La mayoría de reductores de velocidad en la ciudad se han convertido en 'peligros invisibles'.
Los reductores de velocidad que resolvieron por cuenta propia instalar los vecinos de la calle 15AN del barrio Cecilia Castro, en el norte de Cúcuta, en lugar de prevenir altas velocidades y accidentes, atentan contra la vida de los conductores.
Suena extraño, pero es así; las señales viales que se construyeron en este barrio ni conservan las medidas reglamentarias que estipula la norma ni reúnen los accesorios que adviertan a los conductores sobre su presencia en la vía.
Quienes han tenido que transitar por esa arteria vial calificaron los reductores de velocidad de ‘verdaderos adefesios’, que además atentan contra el rodamiento y suspensión de los carros.
Pero no solo en este apartado barrio de la capital nortesantandereana están presentes de manera irregular estas murallas quiebra llantas, que también son conocidas como ‘policías acostados’; como estos, hay en los más de 300 barrios del municipio en los que en un 75 por ciento se han instalado sin autorización de la Secretaría de Tránsito.
El secretario de este despacho municipal, José Luis Duarte, es el más alarmado por este fenómeno que se encuentra esparcido por toda la ciudad como si se tratara de una epidemia vial. “A la gente se le permitió desde años atrás proceder por su cuenta con la instalación de los reductores de velocidad, casi que por puro capricho, sin existir necesidad en la mayoría de los casos”.
No se ajustan a la norma
En una lista de más de cien conductores a los que La Opinión consultó sobre si consideraban útil y necesaria la presencia de ‘policías acostados’ en Cúcuta, 90 coincidieron en que no deberían existir.
Ellos se quejaron de que en una sola cuadra hay ubicados hasta cinco reductores de velocidad en calles muy estrechas, lo que además de obstaculizar el paso, provoca averías a los vehículos.
Un ejemplo de esta situación se presenta en las vías de las urbanizaciones Parques Residenciales y en la vía principal que conduce a la Loma de Bolívar, esta última donde el paso de tres cuadras es cruzado por 12 reductores.
Además, estos cuentan con alturas de más de 20 centímetros, cuando, de acuerdo al Manual de Señalización del Ministerio de Transporte, un reductor debe tener un máximo de diez centímetros de altura.
Asimismo, en la calle 9 Norte entre Los Libertadores y Avenida del Río, vecinos de las urbanizaciones que están en ese tramo esta semana terminaron de construir cinco reductores en tan solo cien metros. Diana Sánchez, residente del sector, calificó de “innecesarios” estos resaltos viales.
“El número de reductores es muy alto para un sendero que es poco transitado por carros y peatones”, dijo Sánchez.
Las autoridades de Tránsito no tienen una cifra exacta de la cantidad de ‘policías acostados’ que hay en las vías de Cúcuta, sin embargo, conductores del servicio público y particulares consultados calculan que puedan existir más de seis mil.
En el registro que la Secretaría de Tránsito tiene de los autorizados entre 2015 y 2016 el número asciende a 206 en barrios de todas las comunas de la ciudad.
En ese despacho no se conservan archivos de los reductores autorizados de 2015 hacia atrás, por lo que se presume que en su mayoría los que se construyeron no contaron con permiso.
“La gente tiene el pensamiento de que toda vía nueva tiene que tener reductores de velocidad, por aquello de que hay niños en la calle, pero no es así, las vías se hicieron para los carros y los parques y escenarios deportivos para que la gente acuda a divertirse o a descansar”, expresó el ingeniero de vías y transporte, Evaristo Quintana.
Los defensores
En el barrio San Eduardo, calle 15N con avenida 15E, la queja de los habitantes es que los reductores de velocidad en el sector son seguidos y muy altos.
Duarte explicó que los reductores de velocidad sólo los construye la Secretaría de Infraestructura, previo visto bueno de la Secretaría de Tránsito, y que deben estar en lugares donde haya alta confluencia de personas, como escuelas, jardines, Iglesias, hospitales, clínicas, escenarios deportivos, porque el propósito de estos es preservar la integridad de los niños y adultos mayores en las vías.
El funcionario dijo que la comunidad puede alertar sobre la existencia de reductores que consideren innecesarios para proceder a su erradicación.
Pero los ‘policías acostados’ también tienen sus defensores. Antonio Castro, vecino del barrio Sevilla, incluso considera que se necesitan más debido a la difícil situación en materia de movilidad que padecen las vías laterales de la avenida del mismo nombre.
“Aquí hay muchos accidentes. Además, algunos conductores se han tomado las calles del barrio para hacer ‘piques’, dijo, tras añadir que muchos habitantes sienten temor cuando sus hijos salen a la calle y por eso mandaron a hacer los reductores.
Lo mismo ocurrió en El Contento, donde 20 familias se unieron para construir los reductores que por más de diez años solicitaron a Tránsito, debido a las altas velocidades que desarrollan los carros y motos que circulan por sus calles.
Posiciones enfrentadas
En las consultas que hizo La Opinión con el gremio de conductores particulares y de servicio público, así como con motociclistas, el consenso de la mayoría es que la alcaldía debe impedir que se sigan construyendo reductores de velocidad en las calles de los barrios.
Otros los defienden y señalan que mientras exista imprudencia de los conductores al volante, su uso es más que necesario pero con las “condiciones adecuadas”.
Estas posiciones, frente a la de los vecinos de las calles donde se instalaron ‘policías acostados’, están enfrentadas. Estos últimos aseguran que de no ser por la presencia de estos reductores muchos accidentes y hasta muertos se llevarían contabilizados.
Eladio Vásquez, conductor de servicio público, reniega al decir que los reductores de velocidad en Cúcuta están sin pintar, lo que hace difícil su visualización, sobre todo en la noche. Esa percepción también la tiene Paula Santa, estudiante de derecho de la Universidad Libre, quien asegura que el deterioro los convierte en un peligro.
La vecina de La Loma de Bolívar, Ana Paula Nieto, dice que al principio hubo resistencia por los reductores que se instalaron en el barrio, ‘pero hoy todo mundo los agradece, porque los carros van a una velocidad moderada’.
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