No todo está perdido en materia de activación económica para algunas zonas de frontera; la prueba son tres proyectos que poco a poco dejan resultados pero, sobre todo, la confianza de las comunidades en que ser inmigrantes o habitar una localidad limítrofe no es sinónimo de miseria.

Las iniciativas, relacionadas con la producción de café, cacao y calzado con poblaciones disímiles entre sí son solo algunos de los logros que espera consolidar el gobierno regional para una transformación real.

Juan Carlos Cortés, secretario departamental de Fronteras y Cooperación Internacional explica que Herrán y Ragonvalia son, desde 2015, zonas clave para la cooperación internacional, en donde los apoyos llegan con estímulos que van desde la entrega de fertilizantes hasta una secadora de café y una despulpadora de fruta, por parte de la Organización Internacional para las Migraciones.

“En ambas localidades también mejoró la productividad con la mano de obra de los colombianos retornados desde Venezuela y que hacían falta en el campo”, señala el funcionario.

^{La producción de calzado del pueblo Rrom, en Cúcuta, es uno de los proyectos más valiosos.}

En parte, la llegada de este renglón poblacional favoreció la recolección de café y mora en estos municipios y, en el caso del café, el respaldo de la Federación de Cafeteros también incide en la certificación de las fincas por sus buenas prácticas.

“Inicialmente, los retornados que llegaron al sur del departamento lo hicieron para trabajar en el campo, e incluso a Chitagá, que no es zona de frontera, arribaron casi 150 familias, de las cuales 20 son venezolanas y están en zona rural”, afirma Cortés. “Si llegan a grandes ciudades como Cúcuta encuentran dificultades, pero esperamos que se fortalezca esta alternativa para los migrantes en la producción agrícola y pecuaria”.

Manuel Duarte Orduz es uno de los beneficiados del proyecto de café y asegura que los aportes tienen a la gente “contenta, y esto ha redundado en un mejoramiento que esperamos se siga dando”.

Si bien reconoce que la condición actual no es de prosperidad plena, es esperanzador contar con el gobierno para industrializarse.

“En buena hora se vio por estos municipios, porque al igual que en el resto de la zona fronteriza se ha tenido problema de migración, que no es secreto”, dice, a la vez que reconoce que el fenómeno de ingreso de retornados y venezolanos es un reto, pero la mano de obra “de los hijos de Herrán, ha servido, y esa es una de las causas para que nos ayuden”.

^{El fortalecimiento del campo da opciones para inmigrantes y retornados.}

Agrega que aún necesitan “una manito” con los proyectos que presentaron recientemente ante la secretaría de Desarrollo Económico, aunque comprende que como son ideas de mediano y largo plazo, podrían tardar.

En el corto plazo, espera que se logre obtener el registro Invima para que su café pueda entrar a mercados de mayor alcance, en vista de que la producción se encuentra en unos 140 kilos mensuales, que se consumen principalmente en Herrán y Ragonvalia.

Otros satisfechos

Otro grupo beneficiado es el pueblo Rrom, liderado por Oswaldo y Fredi Mendoza, quienes lograron acercarse al gobierno y obtuvieron acompañamiento con maquinaria necesaria para fortalecer su trabajo tradicional: confección de ropa, en el caso de las mujeres, y elaboración de zapatos.

La Kumpania Cúcuta ya tiene una microempresa que mejora su actividad comercial para surtir no solo el mercado regional sino a las 11 kumpanias que existen en Colombia; para Oswaldo, “esos pasos que se dan sirven para pasar de empresa a industria”.

Sin embargo, reconoce que “entre más se crece, más cosas se necesitan” y para consolidar el oficio la comunidad aún requiere una troqueladora y una máquina para coser suelas.

“Queremos que la marca sea reconocida en Colombia, tener contratos con los almacenes”, anhela el líder, quien resalta que ahora sus mujeres pueden elaborar vestuarios para uso y venta, porque las modistas no satisfacen ni el gusto ni el estilo de su cultura tradicional.

Ahora, la expectativa es promover la marca AMERrom y la fábrica Rrom Sport, por el bienestar de la comunidad gitana que, sigue a la espera de que la alcaldía de Cúcuta se manifieste, para respaldar a las casi 180 personas que viven en la ciudad y que le hacen frente a la crisis fronteriza, dado que hasta hace poco se contaban unos 800 gitanos en la capital nortesantandereana. 

Los resultados, según Cortés, son considerados como un avance en el sentido de que ya se entiende que la cooperación no puede quedarse solo en asistencia humanitaria sino en apoyo e infraestructura para los colombianos con miras a que cuando pase la crisis, “de la dificultad quede algo positivo”.