Contrario a lo que sucede en capitales como Bucaramanga, Medellín, Cali o Barranquilla, donde los parques están destinados exclusivamente para el descanso y la recreación de la gente, además de que son protegidos y preservados de todo tipo de atentados, en Cúcuta están destinados a la venta de comidas.

Son verdaderas plazoletas de alimentos las que se han formado en los últimos años, en las que se ofrecen desde asados al aire libre, helados, hayacas, buñuelos, pizzas, hamburguesas, perros calientes, avena, masato, limonada y hasta el plato típico de Cúcuta, el mute y los pasteles.

Todo esto ante la mirada cómplice de la Policía y la Alcaldía, que no se inmutan ante las atrocidades que se cometen a diario en los parques contra el espacio público por un ejército de restauranteros que hasta cocinas y asaderos tienen instalados en los predios donde antes iban a jugar los niños.

Ningún parque se salva de la invasión de las cocinas, ni tampoco a la vista hay planes de desalojo por parte de la alcaldía, denunciaron vecinos de parques invadidos hasta las canchas por las ventas de comida, como los de Ceiba, Acacios, Guaimaral, Los Fundadores, Puente Barco, Santander, Lineal, Colón, Mercedes Ábrego, Antonia Santos, Juana Rangel de Cuéllar, entre otros de en el valle de la ciudad.

En Ceiba, por ejemplo, los vecinos denunciaron que a diario se sienten asfixiados por el humo que se desprende de las cocinas y los asadores de carne y ventas de chorizos en los tres parques que hay en el sector.

Allí el parque principal se encuentra invadido desde hace más de cinco años por una venta de hamburguesas que dispone de los predios del parque para instalar sus mesas y sillas, sin importar que a los niños no les quede espacio para jugar.

También allí en el sector de los murales todo el espacio público está invadido por las ventas de Hayacas y pasteles.

Una situación similar o peor se produce en el parque Los Acacios, donde el lugar es convertido los fines de semana en restaurante.

“Casi el 80 por ciento del territorio de recreación es invadido por mesas, sillas, fogones de leña y por parrillas con carbones en las que se preparan asados al aire libre”, denunciaron los vecinos.

Los niños allí se quejaron porque no pueden usar el parque los sábados ni los domingos, justo cuando se encuentran de descanso del colegio.

En Los Acacios los vecinos dicen que se ven obligados a soportar la contaminación del humo desde las siete de la mañana que empieza la invasión hasta pasadas las 4 de la tarde. “Todo dentro de nuestras casas huele a leña quemada”, dijo José Horacio Londoño, uno de los afectados.

No muy lejos de aquí, en Ceiba II, el parque es un festival de comidas a diario. No le cabe una venta callejera más. Hay desde asaderos de carne a la brasa hasta pizzerías, cabinas de venta de minutos celular hasta casetas para vender trago, todo esto entremezclado en las canchas donde van a jugar  los niños.

Los vecinos del parque dicen que lo perdieron hace rato y que ya no se le puede llamar un sitio de diversión ni ir allí a descansar ni a relajarse, porque hasta inseguro se volvió con tanta presencia de extraños, sobre todo en horas de la noche, dice Ana Dolores González, madre de dos hijos de 5 y 12 años.

Colindando con este sector están los parques de Guaimaral y Prados Norte, donde también pululan las ventas de comida sobre el espacio público.

El abuso más protuberante de esta descarada invasión se puede observar a lo largo de 400 metros de la avenida cuarta en este último sector, donde funcionan ventas de comida rápida, pasteles, llantas, talleres de mecánica, misceláneas, todo a lado y lado de la vía.

Ni los separadores de las calles se salvan del abuso en Prados Norte.

El parque de la urbanización Zulima, sobre la avenida Guaimaral, está invadido por una venta de comida que funciona allí con pipetas de gas, asadores, mesas, sillas, todo junto a los juegos infantiles.

“Se imagina si llega a presentarse un incendio o a darse una fuga de gas ¿qué pasaría con tanto niño jugando alrededor de esa venta?”, se preguntó José Elías Puerto, un vecino del lugar.

El fenómeno de convertir los parques en restaurantes al aire libre también se da en Zulima, Ciudad Jardín, San Eduardo, Antonia Santos, Claret, La Cabrera, Plaza de Banderas y la Cancha Los Copetes.

Lo grave del caso es que esta proliferación de alimentos al aire libre se hace a diario en condiciones antihigiénicas, exponiendo al riesgo la salud de las personas, denunció José Fernández, un líder comunal de Ceiba.

Hablan las autoridades

La Secretaria de Salud del municipio, respondió que sí se está vigilando y controlando este tipo de actividad en el espacio público y que fruto de ello son los decomisos de más de 60 carretas y elementos para preparar alimentos que se llevaron a cabo el mes pasado en el centro.

Al ser indagado sobre la ausencia de controles para garantizar el espacio público a los ciudadanos en los parques, el secretario de Gobierno, Oscar Gerardino anunció que están en marcha diligencias de desalojo en varios de estos lugares en Ceiba y Guaimaral.

Recordó que las ventas de gasolina no pueden estar en parques ni cerca de escuelas ni puestos de salud.

Con relación a lo que sucede en el parque Nicolás Colmenares (Ceiba) con la venta de hamburguesas, se dijo que hay un convenio vigente de concesión hasta el 02 de enero de 2016 con el responsable del negocio, Juan Carlos Prada, y él en contraprestación debe velar por el cuidado y conservación del lugar.

No obstante esto, vecinos del sector denunciaron que este negocio acapara casi todo el territorio del parque.

Otro convenio vigente es el que administra la Corporación Parque de Los Niños de Ceiba II, el cual está vigente hasta el 4 de septiembre de 2017.

Son en total 12 concesiones para emplear el espacio público para negocios en igual número de espacios públicos de la ciudad las que están vigentes, algunas de ellas hasta el año 2018.

También son bombas de gasolina

Además de plazoletas de comidas,  muchos parques de la ciudad, en especial los ubicados en el occidente y oriente, en las ciudadelas Juan Atalaya y La Libertad, están invadidos por las ventas de gasolina en pimpina, lo que los convierte en verdaderas bombas de tiempo que ponen en peligro la vida de las comunidades.

Juan José Sánchez, de 35 años, padre de tres hijos menores de edad, denunció que el parque de Ceiba I, contiguo al canal Bogotá, se encuentra invadido por ventas de combustible desde hace más de cinco años.

Por este motivo –añade – hace rato sus hijos no disfrutan el parque debido al riesgo que se corre jugar al lado de pimpinas de gasolina.

“Los pimpineros se adueñaron del parque de manera descarada, sin pedir permiso a nadie y sin que nadie les opusiera resistencia”, dice Jaimes.

Lo mismo ocurre en los parques de Las Américas, Cúcuta 75, Alfonso López y Prados del Este, donde los pimpineros acomodaron su negocio en el espacio público.

Orlando Carvajal | orlando.carvajal@laopinion.com.co