Iván Bustos le pesa haber confiado en las entidades que le dijeron que pasara por la frontera sus 11 animales.
Deportado sigue en espera de que le devuelvan sus vacas
De oficina en oficina, visitando a los funcionarios de la Dian, del ICA, de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo..., pasa los días Iván Enrique Bustos Sosa, el campesino que pasó de ser un deportado a ser señalado contrabandista por el Gobierno colombiano.
Evidentemente afectado por el decomiso de sus vacas, el 11 de septiembre, Bustos se agita cada vez que toca las puertas de los directores de las entidades mencionadas y no consigue una sola noticia de sus animales. Dice que no puede dormir pensando en cómo recuperarlos.
Incluso, sueña con devolver el tiempo y nunca haber confiado en las entidades que le dijeron que era seguro cruzar de Cúcuta a Los Vados (Los Patios) con sus animales.
Tampoco desea haber confiado en la Unidad para la Gestión del Riesgo, en el ICA y en otras entidades en las que se censó como repatriado y a las que les contó la necesidad de que tenía de traer al país 11 vacas: 9 venezolanas y dos colombianas.
Piensa que si quizás las hubiera pasado a escondidas, como miles lo hicieron con sus animales en la emergencia social, no se las hubieran quitado.
—Me da rabia que me traten como un estúpido. Me quitaron mis vacas, mi único patrimonio y sigo esperando mis animales— repite.
Parece que ya fuera una frase de cajón, pero es la realidad que vive Bustos Sosa, el único repatriado al que no se le ha cumplido una solución. El único colombiano expulsado de Venezuela que fue revictimizado por sus propias autoridades.
En su rostro se nota la impotencia, el descontento social y la irónica enseñanza que le ha dejado la sociedad y el Estado colombiano.
—A veces ser honesto no paga. A los honestos nos tratan peor que a los bandidos—, reclama.
Se persigna cada vez que entra a las entidades de gobierno, como tratando de pedirle al cielo lo que no le da el hombre.
Ayer Bustos se paseó por las oficinas del ICA y por la Dian de Cúcuta, entidades en las cuales guarda la esperanza de que se las devuelvan. Nadie lo atendió. Lo grave es que los terneros de esas vacas están muriendo de hambre.
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