“Ver crecer a mi hijo me devolvió la vida”
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Luis Fernando Montoya ya respira por sí mismo y le retiraron el marcapaso. Seis años después de haber quedado cuadripléjico, su familia es el motor que lo impulsa.El brillo de sus ojos y su rostro fresco y tranquilo reflejan la tranquilidad con la que vive el profesor Luis Fernando Montoya Soto.
Hoy, seis años después del atentado que lo dejó cuadripléjico, al técnico campeón con el Once Caldas en la Copa Libertadores de 2004, le sobran los motivos para estar feliz: dejó el ventilador mecánico al que estuvo atado para poder respirar; también dejó el marcapasos que le habían puesto los médicos, y ha ganado sensibilidad y movilidad en su cuerpo.
Cómo está hoy?
Voy mejorando. Estoy haciendo esfuerzos muy grandes porque quiero pararme de acá; quiero mover los brazos y por qué no, las piernas. Todo el mundo puede pensar que estoy loco, pero tengo que ser valiente y luchar; sabemos que no es fácil, pero nadie me ha dicho que es imposible.
De ese sueño a la realidad qué le han dicho los médicos?
Hay ciertas cosas de las que ellos no pueden dar explicaciones. Como el haber dejado el marcapasos, algo que se preguntan hasta en Estados Unidos; dejar el respirador mecánico también es algo vital, ahora respiro por sí solo. Son cosas que me pasan y me tienen muy contento, muy satisfecho.
Cuál es el motor que lo impulsa a pensar en la recuperación?
Para todo tiene que haber motivación, voluntad y sacrificio. A mí me empujan, José Fernando, mi hijo; él llega todos los días de estudiar, me da un beso, me soba la cara, me habla cosas, me cuenta cómo le fue en el colegio. Adriana, mi esposa, también es otro motivo para seguir luchando en mi recuperación; ella es mi mano derecha, porque vive pendiente de que no me falte nada. Eso me hace comprometer más para salir adelante.
Cree que en otras circunstancias había sido muy complicado sobrevivir?
He pensado sobre eso que usted me pregunta y creo que si no tuviera a José Fernando o no estuviera casado, creo que ya la motivación no sería la misma. Seguro me había resignado a las circunstancias o me había entregado. No sé hasta dónde me durará esto, pero estoy convencido de que lucharé hasta el último día de mi vida; hay momentos complicados en los que lloro, pero no delante de José Fernando.
Qué le preocupa?
La estabilidad de mi familia; el estudio de José Fernando; son cosas que me atormentan, pero aterrizo y Adriana me tranquiliza diciendo que de alguna forma conseguimos para seguir adelante.
En alguna ocasión usted dijo que ya aceptaba su condición, pero eso no significa, por lo que dice, que esté resignado.
No me resigno, es más, todos los días hago mi terapia fuerte para exigirme al máximo porque pienso en mi recuperación. A veces me cuesta mucho, pero hay que entender que uno es un ser humano que sube y baja. Mi terapeuta está convencida de que me voy a parar.
Qué piensa hoy de la vida?
No me explico por qué la juventud de hoy en día no valora la vida. Muchos jóvenes se suicidan por dificultades menores. Quisiera decirles a ellos que la vida vale mucho. El solo hecho de ver crecer a mi hijo me enamora más de la vida.
Cree que esta situación lo hace ver la vida distinta hoy?
Sí, porque ahora pienso mucho en todo: las dificultades del país; vi las inundaciones, las balas perdidas, las bandas emergentes urbanas, el problema de las vías. Hay cosas que lo ponen a uno a reflexionar, más aún al saber que uno fue víctima de algo parecido. Me volví muy sensible a estas situaciones.
Cree que Dios le quitó cosas y le dio otras con lo que le pasó?
Dios no me quitó, al contrario, me volvió más sensible. Siempre me hago la misma pregunta y la comento con Adriana: quisiera interpretar por qué pasó esto o para qué pasó. Por qué pasé de la cima al piso. Creo que vamos lentamente hacia arriba otra vez, aferrándonos a todo. Creo que Dios no nos desampara.
Muchas veces uno hace cosas en las que pone en riesgo su vida, sin darle el valor real ¿le pasó en alguna ocasión?
Le digo a José Fernando: si tuviera la oportunidad de pedir un deseo, pediría que naciera otra vez pero con la experiencia de ahora. Es algo imposible, pero escuchar a las personas que han pasado dificultades, escuchar a la gente de edad es vital para la sociedad de hoy.
Usted es hoy feliz, infeliz, triste... cómo se siente?
Dios me ha dado cosas muy bonitas, mi familia, mi hijo, mi esposa; me dio algo más, pues la gente me quiere. Soy feliz, pero no del todo, porque algo me falta y tengo momentos muy difíciles... creo que todo esto hace parte de la felicidad.
Ha cambiado mucho Luis Fernando Montoya como persona?
Voy a ser muy sincero: entre el 22 de diciembre del 2004 a principios del 2009, algo así, no comprendía muchas cosas. Usted venía y me saludaba, hablábamos, pero no me acuerdo de muchas cosas. Hay muchas lagunas, entre cuatro y cinco años, en los que mi mente trabajó.
Y por qué cree que pasó eso?
Por todo el medicamento que me daban. Es que una noche me tomaba 20 gotas muy fuertes y las fuimos bajando hasta que las dejé. Con ganas y con sacrificio volví a la normalidad.
Dejar el ventilador mecánico y el marcapasos ¿es un triunfo personal?
Eso es un avance muy grande. Cuando estoy bajo y me falta se me vienen las lágrimas porque pienso que debo volver a una clínica, pero lucho todos los días para evitarlo.
Le da pánico el pensar que tiene que volver a una clínica?
No sé ni cómo soporté tanto tiempo allá.
Qué trajo del fútbol para este proceso de recuperación?
La paciencia, porque cuando somos pacientes nos volvemos muy analistas y tenemos la capacidad de pensar. Eso nos permite equivocarnos menos. También la disciplina, porque me exijo y les exijo a mis colaboradores, he mejorado hasta en la forma de hablar, algo complicado en otras épocas.
Detrás de este proceso ha habido personas y empresas incondicionales con usted ¿cuáles?
Lo que ha hecho Bancolombia con nosotros no tiene precio; no tengo con qué pagarles. Ellos son los que le pagan a Adriana el salario; también el Sena, donde dicto una capacitación sobre fútbol. También con la Alcaldía de Medellín para socializar el Mundial Sub20; también con el Politécnico Grancolombiano, más los informes con algunos diarios y con Une.
Su parte económica cómo está?
No estoy bien, lo mejor es lo de Bancolombia, lo otro son contratos, pero uno no sabe cuándo los pueden cortar.
Habla la fisioterapeuta
Adriana, esposa de Luis Fernando Montoya.
Andrea Areiza Pulgarín es la fisioterapeuta que trabaja desde hace cinco años con el profesor Montoya. Es profesional en la materia y especialista en ortopedia y traumatología.
Ella cuenta el proceso con Montoya: “Recibí un paciente caquéctico, delgado y apático a la terapia física a pesar de ser deportista; melancólico y triste por su condición, pero con ganas de salir adelante. En la medida que avanzó el tiempo y vio los avances leves, se entusiasmó más. Fue muy complicado, porque no permitía que lo tocaran, que lo movilizaran y había muchos problemas con sus bajas de presión arterial”.
Andrea insiste en que es vital la sensibilidad en el cuerpo del profe: “Siempre activamos la sensibilidad, lo saturamos en ese aspecto, ganando en fuerza, en masa muscular y ubicación del cuerpo en el espacio”.
Empezaron con 45 minutos, luego una hora y ahora son cinco horas diarias, mañana y tarde. ¿Y cómo lo hacen?: “le hacemos un cepilleo y trabajamos manos y texturas en forma descendente; se moviliza el cuerpo normal en flexores, extensores, silla y en todas las posiciones”.
Destaca que ha evolucionado: “ha cambiado en todo, emocional y físicamente. Ha ganado sensibilidad en un 70% y ha ganado masa muscular en un 60%. En lo emocional, es diferente, armónico, siempre está dispuesto y presto a la recuperación”.
Y sobre el futuro, dice: “Puede pasar cualquier cosa, no debería haber sensibilidad, reflejos, masa y respirar tanto. Ha ganado en todos los aspectos, todo lo tiene Dios, somos herramientas, pero con todo lo que se ha visto es un milagro”.
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