Los gestos en el rostro del soldado profesional Gustavo Peña Díaz, uno de los 13 militares que resultaron heridos en el ataque del Eln, en la madrugada del pasado martes, cambian cada vez que recuerda los hechos. Su mirada se fija en el techo y no fluyen las palabras.
“No sé qué decirles (al Eln)”, comentó el uniformado, mientras seguía acostado en la cama número 24 de la sala de observación de urgencias de la clínica Medical Duarte, donde se recupera de las lesiones en su cara y el cuerpo, producto de la explosión.
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En su memoria tiene pocos recuerdos de los momentos posteriores luego de que miembros del frente Juan Fernando Porras Martínez activaran dos cargas explosivas a los costados de la carretera en la vereda El Empalme, zona rural de Tibú.
“Yo venía en la parte de atrás del primer camión, cuando escuché la explosión, ahí quedé como loco y cuando reaccioné, vi a mi curso (otro soldado) tendido en el suelo. Luego, me corrieron y me acostaron, de ahí no me acuerdo más”, dijo Peña.
Sin embargo, lo único que sigue intacto son las ganas de continuar portando el uniforme del Ejército y servirle a la institución.
“Me siento bien, un poco enfermo, pero bien y con moral para seguir en la institución”, dijo.
El soldado, oriundo de Florencia (Caquetá), agradeció la visita del general Ricardo Gómez Nieto, comandante del Ejército Nacional, porque según él, eso lo motiva a salir adelante.
Asimismo, espera con alegría la llegada de su mamá, a quien quiere abrazar, ahí, en medio de los demás enfermos y de sus otros compañeros heridos.
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“Ya hablé con el resto de mi familia que estaba preocupada, ya les dije que estoy bien”, aseguró el militar.
Dados de alta
Según se conoció, seis de los soldados heridos fueron dados de alta ayer por los médicos de la clínica Medical Duarte.
Uno permanece en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) y otro se recupera de una cirugía del fémur. Otros militares se reponen también del impacto sicológico que les causó el atentado.
Despedidos con honores
Este miércoles, en medio de honores militares fueron despedidos los cinco uniformados que murieron en la madrugada del martes.
“Ninguno era de Norte de Santander y dieron su vida por tener una mejor región”, dijo el general Jaime Carvajal, comandante de la Segunda División del Ejército.