en lo que hasta hace tres años y unos días fue Gramalote tiene su historia. Éste era el único pueblo de Colombia que en su plaza principal no estaban las figuras ecuestres de Bolívar o la del Hombre de las Leyes, general Francisco de Paula Santander, a quien dicho sea de paso el líder godo le tenía mucha tirria.

En Gramalote, la estatua dominante del entorno del parque central y de todo el pueblo era la de Laureano. Quizá por eso no fue gratuito que el entonces gobernador de Norte de Santander, en diciembre de 2010, William Villamizar Laguado, de goda extracción, y su secretaria de Gobierno, Margarita Silva, liberal de raca mandaca, en los momentos en que el pueblo se caía en pedazos, hubieran tomado la decisión de resguardar la estatua de quien fuera conocido como El Monstruo, y trasladarla hasta el parque Los Naranjos, en la sede de la Gobernación, donde se encuentra desde entonces.

Además de conservador, el gramalotero es y seguramente seguirá siendo eminentemente religioso: católico, apostólico y romano. De todos sus rincones fueron sacados y desterrados los liberales en el siglo XIX. No hay que hacer entonces muchas elucubraciones filosóficas o teológicas para encontrar o justificar la relación religiosa-política-conservadora.

El escritor Rafael Darío Santafé sostiene que la historia de Gramalote ha girado en torno a la religión. Sus primeros asentamientos humanos datan de finales del siglo XVIII y sus habitantes empezaron desde entonces a pedir parroquia y sacerdote porque debían ir hasta el municipio de Salazar de las Palmas a recibir los sacramentos. La fundación del pueblo es atribuida al sacerdote Secundino Jácome, de quien algunos decían que era hijo de Simón Bolívar.   

La iglesia se comenzó a construir en 1870 y quedó resquebrajada en la tragedia anunciada del 17 de diciembre de 2010. Entre los años 1962 y 1965, según el historiador Santafé, el párroco de Gramalote motivó a los habitantes a levantar en el parque principal una estatua del padre Secundino Jácome. Muchos estuvieron de acuerdo, pero otros se negaron rotundamente a la idea y pidieron, en cambio, poner en el mismo lugar la estatua del expresidente Laureano Gómez. La discusión casi termina en una guerra. Al final, la estatua del presbítero Jácome fue puesta en la iglesia parroquial y la del caudillo conservador en el parque principal de donde la arrancaron el día de la tragedia y la llevaron  precipitadamente a Cúcuta.

¿Cómo le va aquí?
Pues como le va a todos los desplazados. Yo soy una desplazada más de Gramalote. Una damnificada de la tragedia de hace más de tres años y que parece a nadie le importa. Ni siquiera al Partido Conservador por el que tanto luchó y se sacrificó mí querido doctor Laureano. Gramalote fue un pueblo de conservadores al que éstos parece que le dieron la espalda.

¿Por qué dice eso?
Pues no ve como estoy. En Gramalote estaba sobre el pedestal que me merezco. Todo el   mundo me reconocía, se me acercaban, me hacían venias y ruegos, se tomaban fotos conmigo y me decían Jefe y Gran Jefe.

“¿Y ese toche quién es? ¿Y aquí?

Pues no ve. En el frío piso. Sola. En Gramalote siempre estuve mejor y bien rodeada. Por aquí no pasan sino los burócratas y contratistas y muchos corruptos y politiqueros. Imagínese la cara que debe poner el doctor Laureano, quien siempre combatió a los corruptos. Casi nadie conoce a mi doctor Laureano. Algunos cuando pasan por aquí entre sí se preguntan sorprendidos ‘¿y ese toche quién es?’

¿Seguro que no saben quién es?

No saben, que van a saber. No tienen idea quién fue Laureano Gómez. El gran Laureano. No saben ni les importa. El otro día un muchacho señalándome le preguntó a un funcionario de la administración municipal que lo acompañaba que si yo era Luciano. Cuál Luciano, carajo. ¡Laureano casi se levanta de su tumba y le da un coscorrón!

¿No será que usted se queja mucho?
Pues claro que tengo que quejarme. Le repito que en Gramalote todo el mundo me hacía reverencia y me adoraba. Aquí no es lo mismo.

¿Y los viejos laureanistas?
No, esos se acabaron aquí en Norte de Santander. Por ahí no quedan sino el abogado Eduardo Martínez Chipagra, que parece más loco que una cabra, pero un buen tipo y querido, y Enrique Flórez Faillace. Martínez Chipagra es el único que tiene un Centro de Estudios Conservadores con el que se rinde homenaje religiosamente todos los años a la memoria de Laureano y a la de su hijo Álvaro Gómez Hurtado… Aquí entre nos y un poco en broma: orina azul de metileno…

¿Bueno, y qué piensa hacer?

No, esperar hasta que San Juan agache el dedo y haga el milagro. Que reconstruyan a Gramalote y me regresen allá los del Fondo Adaptación. Esto seguramente no va a ser posible en los próximos 10 o 15 años.

¿Y por qué tan pesimista?
Pues no ve que ya pasaron tres años de la tragedia y todavía no se ha puesto la primera piedra, que es lo que todo el mundo hace. Claro, que la primera piedra no garantiza nada. No ve que en Cúcuta una alcaldesa puso la primera piedra para la nueva Central de Transporte y el que la reemplazo puso otra. Y así nos quedamos. En primeras piedras. ¡Eso es lo que a mí me saca la piedra!

Entre estudios y anuncios

¿Entonces los del Fondo Adaptación que han hecho?
Muchos estudios y anuncios. Mientras los damnificados andamos deambulando de un lado para otro como errantes o penitentes. Están tan despistados los del Fondo, que el alcalde de Cúcuta se apropió de sus inversiones para los damnificados de 2.010 y no tiene ningún empacho en presentar hoy como propios los planes de vivienda del Fondo que corresponden a los afectados por las lluvias del 2.010. como dicen en Cúcuta: ¡Qué tal la uva!

¿No cree tampoco en el gobierno de  Santos?
Al presidente Santos lo que le interesa ahora es la reelección y que la mermelada le alcance para repartir y asegurar su continuación en la Presidencia. No exagero si le digo que a este gobierno le interesa más La Habana que Gramalote.

¿Y tampoco cree en sus copartidarios conservadores para salir de este rollo?
No, ni de vainas. No ve como están de divididos y clientelizados. No, no, no… definitivamente el Partido Conservador no es ni sombra de lo que fue cuando lo orientaba y dirigía mi querido doctor Laureano. Me atrevo a decir que el conservatismo es otra especie en extinción.

¿Entonces no le va a ir bien en las próximas elecciones?

Le va a ir mal como le ha pasado en los últimos años. Unos se irán para donde Uribe, otros para donde Santos. De hecho, algunos, incluyendo los de El Nuevo Siglo, ya están en la Fundación Buen Gobierno con Vargas Lleras. Muy poquitos se irán para donde Oscar Iván Zuluaga. La candidatura de este no despega, pues atrae más un imán de palo...

¿Y cómo cree que les va a ir a los goditos en Norte de Santander?
Me atrevo a vaticinar que de los actuales senadores y representantes conservadores, dos o tres se quemarán. Hay unos que tienen muchos líos en lo que ahora llaman las altas cortes. Claro que con las cosas que se han visto, de pronto no va a pasarles nada y seguirán tan campantes como el Johnny Walker. Hay otros candidatos que yo llamaría “Tres en uno” que podrían dar el palo. Son los que primero fueron conservadores, después escamparon en Cambio Radical y ahora forman parte de las listas de la U y del Partido Liberal. Imagínese.

¿El dinero influye mucho en las elecciones?

Claro. Y no solo en las elecciones. Hace varios años mi doctor Laureano escribió un editorial en El Siglo en el que anunciaba que el dinero terminaría por despersonalizar el estilo de vida en la sociedad colombiana. Esa teoría sigue vigente. El dinero se levanta en la vida moderna – escribió entonces – como impenetrable muro de separación entre los hombres.