Miledi Torres vivía en San Cristóbal, pero según cuenta, la situación que se vive en Venezuela la obligó a tomar el camino que ya habían recorrido sus nueve hermanos desde hace dos años: venirse para Cúcuta.
Lleva 15 días en la ciudad, en busca de empleo, pero hasta el momento no ha podido encontrar nada. Vive en casa de una hermana con sus cuatro hijos. Dice que conseguir para los alimentos ha sido lo más difícil que ha tenido que pasar desde que llegó.
Por eso, al escuchar que en el comedor de la parroquia católica Nuestra Señora de Los Dolores, en Camilo Daza, regalaban el almuerzo y les prestaban atención, no dudó en ir.
Este jueves mientras compartía con sus hijos el almuerzo (arroz, lenteja y pollo), recordaba que los últimos días en el vecino país, donde tenía una vida hecha, tuvo que comer solo conchas de papas.
Y es que así como esta familia, otras 264 se han asentado es los barrios pobres de las comunas 7 y 8, razón por la que se ha habilitado una oficina llamada Centro de Atención a la Familia Migrante, liderada por la comunidad religiosa Scalabriniana.
“La llegada de familias con muchos niños aumenta todos los días, y es que así como muchos vienen de paso, otros tantos se quedan en la ciudad y no tienen con qué comer”, manifestó el sacerdote católico Alfredo Mosquera.
Además del almuerzo, este Centro también los orienta en la ruta de atención que deben seguir mientras permanecen en el país como extranjeros. Así mismo les presta atención espiritual.
“Estamos muy contentos con la solidaridad que han tenido”, asegura Roxana Pérez, de 15 años, con su hijo de dos meses en brazos.
Dice que llegó hace cuatro meses junto a otros 15 familiares en busca de una mejor calidad de vida. Recorrió 24 horas en carro para llegar hasta la frontera. Vive en una casa prestada que ya le pidieron, pero mantiene la fe de que su suerte cambie.
El sacerdote pidió a las autoridades llevar brigadas de atención a estos barrios.