Además de ser polinizadoras de cultivos, también permiten la existencia de plantas silvestres.
¿Cómo producir alimentos sin acabar con la diversidad de abejas?
Por: Thelma Gómez Durán / Mongabay Latam
¿Cuántas especies de abejas conoce? Tan solo en la Península de Yucatán, en el sureste de México, es posible encontrar 200 diferentes tipos de abejas. La mayoría son solitarias, otras forman colonias por temporadas. Algunas hacen sus nidos bajo el suelo. Hay otras que no tienen aguijón y también aquellas que no producen miel. Esta diversidad corre el riesgo de perderse si continúa la expansión de la agricultura intensiva.
Un estudio hecho en el municipio de Hopelchén, Campeche, y cuyos resultados se publicaron en agosto pasado en Biological Conservation -una de las revistas científicas con mayor prestigio en temas de conservación de la biodiversidad- aporta más elementos para señalar que los sistemas agrícolas intensivos, aquellos que apuestan por un solo cultivo y que dependen del uso de agroquímicos, son un gran riesgo para los polinizadores y, en especial, para garantizar el futuro de muchas especies de abejas y, por lo tanto, de la biodiversidad del planeta.
Otros estudios hechos en climas templados -Estados Unidos y Europa- ya habían alertado de los impactos de la agricultura intensiva en los polinizadores. La investigación efectuada en Hopelchén, Campeche, es una de las primeras que se hace en el trópico, región que cuenta con una gran diversidad de abejas silvestres. Tan solo en México se calcula que existen más de 2.000 especies.
Comparativo de las especies de abejas recolectadas en parcelas con sistemas tradicionales y en campos de monocultivos. Foto: Marco Girón
Más agricultura intensiva, menos abejas
La investigación consistió en estudiar el impacto que tienen tres diferentes sistemas agrícolas en la diversidad de las abejas, explica en entrevista Eric Vides Borrell, uno de los autores del estudio y colaborador del Laboratorio de Abejas del Departamento Agricultura, Sociedad y Ambiente del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur).
Los tres sistemas agrícolas seleccionados fueron: parcelas donde se practica el cultivo tradicional de baja intensidad, zonas de pastoreo y campos dedicados al monocultivo, en donde hay un uso intensivo de agroquímicos. En cada uno de ellos también se tomaron en cuenta las características del paisaje que había alrededor.
Fue así que se eligieron 18 lugares para el trabajo de campo: siete parcelas donde se cultiva maíz, calabaza y frijol (policultivos), y que están rodeadas de una zona forestal cuidada; cuatro parcelas de potreros y siete campos de monocultivos de soya, sorgo y maíz. Ahí se recolectaron las abejas en tres diferentes momentos del año: septiembre, enero y mayo.
En total se recolectaron 1.451 ejemplares de abejas, de 127 especies diferentes, pertenecientes a cinco familias y 44 géneros. Para la mayoría de las especies identificadas (57%), se tenían menos de cinco especímenes. Solo siete especies estuvieron altamente representadas con más de 50 ejemplares. Los taxónomos Philippe Sagot y Jorge Mérida hicieron la identificación de las especies en el Laboratorio Taxonómico de Abejas del Ecosur.
Los científicos documentaron que en aquellas parcelas donde se practica la agricultura tradicional, y que están rodeadas de árboles de diferentes edades, se recolectaron un total de 125 especies diferentes de abejas.
En las zonas de potreros, los investigadores recolectaron 86 especies. Y en los campos donde se hace la agricultura intensiva de soya, sorgo o maíz, además de un paisaje con una alta deforestación, solo se hallaron 56 especies de abejas. Los hallazgos de la investigación muestran que “casi la mitad de las abejas se pueden perder si se pasa de una agricultura tradicional a un modelo de alta intensidad”, resalta Vides Borrell.
Los lugares en donde hay una agricultura intensiva no ofrecen “un contexto agroecológico apropiado para la conservación de la diversidad de las abejas, en particular por la falta de sitios de anidación y de recursos para su alimentación, así como la exposición a plaguicidas”.
En cambio, los sistemas que utilizan técnicas de cultivo tradicionales “son la mejor manera de preservar la mayor diversidad de abejas”, se destaca en el estudio, en el que también participaron Luciana Porter (del Instituto de Ecología de Xalapa, Veracruz), Pierre Gasselin (de la Universidad de Montpellier), Raúl Vaca (del Conacyt), Javier Valle-Mora (El Colegio de la Frontera Sur), Rémy Vandame y Bruce G. Ferguson (de Ecosur).
La nota completa puede ser leída en: https://bit.ly/2ty66AC
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