Migración, deserción escolar, familias atrapadas por el negocio ilícito. Vea el especial de la coca en el Catatumbo.
Venezolanos y menores, tras la coca del Catatumbo (III parte)

* Por: Karina Judex y Cristian Herrera
Aunque el cierre de la frontera entre Colombia y Venezuela, especialmente en Cúcuta y otros pasos internacionales, desencadenó una intensa crisis diplomática entre los dos países que lleva tres semanas, en la práctica, desde hace meses, cientos de hombres y mujeres de las dos nacionalidades ya venían experimentando la vivencia cotidiana de acceder a suelo colombiano y luego retornar al territorio venezolano por una razón distinta al contrabando, para conseguir dinero fácil en la región de El Catatumbo.
El protagonista de uno de estos casos es José Morales*, un hombre de 36 años que llegó hace tres meses al corregimiento de La Gabarra, en Tibú, con una idea fija: ganar dinero en poco tiempo para mantener a su familia que se quedó en Venezuela. Hace un año le cancelaron el contrato de trabajo en la empresa en que laboraba y desde entonces sus miedos y deudas se acrecentaron. Gracias a la ayuda de unos parientes sobrevivió unas pocas semanas junto con su esposa e hijo, pero volvió a quedar en cero.
Entonces una tarde de enero se le acercó un conocido y le planteó una fórmula expedita para ganar dinero: viajar hasta la zona de El Catatumbo en Norte de Santander y trabajar un par de meses en los cultivos de coca. Sin pensarlo alistó un par de pantalones y unas camisas, se desplazó hasta Maracaibo, de ahí a la zona de frontera y, navegando por el río Catatumbo, terminó en La Gabarra, a siete horas de Cúcuta. Desde el mismo momento en que se bajó de la chalupa quedó impactado por la riqueza circundante.
Un paraíso de biodiversidad que no había conocido en Venezuela pero rodeado de misterios y silencios que pronto supo descifrar. En un papel, oculto en uno de sus bolsillos, llevaba anotados nombres y apellidos de quienes debía buscar río arriba. Volvió a subirse a una chalupa y comenzó una travesía digna de un documental ecológico. La temperatura en ascenso y el frescor de la brisa sin ímpetu, hasta el final del camino en lo profundo de la selva, donde encontró a uno de los recomendados desde su país natal.
En medio de la desconfianza pero luego de insistir casi hasta el ruego, logró encontrar trabajo. Le ofrecieron ser ‘raspachín’ (persona que arranca hoja de coca) con pago de $5.000 por arroba (12,5 kilos) recogida. Sin pensarlo aceptó y ese mismo día empezó a trabajar. En la primera semana se ganó $200.000 y de inmediato cambió la mitad a bolívares. A su familia le envió esa parte del ‘sueldo’ y se quedó con el resto para sobrevivir en esa población que empezaba a conocer. En apenas siete días obtuvo mucho más que lo que ganaba en Venezuela en una empresa formal.
Después siguió trabajando hasta completar $600.000. Como no estaba acostumbrado a raspar hoja de coca se le ampollaron las manos y tuvo que hacer un receso. Pero luego reanudó su labor, acumuló buenas ganancias y al cabo de dos meses regresó a Venezuela con los bolsillos llenos. Cuando volvió a verse en apremios repitió la vuelta. Hoy testifica que así como él sabe de El Dorado de la coca en El Catatumbo, son muchos sus compatriotas, hombres y mujeres, que cruzan la frontera para arriesgarse.
Katty Sierra* es una de ellas. Tiene 25 años y, como si cumpliera horario laboral, aparece todos los jueves en La Gabarra. Su negocio no es la coca pero sí un par de citas amorosas diarias hasta el domingo. Cada lunes retorna a su casa, al otro de la frontera, con buen dinero para sacar adelante a su pequeño de cuatro años. Sin timidez reconoce que puede ganarse hasta dos millones de pesos cada fin de semana. “Cobro entre $30.000 y $50.000. Los raspachines son los que más dejan. Llegan el sábado al pueblo y se gastan la plata con nosotras. A veces se van sin nada en los bolsillos”.
Los jóvenes en la mira de los grupos armados
La quimera de la coca en el Catatumbo no respeta fronteras y tampoco discrimina por asuntos de edad. Por eso el tema de los menores de edad involucrados en el negocio ilícito agrava el panorama. Son muchos los estudiantes de colegio que se han dejado engatusar por los reclutadores de raspachines. Incluso algunos han desertado de los colegios para irse a ganar dinero y tener con qué conquistar a las niñas del pueblo, o para comprar una moto y competir en descreste y velocidad.
Según directores de varios planteles educativos de la zona, la deserción escolar hoy está entre el 20 y el 30 por ciento. “Desafortunadamente los padres deben irse a trabajar al campo entre semana, sus hijos quedan solos y pronto ya quieren tener su vida propia. De la noche a la mañana cambian el lápiz por la ‘raspa’ de hoja de coca”, reveló Rolando Mendoza Ortiz, rector del colegio monseñor Sarmiento Peralta, ubicado en el corregimiento Las Mercedes, del municipio de Sardinata.
“También hemos visto a padres llevándose a sus hijos a trabajar en los cultivos ilícitos. Ya es normal que los estudiantes vengan unos meses y otros no aparezcan. Este año, por ejemplo, hay detectados 15 alumnos que van y vuelven”, agregó el educador. En La Gabarra la situación no es distinta. Pedro Antonio Manzano, rector del colegio La Gabarra sostuvo que en febrero de este año se matricularon 988 menores de edad y tres meses después 15 de ellos ya se habían ido a raspar coca.
“Los padres buscan condiciones de vida y sus hijos se quedan con gente que no es de la familia, pero cuando llegan las vacaciones se van a raspar porque también quieren dinero para comprar sus cosas”, aclaró el docente Manzano. Con otro agravante. Otros menores de edad prefieren engrosar las filas de los grupos armados ilegales o se vuelven expendedores de droga. Misael Fuentes, rector del colegio Santa Bárbara del municipio de Ábrego, sostuvo que el vicio está afectando mucho a esta población vulnerable.
El licenciado Fuentes insiste en que el entorno de la coca sólo deja inestabilidad y descompone el mundo de las familias y sus hijos. “Hay mucha gente que dura una temporada en los municipios, luego migra a Venezuela o viaja temporalmente a la costa Atlántica, pero regresa a reincidir en la única actividad productiva y rentable. Es un movimiento permanente de grupos familiares completos que definitivamente incide mucho en el normal desarrollo educativo de los muchachos”, recalcó.
Las autoridades civiles lo saben pero no tienen mayores opciones para revertirlo. Los mandos militares reconocen que el presente es grave. El coronel George Edinson Quintero Medina, comandante de Antinarcóticos en la Región 5 de la Policía Nacional, lo admite abiertamente: “Operar en la región del Catatumbo se ha convertido en un problema debido a que mucha gente recibe con violencia a la fuerza pública o no está de acuerdo con los procedimientos que adelantamos a diario”.
El oficial está convencido de que la gente debe ayudar a que los cultivos ilícitos se acaben, sobre todo por los perjuicios que causan a los menores. “Las familias tienen que entender que no solamente es el arbusto de la coca, sino que esa sustancia está distribuyéndose en las cabeceras municipales del Catatumbo y hasta en el área metropolitana de Cúcuta, y ya no se puede negar el incremento considerable en el consumo de drogas”, concluyó. Su comentario resume el reto principal en esta zona olvidada de Colombia.
Más allá de los violentos que se lucran o de las omisiones oficiales que facilitan la corrupción, en medio de la pobreza o la inestabilidad económica, las comunidades de la región del Catatumbo viven a diario en crisis. Por eso la expectativa de la paz constituye un novedoso aliciente. Al menos si las Farc cambian de rumbo, van a quedar menos ilegales delinquiendo. Será difícil que los cultivos ilícitos se acaben de un día para otro, pero a pesar de su forzoso destino, muchos labriegos asumen que mientras llega ese momento no queda otra alternativa que cultivar coca, a las buenas o a las malas.
- Nombres cambiados por seguridad.
**Esta historia es resultado del proyecto “La cobertura periodística del conflicto y la paz”, en su fase editorial liderada por Consejo de Redacción (CdR) con el apoyo de International Media Support”.
Ayúdanos a seguir haciendo periodismo de calidad
Contribuye aquíComentarios
+ NOTAS
Duque sostuvo encuentro con Lenín Moreno en la frontera
El mandatario sostuvo conversaciones con Lenín Moreno sobre diferentes temas.
Antes de morir, Ana Benilda Becerra salvó a sus vecinos
Un cortocircuito provocó la tragedia en el barrio La Castellana.
La avenida del Río será más deportiva y familiar
El centro de pensamiento del Área Metropolitana tiene unos 61 proyectos estructurados para Cúcuta.
COVID-19, en aumento en la región de Pamplona
Se conocen casos de gente de los municipios de la provincia y de Toledo que llegan a la región a hacerse la prueba de coronavirus.
La delegación regional que estará en la Vuelta al Táchira 2021
Tres equipos representarán a Norte en la edición 56 de esta clásica del continente.
La muerte sigue rondando por La Parada
Jonathan José Seijas llegó hace unos meses a La Parada a trabajar pasando gente y mercancía por las trochas.
Desde hoy, alcaldía empieza a expedir paz y salvo de predial
La Secretaría de Hacienda informó que en esta oportunidad el documento se entregará mucho más pronto que años anteriores.
Tercer toque de queda se cumplió dentro de lo presupuestado
En total fueron impuestos 843 órdenes de comparendo en la ciudad y el área metropolitana.
La pandemia obliga a postergar los retiros espirituales
“No existen condiciones para el encuentro", Jairo López, presbítero de la catedral de Santa Ana.