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Lunes, 24 Diciembre 2018 - 3:23am

¿Qué pasó con la reconversión laboral de los pimpineros?

Se generaron demasiadas expectativas con los vendedores de combustibles de contrabando.

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Pimpineros en Cúcuta.
/ Foto: Archivo
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El programa de reconversión sociolaboral tiene una lectura agridulce en su implementación y consolidación; quizás más agria que dulce. Se generaron demasiadas expectativas con los vendedores de combustibles de contrabando y se desarrollaron muy pocas realidades.

Lo único de mostrar como proyecto exitoso, hoy, es Coomulpinort, ya que se ha consolidado como cooperativa de pimpineros  en los campos social y comercial, siendo una de las empresas más importantes de Norte de Santander y con más proyección en el negocio de combustibles, asegurando el fortalecimiento de su tejido social.

De otro lado, el programa de reconversión sociolaboral ha sido un completo fracaso. Inicialmente, con los pimpineros no asociados a Coomulpinort  se intentaron programas y proyectos  asistencialistas en los que se entregaron recursos partiendo de la buena fe y de que se invirtieran en los “proyectos” presentados al comité. Estos “proyectos” fracasaron en todo el departamento, pese a la buena intención de la Cámara de Comercio de Cúcuta,  inicialmente Ecopetrol y la Fundación Catatumbo.

Por esto fracasaron

Los dineros se utilizaron por parte de los beneficiarios en todo, menos en programas de reconversión sociolaboral. Hubo casos tan patéticos que los dineros se utilizaban en la compra de combustibles de contrabando para ser vendidos en las calles de Cúcuta y Norte de Santander.

Le cabe una gran responsabilidad de este fracaso al sindicato de trabajadores de la gasolina “Sintragasolina”; Ellos vendieron la idea de que el Estado tenía que indemnizarlos por su labor de contrabandistas y les cortaron a los vendedores informales de combustibles su capacidad de emprendimiento y solo se dedicaron a reclamar y a hacer marchas para solicitar proyectos inviables y la supuesta indemnización. En conclusión, en esta primera etapa de la reconversión solo funcionó Coomulpinort. Se perdieron miles de millones de pesos que no cumplieron la finalidad del programa de reconversión sociolaboral que era  darles una alternativa de vida distinta, basada en una forma legal de conseguir el sustento diario para el vendedor informal de combustibles y su familia.

Luego, sobre la base de las experiencias frustradas del pasado y esta vez liderado por el Ministerio de Minas y Energía e INNPULSA, desde el nivel central se retomó por iniciativa del alcalde de Cúcuta, César Rojas, y el gobernador de Norte de Santander, William Villamizar, quienes con la mejor intención y una metodología distinta que se basaba en la no entrega de dinero sino de elementos necesarios para las actividades  identificadas como proyecto productivo, viable y sustentable.

Es así como se identifican dos proyectos que en principio se veían como sostenibles: El de una fábrica de zapatos y un taller de repuestos y mantenimiento de motos, cambio de aceite. Se les dio todo el apoyo necesario tanto en logística como en capacitación; hasta Coomulpinort apoyó este proceso en un ejercicio de solidaridad hacia los vendedores de combustibles de contrabando aportando la suma de $65’000.000.

En conclusión, estos dos proyectos tenían todo lo necesario para salir adelante, pero de nuevo todo se quedó en expectativas y las dos ideas arrancaron, pero en el proceso de consolidación fracasaron y hoy se puede decir que, como las iniciativas anteriores, no llegaron a feliz término. La causa fue la falta de gestión empresarial y luchas internas de poder y deseos de protagonismo.

Las conclusiones y experiencias hoy llevan a plantear que los proyectos de reconversión sociolaboral para  Norte de Santander no han llegado a feliz término y que fracasaron, con excepción de Coomulpinort, se podría nombrar así.

Otras dificultades

La base social se identificó, mas no se tuvo en cuenta al real pimpinero, sino que se buscó a cualquier persona que se inscribiera en los programas sin ninguna verificación de sus antecedentes como vendedor de combustibles de contrabando, todo con el fin de llenar estadísticas de cobertura pero no se hizo un proceso de conocimiento dentro de los vendedores informales sobre su real voluntad de dejar la venta de combustibles de contrabando en la calle.

Decisiones centralizadas de funcionarios, que desde Bogotá no conocían la real problemática del expendio de combustibles de contrabando en Cúcuta y Norte de Santander, incidieron en los alcances y directrices del programa. Solo les interesaba llevar cuadros con supuestos pimpineros reconvertidos. A lo anterior debemos sumarle el afán de mostrar resultados y entregárselos a las entidades de nivel central (Ministerio de Minas y Energía y Ecopetrol).

Además, la falta de liderazgo de los dirigentes de sus asociaciones que nunca supieron comunicarles a los miembros de sus cooperativas que debían tener la tranquilidad y empeño para que los proyectos maduraran y dieran beneficios. 

Como si fuera poco, no hay que olvidar que por sus aspiraciones políticas, algunos dirigentes les decían a los socios lo que querían oír y no la realidad del estado de todos y cada uno de los proyectos identificados, al no contarse con la suficiente capacidad de emprendimiento y capacitación. 

Igualmente se presentó la deserción de la base social debido al dinero rápido para irse de nuevo a la calle donde, según ellos, los esperaba la plata del día a día.

A todo lo anterior, no escapa la incidencia de los grupos ilegales que reclutan personas que se dediquen a la informalidad, con la promesa del recurso económico rápido para ponerlas como vendedores de combustibles de contrabando en el departamento.

La verdadera reconversión sociolaboral se va a dar en Cúcuta y Norte de Santander cuando se afiance el cambio cultural que hoy se está dando en los habitantes de Norte de Santander, el cual es el de no demandar combustible de contrabando entendiendo el daño que esta práctica ilegal les provoca a  las finanzas del departamento, de los municipios y las alcaldías, además del daño ambiental. 

En fin, cuando la demanda decrezca a niveles muy bajos y las personas que insisten en vender combustibles de contrabando en Cúcuta y el departamento vean que el “negocio” se dañó definitivamente, ahí sí se podrá implementar con facilidad los programas de reconversión sociolaboral. En ese momento, por sustracción de materia, podremos hablar de una reconversión sociolaboral plena.

Por: *Mario Arévalo

La Opinión

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