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Domingo, 4 Noviembre 2012 - 9:26am

“Soy una sobreviviente de cáncer de seno”

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Rosa Irma Rodríguez Africano
/ Foto: Archivo
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Alzó su voz con una explosión de alegría y dijo: soy una feliz sobreviviente de cáncer de seno.  se encontraba en Bogotá, hablaba por teléfono desde su casa. En ese momento no advertía el calvario que vivió  porque transmitía ilusión, vida.

Sin embargo, esa voz fue bajando de tono cuando empezó a retroceder  el tiempo. Hace 20 años llegó a la capital de la República, procedente de Málaga, Santander, a trabajar en el extinto almacén Mercantil Colombia, donde permaneció diez años. Después pasó a laborar a un bingo donde conoció a su esposo con quien tuvo un hijo. Las vicisitudes propias de ser madre la hizo tomar la decisión de retirarse y dedicarse al hogar. Aprovechó ese espacio para preparar comidas especiales y ofrecerlas a  organizadores de eventos.

Hace dos años cuatro meses se metió al baño y estando enjabonada empezó a tocarse los senos. Sus dedos se detuvieron en el izquierdo. Tropezó una bolita pequeña y dura, como del tamaño de un garbanzo. Se asustó y al mismo tiempo se preguntó: “¿Dios mío, esto que será?”. Reconoció que  nunca se había hecho un autoexamen de senos.  

No lo pensó dos veces y se fue para el médico. Allá  le diagnosticaron, sin previo examen ni ecografía, una mastitis. Le formularon antibióticos y en vista que la masa no cedía pidió otra cita con otro profesional.   De inmediato le ordenaron desnudarse y acostarse en la camilla. La examinaron de arriba a abajo. Le ordenaron una ecografía y que regresara el lunes a primera hora.

Ese lunes, en el consultorio, el médico  miró el resultado del examen y le dijo: “esto no es mío. La voy a remitir a un especialista y posiblemente le van a hacer un tratamiento. Cualquier cosa, aquí estoy a su disposición”.

La remitió a la Clínica del Seno, con el doctor Ramiro Sánchez quien la sometió a  todos los exámenes: ecografía y mamografía. “Y efectivamente salió que tenía cáncer”.  Rosa Rodríguez apenas había cumplido 35 años. A esa edad no le permitían mamografía porque argumentaban que era después de los 50 años. Tampoco se hacía el autoexamen.

La noticia no la recibió a secas. El oncólogo cuando la vio en el consultorio le preguntó: ¿usted qué hace aquí? ¿Por qué la remitieron conmigo? A ese consultorio siempre llegaban mujeres mayores de 50 años y Rosa sólo tenía 35. Al otro día le practicó un Acaf (aspiró el quiste con una aguja fina). “Desde ese momento sentí dolor. Antes no lo había sentido”. Para descartar el primer resultado le repitió la incisión. Y la citó a las 8:00 de la noche en la Clínica del Seno. Después de mirar y remirar los dos resultados le dijo: “Rosa, apéguese a Dios. No se vaya a soltar nunca de la mano de Dios y siga adelante”. Con esas palabras se imaginó lo peor.  Sin embargo, le advirtió que no la dejaría sola, que esto sería un trabajo de equipo y para ello la enviaría a donde una oncóloga amiga para iniciar el proceso de quimioterapia.

“Llore todo lo que quiera, pero hoy, porque a partir de mañana no deberá derramar una lágrima más”, le dijo el oncólogo que también es mastólogo.

“Levanté la clínica a gritos. Sentí que el mundo se me derrumbaba por completo. Fue una escena desgarradora”. Pensaba en su hijo de 10 años y se preguntaba: “Dios mío si muero ¿qué va a ser de mi hijo?” Su esposo no la apoyó y le dijo que no la acompañaría en este calvario. Sus seis hermanos, su mamá y su papá  le inyectaron ánimo, pero sólo una vecina se convirtió en su paño de lágrimas.  

Siente  cargo de conciencia porque a su hijo no le dijo la verdad, no tuvo coraje, y él se enteró cuando se encerró en el cuarto con una amiga que también había pasado por algo similar. Su reacción fue negativa. Le reclamó y le dijo: mamá tú tienes cáncer, te vas a morir y me vas a dejar solo. La situación se le estaba saliendo de las manos, pero en su camino apareció la salvación: la Fundación Simmon.

Fundación Simmon

Las sesiones de quimioterapias empezaron y los efectos se vieron reflejados en la caída del cabello y de las uñas. En la clínica estaba una nutricionista dictando una charla que llamó su atención. La profesional pertenecía a la Fundación Simmon y dijo que quien quisiera afiliarse para recibir apoyo lo podía hacer completamente gratis.

“Dios me la había enviado. Al día siguiente pedí cita y asistí a una charla. Esa  fundación ha jugado un papel muy importante en mi vida. Era la dosis que necesitaba para sobrellevar esta pesadilla. Allí uno encuentra abogada, sicóloga, nutricionista, toda clase de acompañamiento. Nos dan amor y nos devuelven esas ganas de vivir. Y a mi hijo también lo están asesorando”.

Rosa Irma Rodríguez se animó aún más cuando se enteró que la directora de la Fundación, Adriana Garzón, era sobreviviente de cáncer de seno. Entonces dijo en voz alta: “Señor, perdóname, pero esa oportunidad que le diste a Adriana, la quiero para mí. Yo no puedo dejar a mi hijo solo. Lo quiero ver profesional, casado y con hijos. Quiero cuidar a mis nietos”.

Adriana le contestó: si se puede  Rosa. Esta Fundación se creó, el 18 de agosto de 2010, para  ayudar a todos los pacientes, sin importar  la patología. Es una entidad sin ánimo de lucro, con la intención de unir esfuerzos para cambiar la realidad de los pacientes con cáncer en el país.  Se articulan los esfuerzos con los diferentes actores del sistema de salud, a través de la promoción del conocimiento adecuado sobre la enfermedad, para que las personas puedan ser bien diagnosticadas y accedan oportunamente al especialista para iniciar su tratamiento.

Rosa continuó su tratamiento por medio de su EPS Compensar. Antes de la cirugía la sometieron a cuatro sesiones de quimioterapias para reducirle el tumor. Le quitaron el 70% del seno y le reconstruyeron  espalda y brazo. Después soportó otros 16 ciclos de quimioterapia.  El 19 de julio de este año terminó las 27 radioterapias y dos más de mantenimiento. Sólo quedó tomando  tamoxifeno, que es un medicamento que se emplea como terapia complementaria para el cáncer de mama.  “Si me enviaron esta pastilla diaria, durante cinco años, es porque soy una sobreviviente de cáncer de seno”.

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