones y deslumbrantes fiestas con mujeres exuberantes y amigos.

Su poder era tal, que mandó a arreglar el único parque de esta población y en el centro de él puso una fuente de agua con su nombre grabado en bronce.

Además, la casa donde pasó muchos días y noches sobresalía entre el resto de residencias, así como las dos lujosas camionetas blindadas que mantenía fuera de ella y a la vista de todos.

Pero si en esta localidad Megateo dejó su huella, en el corregimiento San José del Tarra, zona rural de Hacarí, también lo hizo.

En el casco urbano de esta población, ubicado a tres minutos en carro del sitio donde murió, Navarro construyó la iglesia y para hacer saber que fue él quien puso el dinero, le mandó a poner en material metálico la M y una cruz, que hace alusión a su alias.

Pese a que fuentes allegadas al Epl aseguraron que Víctor Ramón fue quien mandó a construir el templo católico, el párroco lo negó y sostuvo que esa iglesia San José fue levantada con dinero de la comunidad.

“Él también mandó a pavimentar las calles del pueblo con concreto y placa huella, como se puede ver”, señaló un habitante de esa población.

Hoy sin duda la historia del Catatumbo es otra. Así lo ven los pobladores, quienes aseguran que Megateo marcó un antes y un después en la cotidianidad de la zona.

En ese mismo sentido se pronunció hace dos días el general Rodolfo Palomino, director nacional de la Policía: “Megateo era un criminal que incomodaba a la comunidad del Catatumbo y no gozaba de aceptación. Limitaba el tránsito por la región, a los establecimientos comerciales les impuso horarios de atención, prohibía el ingreso de personas extrañas, que resultaban ser familiares de los pobladores y restringía la realización de eventos masivos y públicos. En pocas palabras, limitó el modo de vida de los habitantes y acabó con la economía local, instauró violentamente, a través de miedo y terror, el negocio ilegal de la coca”.

 *Nombre cambiados por seguridad.

Destrucción, miedo y soledad

Totalmente destruido quedó el galpón donde la noche del jueves Víctor Ramón Navarro intentó refugiarse para defenderse del ataque que le estaban haciendo las fuerzas especiales de la Policía y el Ejército.

La Opinión pudo observar que por un diámetro de 200 metros a la redonda quedaron esparcidas las latas de zinc y las vigas que tenían ese sitio, donde la Policía asegura que Megateo tenía una fábrica de explosivos.

Ni los cultivos de plátano y cacao que escondían ese lugar se salvaron del ataque, pues muchas de esas plantas también resultaron quemadas.

Los habitantes de ese corregimiento San José del Tarra le contaron a La Opinión que el jueves, después de las 9 de la noche, comenzaron a escucharse las ráfagas de fusil y las explosiones.

“Eso fue terrible. El susto fue muy grande, sonaban disparos explosiones y los helicópteros sobrevolaban una y otra vez, también disparaban. Acá creímos que iban a acabar con el pueblo, pero gracias a Dios no fue así”, señaló un habitante de esa población.

Llegar hasta ese lugar que está a 18 kilómetros del casco urbano de Hacarí no es fácil porque es el fortín del frente Libardo Mora Toro, del reducto del Epl, y es custodiado por un centenar de guerrilleros, quienes hoy están en máxima alerta para atacar.

Por eso ese sitio donde Megateo pasó los últimos 15 días de su vida, hoy permanece solo y ningún poblador se acerca.

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