Las melodiosas notas que produce el canto de Solito, un turpial de montaña conocido como ‘toche’ que fue adoptado en el lugar, anuncian el nuevo día en el albergue La Palestina, a unos metros de Gramalote. Son las 5:30 de la mañana, Luis Francisco Mantilla se levanta y echa una mirada al horizonte.

Agradece a Dios que tiene dónde dormir y añora vivir de nuevo un día de fiesta y risas, como tantos que vivió en los diciembres en el destruido Gramalote. Su vida le cambió de sopetón y se ha venido adaptando a los cambios, pero ya quiere un lugar propio “dónde meter la cabeza”.

Actualmente Francisco comparte, con su esposa, una pieza de dos por dos metros, que fue construida con la ayuda de la Diócesis de Cúcuta y organizaciones internacionales para suplir las necesidades inmediatas de vivienda que tenían 81 familias gramaloteras.

Antes, Mantilla era un pesero reconocido en el municipio, vivía cerca al parque y su esposa estaba dedicada a la venta de pasteles, morcillas y tamales.  Hoy en día, pese a los esfuerzos por salir adelante, no pudieron hacer vida independiente y se empiezan a sentir improductivos.

“A veces uno hace para vender, pero es complicado, porque la gente no tiene plata. Y entonces, toca fiado y pierde uno el plante”, dijo doña Francisca Guerrero.

Esta situación también la vive doña Ermelina Blanco, antes dedicada a la docencia, quien por su edad y las condiciones en las que vive actualmente, no pudo seguir ejerciendo. Muchos gramaloteros que llegan a cierta edad cuentan que después de ser respetados en su pueblo, vieron como se les cerraron las puertas laborales en Cúcuta, porque “ya no están en edad de trabajar”.

Han aprendido a convivir en el albergue, aunque es duro. Allí no hay mucha privacidad y cada alegría o tristeza se conoce, se han convertido en una familia unida por el amor a Gramalote.

Aunque agradecen al gobierno la ayuda en mercado y el subsidio de arriendo por $200 mil mensuales y que reciben semestralmente, todos hicieron un llamado para que agilicen la reconstrucción del nuevo casco urbano.
 

“Desafortunadamente, este es un país corrupto”

José Guerrero López, un gramalotero que a fin de año se mantiene pintando pupitres, relató a La Opinión que gracias al colegio Sagrado Corazón de Jesús muchos padres de familia se mantienen unidos y luchan por su pueblo, aunque la incertidumbre crezca y la preocupación aumente.
 
“Las necesidades de la gente han sido la mayor debilidad. Y por ellas, es que muchos se han quedado callados”, aseguró Guerrero.

Pero ya se siente decepcionado con las autoridades porque los han mantenido a punta de promesas que no cumplen, según él, “el gobierno miente”.

“Yo siento que se interesan en los proyectos y a la comunidad la han descuidado. Dónde está todo ese dinero qué se ha invertido, en qué se ha invertido. Porque ya pasaron 4 años y no se ve nada. ¿Todo se fue en los estudios?", dijo.

A esto se suma otra preocupación pues al parecer en el terreno de Miraflores existen reservas naturales y es muy húmedo, temen que después de unos años vuelvan a vivir otra tragedia.

Por eso, hace una invitación a la comunidad, ahora que se acercan las elecciones, para que sepan elegir porque se debe pensar en el futuro.

Antes de partir, Guerrero recitó este poema de su autoría, dirigido a las autoridades: