Hay fetiches comunes, pero otros muy exóticos que le pueden parecer demasiado raros.
Lo bueno y lo malo de ponerle un poco de picante a su vida sexual de pareja
Unos zapatos de tacones altos, un oso de peluche, una muñeca, una prenda íntima, pueden convertirse en el fetiche de alguien, es decir, ese objeto o zona del cuerpo que usa como potenciador de la excitación sexual.
El fetichismo, ese culto o veneración exagerada por ciertos objetos, o esa fijación erótica por una parte específica del cuerpo humano, como los pies, tiene varios niveles. Están los más leves, como cuando un individuo le pide a su pareja que se ponga cierta prenda que para él es la más excitante.
Pero también los hay profundos: donde el foco de interés del fetichista no es la persona que usa el fetiche, sino el objeto que lo excita (como el caso de quienes solo alcanzan el placer erótico al hacer estallar globos).
¿Tener un fetiche es una conducta ‘normal’ o ‘aberrante’? ¿Tienen algún tipo de beneficio para la relación de pareja los fetiches? ¿Cuándo se convierten en un problema?
Con la ayuda de los especialistas Édison Pazmiño, médico sexólogo; Martha Elena Osorio, psicóloga terapeuta de pareja; Héctor Torres, psicólogo y Luis Alberto Montejo, psicólogo sexólogo, despejamos dudas sobre este tema.
Perfil del fetichista
Por lo regular son personas retraídas, temerosas y con un alto grado de frustración cuando no han hecho manifiestas sus preferencias fetichistas. Existe, raramente, una gran cantidad con defectos físicos o poco agraciados físicamente. Cuando ya lo han podido socializar con sus parejas o con grupos de fetichistas se tornan descomplicados y su curiosidad o riesgo aumenta cada vez más y se sienten cómodos, pero a la vez más ansiosos.
Se pueden volver fetichistas desde tempranas edades por traumas infantiles, aprendizajes erróneos o por influencia de personas cercanas.
Pero en la adolescencia se desarrolla la gran mayoría, puesto que con toda la fuerza de su iniciación sexual el gusto por los fetiches va de la mano con la intensidad hormonal y, sobre todo, por la forma oculta en que se practican. El adulto fetichista sueña encontrar una pareja que no juzgue sus gustos.
Fetiches comunes
De acuerdo con especialistas consultados, estos son algunos de los objetos de deseo más comunes:
-Medias veladas y ropa interior, especialmente sensuales, de colores intensos y con transparencias.
-Tacones de mujer.
-Accesorios en cuero.
-Plumas.
-Muñecas inflables.
-Peluches.
-Juguetes sexuales.
-Vibradores.
-Disfraces (sobre todo de enfermera, estudiante, policía, bombero).
-Esencias y perfumes.
-Lazos o esposas.
-Piercings en diferentes partes del cuerpo, especialmente en los genitales.
-Prendas en látex, hule, vinil, ajustadas y brillantes.
-Látigos.
Fetiches exóticos
-Agalmatofilia: atracción por maniquíes, esto incluye también la excitación erótica por las estatuas.
-Ursusagalmatophilia: los osos de peluche o los disfraces de animales son el centro de atención.
-Síndrome del bebé: Consiste en vestirse y hablar como bebé durante la relación sexual. En este juego de roles se incluyen objetos infantiles.
-Hierofilia: atracción sexual con objetos sagrados o religiosos. La persona se excita por la connotación de prohibición.
¿Es una aberración?
Especialistas coinciden en señalar que como terapeutas no pueden juzgar si tener un fetiche es una conducta normal o aberrante, pues todo depende de criterios culturales, estadísticos, religiosos o filosóficos de cada quien.
Si con su comportamiento el fetichista no se hace daño así mismo ni a terceros, su conducta entre adultos libres se puede considerar una práctica sexual fisiológica que no está altera su salud ni su vida en sociedad.
En cambio, por ejemplo, si usa un objeto inusual para masturbarse y este le ocasiona una herida o una obstrucción en la uretra y hay que operarlo, esta práctica sí se podría considerar patológica. Todo dependerá de la evaluación clínica que se haga.
¿Mejora la relación?
Un fetiche puede ser favorable para la relación íntima en la medida en que se cree una fantasía que se pueda llevar a cabo, siempre y cuando la pareja esté de acuerdo con ella.
Lograr la complicidad del cónyuge es importante para que esas prácticas se vuelvan satisfactorias para ambos. Puede ser beneficioso, en una noche romántica, que ella use las bragas de cuero que a él lo excitan... Los fetiches permiten jugar, tener variedad, creatividad. Son un aporte positivo para el repertorio erótico de la pareja.
Cuando los fetiches se convierten en una fijación, es decir, cuando la persona solo siente satisfacción sexual si tiene su objeto de deseo presente, provoca problemas en sus relaciones.
El fetichista va generando un nivel de ansiedad que incidirá en su funcionamiento sexual y esto tendrá repercusión sobre la vida en pareja. Más, si ella o él no están de acuerdo con una práctica deseada por el otro.
A veces se corre el riesgo de que, al contar el fetiche, la pareja lo considere degenerado o ridículo y la relación se deteriore. Por eso, muchos lo ocultan.
Algunos casos
Aman los pies. Hay fetichistas adoradores de pies, incluidos el gusto por los zapatos altos o el olor mismo de los pies.
Coleccionistas. Apasionados por las muñecas inflables, hay también quienes coleccionan ropa interior y tienen gustos por olores extraños.
Cambio de roles. Vestirse de mujer o usar ropa interior del sexo contrario para hacer cambio de roles.
Aventureros. Algunos arriesgan todo por robar ropa usada de las vecinas.
Con peluches. Hombres que usan peluches o muñecas para satisfacerse.
Dominantes. Mujeres dominantes que desean penetrar a los hombres fuertemente.
Cama o mueble. Hay quienes se excitan rozando sus genitales con la punta de la esquina de una cama o de una mesa.
Fotos. Miran fotos sensuales para su satisfacción.
Voyeristas. Adolescentes voyeristas que se masturban viendo a parejas en la intimidad.
Globos. Hay personas que al sentir la textura de los globos y su explosión desarrollan una gran excitación.
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