Esta es la historia de Víctor Ramón Navarro Serrano, el narcotraficante de 38 años.
De humilde campesino a capo del narcotráfico
Víctor Ramón Navarro Serrano es un nombre que para muchos no significa nada.
Sin embargo, si a continuación de este, se escribe Megateo, la primera palabra que aparece en la memoria de quien lo está leyendo o escuchando, es cocaína.
Megateo es un narcotraficante de 38 años, nacido el 7 de octubre de 1976 en San Calixto (Norte de Santander), por el que las autoridades colombianas y estadounidenses ofrecían una recompensa de más de 15 mil millones de pesos, repartidos así: 5 millones de dólares los Estados Unidos y 2.500 millones de pesos el gobierno colombiano.
Después de la captura de Daniel ‘El Loco’ Barrera, en septiembre de 2012, en Venezuela, Megateo pasó a encabezar la deshonrosa lista del colombiano por cuya captura más dinero se ofrecía en el mundo.
Este hombre, de 1,70 metros de estatura, ojos verdes, cabello castaño oscuro con entradas pronunciadas, barriga abultada, un dedo mocho y una cicatriz producto de un tiro recibido en la pierna derecha, se había convertido en los últimos años en el dolor de cabeza de las autoridades del país.
De su familia se sabía poco. Uno de los detalles conocidos era que su padre residía en una vereda de Convención y tenía cuatro hermanos, tres hombres y una mujer. De los tres hombres, uno fue capturado en el 2008 por porte ilegal de armas, fuga de presos y falsedad en documento público. Ella, y otro hermano, se cree que son docentes.
Su infancia, según algunas personas que lo conocieron, transcurrió de manera normal. No era un alumno aplicado y a duras penas aprendió a leer y a escribir. Sin embargo, en su familia había un tío, integrante de la guerrilla, que lo llevó a unirse a la lucha insurgente desde muy joven.
Abandonados los estudios y la vida de labriego, optó por las armas, el poder, la coca y el oro, metal precioso del que hacía ostentación con gruesas cadenas, relojes, manillas y dijes extravagantes, como el de una pistola 9 milímetros.
Aficionado al oro, exhibía una gruesa cadena con un dije en forma de pistola nueve milímetros.
En su vida criminal, varios hechos marcaron duramente la historia de las autoridades que lo perseguían.
El primero de ellos ocurrió el 14 de agosto de 2005 cuando hombres bajo su mando atacaron una patrulla de la Policía de Ábrego en la vereda Pávez, que dejó como resultado 4 uniformados muertos. Ese día, además, Megateo se robó las armas que portaban los uniformados muertos.
El 20 de abril de 2006, Megateo ordenó el asesinato de 10 detectives del desaparecido DAS, 6 soldados y un informante que iban en su búsqueda. Los hechos se registraron en zona rural de Hacarí, en un punto entre Mesarrica y Astilleros.
Por este crimen, Megateo le entregó dos puchos de cocaína, un reloj de oro y 2 millones de pesos al detective del DAS Carlos Alberto Suárez Reyes, quien filtró la información de la operación en su contra al guerrillero. (Lea además: El Judas del DAS que ayudó a huir a 'Megateo')
Para este operativo, el DAS había logrado infiltrar la estructura de Megateo con uno de sus detectives a quien hizo pasar por vendedor de armas. El día de los hechos, se suponía que iban a intercambiar un cargamento de fusiles por 150 kilos de cocaína de alta pureza.
La operación había sido concebida meses antes y muy pocas personas sabían de ella. De hecho, solo un par de días antes los detectives que participarían de la misma fueron informados sobre la importancia de la persona que iban a capturar y los detalles sobre cómo se iba a llevar a cabo la operación.
Carlos Alberto Suárez Reyes, detective del DAS que conocía de la operación, iba en el camión blindado. Sin embargo, antes de llegar al punto donde fueron emboscados, fue bajado del mismo por orden de un superior y reemplazado por otro miembro de esa institución, sin que hasta el momento se haya podido establecer el por qué de este cambio de última hora.
La comisión iba acompañada por otros vehículos, que esperarían en un punto cercano al lugar donde se llevaría a cabo la captura de Megateo y un helicóptero que prestaría apoyo en caso de ser necesario. El éxito, por la minuciosidad con que se había concebido, estaba asegurado para la operación.
Fue quizás por la confianza que tenían en el buen desarrollo del operativo, que días después del cruento asalto, el entonces director del DAS, Andrés Peñate, confirmó la sospecha que desde el principio se contempló.
Ante la pregunta de por qué falló una misión que se creía secreta, Peñate respondió: “se rompió el secreto en algún punto”.
Dos años después, en julio de 2008, dos hombres pertenecientes al círculo más íntimo de su seguridad lograron drogarlo junto a uno de sus escoltas. Pretendían entregárselo al DAS a cambio de la recompensa que las autoridades colombianas ofrecían por su captura y que en ese entonces ascendía a 500 millones de pesos.
La entrega de Megateo y su escolta se dio a las afueras de Ocaña, donde dos detectives de esa institución los montaron en el platón de una camioneta con el fin de traerlos a Cúcuta.
Sin embargo, y dentro de lo que todavía se considera como un misterio, Megateo desapareció en algún punto de la vía que de Ocaña conduce a Cúcuta. Los detectives encargados de su custodia manifestaron en ese entonces que, al intentar recapturarlo, sus armas se habían encasquillado y no habían podido detenerlo cuando este se internó en la maleza.
Desde entonces, Megateo se dedicó única y exclusivamente al negocio del narcotráfico, dejando la confrontación armada con las autoridades a un grupo de hombres que se presentan como miembros del frente Libardo Mora Toro, de la casi desaparecida guerrilla del Ejército Popular de Liberación (Epl).
Megateo se había posicionado como el único que había logrado sentar en una misma mesa a narcotraficantes puros que operan en la región desde hace muchos años, comandantes de las bandas criminales que ocuparon los espacios dejados por los paramilitares luego de su desmovilización en el 2004 y miembros de la guerrilla de las Farc y el Eln que tienen como zona de incidencia los municipios del Catatumbo.
En la articulación lograda por Megateo de todos estos actores armados en torno al negocio del narcotráfico, las autoridades establecieron que era a la guerrilla (Farc, Eln y Epl) la que le correspondía sembrar y custodiar los cultivos de coca en el Catatumbo.
La conversión a base de coca seguía corriendo por cuenta de la guerrilla en laboratorios de su propiedad, anclados en lo alto de las montañas y las profundidades de la selva del Catatumbo.
Una vez obtenida la base de coca, las bandas criminales son quienes la trasladan hasta los cristalizaderos que los narcos han instalado en la zona conocida como ‘La Finca’ y que comprende la línea limítrofe con Venezuela desde El Salado (Cúcuta) hasta Puerto Santander.
La cocaína tipo exportación, producida en estos cristalizaderos, se entrega a los narcotraficantes, quienes logran, a través de las rutas preestablecidas, ponerla en el exterior.
Según el coronel Marcos Pinto, comandante de la Brigada 30 del Ejército, en los últimos meses Megateo había logrado establecer contacto con algunos narcos mexicanos que, instalados en Venezuela, buscaban tener acceso a la droga que este les vendía, de una forma directa, sin la mediación de las bandas criminales o de los narcos asentados en la zona.
“Tenemos conocimiento por inteligencia de que algunos mexicanos trabajan de la mano con las bandas criminales en la zona de frontera, pero no sabemos con exactitud cuántos son ni a qué organización pertenecen”, sostuvo el oficial en una reciente entrevista con La Opinión.
Megateo, el narcotraficante que olvidó los ideales guerrilleros por los lujos que le daban la comercialización de la cocaína, gozaba de gran aprecio entre la comunidad de los municipios de La Playa de Belén, El Tarra, Hacarí y San Calixto, por donde se movía con gran facilidad.
Los seguimientos realizados por las autoridades durante los últimos años, permitieron identificar varios puntos claves por los que Megateo se movía. Algunos de estos fueron los corregimientos de Capitán Largo, de Ábrego; La Vega de San Antonio y Aspasica ,de La Playa; San Juan, de San Calixto; y las veredas Las Palmas, San José del Tarra y La Mesa, de Hacarí.
400.000 volantes como este fueron tirados en el Catatumbo desde varios helicópteros de la Policía.
Desconfiado y con una gran capacidad corruptora, Megateo se jactaba de tener ‘amigos’ en las fuerzas armadas que le filtraban la información sobre las operaciones en su contra.
Por esta razón, había optado por movilizarse solo con 4 escoltas, portando consigo una pistola Pietro Beretta calibre 9 milímetros con 3 proveedores, dos granadas de mano, un celular y un radio 2 metros. Casi siempre andaba en motos de alto cilindraje, aunque también gustaba de las camionetas de alta gama.
Algunos desmovilizados dijeron que bebía mucho, era mujeriego y organizaba fiestas con regularidad, a las que invitaba prostitutas que mandaba a buscar con sus escoltas.
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