Cartel de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación hacen presencia en el territorio.
Mexicanos controlan el 80% de la coca del Catatumbo
Pedro Luis Sánchez* ha vivido casi toda su vida en el Catatumbo, moviéndose de un lado a otro con su familia, buscando siempre una estabilidad económica. Para conseguirla, él, al igual que cerca de 200 mil campesinos de esta región de Norte de Santander, conformada por 11 municipios, vive de las plantaciones de hoja de coca.
Hace más de tres años decidió irse a la zona rural de El Tarra, pues donde antes residía fue desplazado por las extintas Farc. Convencido de los planes que estaba ofreciendo el Gobierno Nacional, decidió jugársela con cultivos lícitos, pero el tiempo pasó y nada le salió como esperaba. Por eso, decidió regresar a la siembra de hoja de coca.
Hasta principios de 2018, según el relato de Pedro Luis, las bandas de narcotraficantes (locales y nacionales) que se peleaban por comprar la producción de la base de coca, negociaban con un único actor: la guerrilla. Los campesinos eran obligados a venderle la raspa o la droga que producían a la persona que los grupos armados ilegales designaban, razón por la cual el precio permaneció estable durante 10 años.
Hoy, el panorama de la venta de hoja de coca o la base de coca en el Catatumbo ha cambiado, por cuenta de dos nuevos actores que, según cuentan los campesinos, “están forrados en plata, pagan al contado y mucho mejor que la guerrilla”.
Se trata de los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación. Ellos han empezado a negociar directamente con los cultivadores de coca, sin necesidad de intermediarios, llegando a controlar hasta el 80% de la producción de coca del Catatumbo.
“A las fincas nos llegan esos manes (SIC) con su acento extranjero y nos ofrecen mejores precios, sin importar qué grupo armado ilegal este en la zona, pues lo que sabemos es que tanto el Eln, el Epl, las disidencias y demás grupos, reciben plata de ellos para que no haya ningún problema”, señaló Pedro Sánchez.
Según el coronel Fabián Ospina, comandante de la Policía de Norte de Santander, hoy estos dos carteles mexicanos dominan el 80 por ciento de los cultivos ilícitos y la producción de base de coca y cocaína que sale del Catatumbo hacia diferentes destinos como el Caribe, México, Estados Unidos, Europa, Asia y África.
Una fuente de inteligencia nacional asegura que “esas organizaciones decidieron asentarse en esta región de Norte de Santander porque vieron que era una mina de oro. Estando en el Catatumbo los costos de la droga son muchos más bajos que cuando ellos la tenían que comprar puesta en México. Un kilo acá vale entre $2’800.000 y casi $5’000.000, según sea base o cocaína, pero llevándosela hasta donde ellos estaban, tenían que pagar entre 15 mil y 20 mil dólares (entre 46 y 60 millones de pesos)”.
Según la fuente, los mexicanos aprovecharon la muerte de Megateo, excomandante del Epl, y el proceso de paz entre el gobierno y las Farc, para meterse más de frente a la zona, sin ningún problema. “Han llegado a imponerse gracias a las grandes fortunas que han logrado”.
Hoy no es raro encontrarse con un grupo de mexicanos en zonas como La Gabarra, Filo el Gringo o Versalles. Aunque la Policía y el Ejército nieguen oficialmente que los representantes de estas organizaciones, que vienen directamente de México, viven en lujosas fincas de esa región, La Opinión logró establecer con varias fuentes que eso es real.
Además, se ha establecido que los mexicanos son custodiados por un ejército personal de unos 60 hombres, y además el Eln, Epl y disidencia del frente 33 de las Farc también les prestan seguridad a cambio de jugosas ganancias.
Así los traen hasta el Catatumbo
¿Pero cómo han logrado los ‘manitos’ llegar tranquilamente y apoderarse de casi todo el negocio ilícito de la coca en esta vasta región, sin ser detectados por las autoridades policiales, militares y de migración?
Fuentes de inteligencia militar y policial aseguraron extraoficialmente que los mexicanos llegan a Bogotá, donde se quedan uno o dos días en un hotel para no despertar sospechas; luego viajan a Bucaramanga, Valledupar, o directamente a Cúcuta, donde son esperados por algunos guerrilleros o por la misma gente que tienen viviendo en el Catatumbo. De ahí los trasladan en lujosas camionetas hacia El Tarra o Tibú.
“Si llegan a la capital nortesantandereana se hospedan en hoteles que ya tenemos identificados, pues ahí les arreglan todo para no despertar sospecha alguna. En ese sitio pasan la noche y al otro día, muy temprano, parten hacia el Catatumbo”, señaló una de las fuentes.
Los organismos de inteligencia tienen conocimiento de que han organizado algunas reuniones en Cúcuta, puntualmente en restaurantes a los que llegan a pedir al dueño o administrador que les preste el servicio solo a ellos, pagando fuerte sumas de dinero. Pero también saben que en lujosas casas de conjuntos residenciales exclusivos organizan reuniones para cuadrar envíos o cuentas de cargamentos ‘coronados’.
“Tenemos una información de que un sobrino del Chapo Guzmán habría comprado una lujosa casa por Boconó, a través de un testaferro, y ahí se harían algunas reuniones con los del cartel de Sinaloa y ‘narcos’ locales o nacionales que vienen a efectuar transacciones millonarias”, sostuvo la fuente de inteligencia.
Y agregó: “también sabemos que cuando llegan a Valledupar, los meten por una trocha que sale cerca a El Carmen y de ahí siguen a Ocaña, luego de pasar por Convención, siguen hacia El Tarra o bajan a Tibú. Tenemos el alias de uno de esos mexicanos, ‘Gonzalo’, que trabaja para el cartel Jalisco Nueva Generación y que viene una o dos veces al mes y se queda en una de esas fincas donde hay otros de sus paisanos, es muy cerca a El Tarra”.
En algunas ocasiones, según fuentes extraoficiales, los mexicanos han organizado extravagantes fiestas en esas fincas que están apartadas de las poblaciones. “Allá llevan prepagos muy costosas, grupos musicales y mucho licor. Las fiestas pueden durar hasta tres días y nadie dice nada, pues los hombres de seguridad están muy bien armados y si ven a un desconocido merodeando tienen la orden de matarlo”, contó un informante.
Los organismos de inteligencia también aseguran que aunque estas dos estructuras narcotraficantes tienen una guerra a muerte en México, en el Catatumbo se han dividido el territorio sin atacarse. “Sabemos que los de Sinaloa controlan todos los cultivos y la producción de Tibú y gran parte de Sardinata, mientras que Jalisco Nueva Generación se apoderó de la coca de El Tarra”, sostuvo una de las fuentes.
Esto ayudaría a entender porqué la siembra de coca sigue aumentando en El Catatumbo. Y es que el más reciente monitoreo de territorios afectados por cultivos ilícitos de 2018, revelado en agosto pasado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, aseguró que las plantaciones de hoja de coca en Norte de Santander aumentaron un 19%.
Según el Sistema Integrado de Monitoreo de Cultivos Ilícitos (Simci), hasta diciembre de 2018 en el Catatumbo había sembradas 33.598 hectáreas con hoja de coca. “Los diez primeros municipios donde más se cultiva son Tibú, Tumaco, Puerto Asís, El Tambo, Sardinata, El Charco, El Tarra, Orito, Tarazá y Barbacoas, estos suman el 44 % del total de cultivos de coca del país en 2018”, se lee en el estudio de las Naciones Unidas.
Las autoridades antinarcóticos de Colombia y Estados Unidos tienen a varios mexicanos identificados, quienes serían los que estarían viniendo a Norte de Santander a negociar cargamentos de cocaína.
Cómo es su presencia
Los miembros de inteligencia que les siguen la pista a los mexicanos tienen claro que a ellos no les importa el conflicto armado que se vive en el Catatumbo. “Cuando llegaron les dejaron claro a los grupos armados que ellos no venían a participar en la guerra, que lo único que les importaba era la droga; por eso con todos hacen negocios y a todos les pagan, bien sea con dólares, euros o armas”, aseguró una fuente que le sigue de cerca los pasos a los mexicanos que hoy se encuentran en Norte de Santander.
Agregó: “además del grupo de hombres fuertemente armados que se encargan de la seguridad personal de los mexicanos que están en el Catatumbo, los cargamentos son vigilados por integrantes del Eln, Epl, disidencia de las Farc o bandas criminales, dependiendo la zona por donde se muevan hacia Venezuela”.
A esto se le suma que en algunas investigaciones que adelantan fundaciones defensoras de derechos humanos se ha evidenciado que los mexicanos también han comprado enormes fincas cocaleras y las han puesto en manos de testaferros, pero que buscan a humildes campesinos para que se hagan cargo de los cultivos.
La Opinión también logró establecer que estos narcotraficantes buscan labriegos necesitados y les ofrecen préstamos de dinero para que alquilen tierras y siembren coca, y luego cuando deben comprarles la raspa van cruzando cuentas.
“Se aprovechan de la pobreza que hay, al campesino no le queda otra que cultivar y ganarse el dinero que le pagan”, aseguró un defensor de derechos humanos.
Contrario a los testimonios recogidos por este diario, el coronel Fabián Ospina, comandante de la Policía de Norte de Santander, asegura que es falso que en el Catatumbo estén viviendo mexicanos. Asegura que es cierto que vienen hasta la frontera, pero por el lado de Venezuela, donde compran grandes cantidades de droga y se van.
“Lo que hemos podido establecer es que manejan el 80 por ciento de las siembras y la producción de pasta base de coca o clorhidrato de cocaína que sacan grupos como el Eln, Epl y disidencias. Esa droga la sacan por las diferentes trochas que hay en el Catatumbo hacia Venezuela y una vez allá, cargan avionetas que salen a diferentes puntos. Tienen varias rutas que se están identificando poco a poco, pero que estén viviendo acá, es falso”, señaló el oficial.
Otro eslabón importante dentro de la cadena tiene que ver con los enormes laboratorios que han montado los mexicanos para producir el clorhidrato de cocaína. “Esos cristalizaderos son los más tecnificados que hay en estos momentos en el Catatumbo. Muchos están muy cerca a la frontera”, manifestó la fuente de inteligencia.
Y Pedro Luis Sánchez* así lo confirma. “En zona rural de El Tarra, en límites con Tibú, hay cuatro enormes laboratorios de unos mexicanos, donde nos reciben la base y la pagan muy bien. Llegar hasta allá no es fácil, pues tienen un grupo de hombres que les presta seguridad y si uno no está autorizado no entra. Además, hay tropas del Ejército que también los custodian. Uno pasa tranquilamente por el frente de ellos (soldados), porque ya les han pagado. Los soldados lo que dicen es que a ellos lo único que les interesa es que la guerrilla no los mate”, cuenta.
Hace menos de dos meses tropas especiales del Ejército y la Policía ejecutaron dos operaciones donde desmantelaron enormes laboratorios en los que procesarían mensualmente hasta cuatro toneladas de cocaína. Según los reportes entregados por el general Mauricio Moreno, comandante de la segunda división del Ejército, las estructuras fueron levantadas por los mexicanos y la disidencia del frente 33 de las Farc.
Un jugoso negocio
Según el testimonio de varios campesinos de la zona, los mexicanos se han convertido en los mejores compradores tanto de la raspa de las hojas como de la producción de la base de coca. Vender un kilo a los mexicanos implica una ganancia de 300 mil pesos adicionales al precio que se consigue si se le vende a la guerrilla.
“Los mexicanos pagan el kilo de la base a $2.800.000, mientras que la guerrilla paga $2.500.000. Por eso muchos preferimos venderles directamente a ellos”, señaló un labriego.
Aunque Sánchez sostiene que a veces la guerrilla les prohíbe venderle directamente a los ‘manitos’ para no ver afectadas sus ganancias, poco a poco los mexicanos han ido desplazando a estos grupos, lo que ha hecho que muchos campesinos que sigan negociando con ellos, muy discretamente.
“Esos señores son los que más controlan las cocinas. Ya casi nadie le apuesta a procesar la cocaína. Uno saca la base y se las lleva o sino va y les vende la raspa de la hoja. La calidad de la droga que están sacando es superior. Además de los grandes laboratorios, traen a los químicos de afuera, esos son los que le da la calidad a la droga, llegando al 98%, también traen expertos en los cultivos para enseñarnos a sembrar y a comprar un tipo de mata que hoy es mejor: la boliviana. Esa está dando cada dos meses entre 6,7 y 8 kilos por hectárea sembrada, mientras que de la otra que hay, que es la chipra, solo se sacan cuatro kilos, en el mismo tiempo”.
¿Pero cómo logran sacar toda esa droga que producen en el Catatumbo hacia los diferentes países? Según la Policía, los mexicanos llevan el alcaloide hasta puntos de la frontera con Venezuela conocidos como el Cruce y Cacigua el Cubo, donde habría varias pistas clandestinas y desde ahí arriban y salen avionetas cargadas con dinero y droga. Pero también tienen otras dos rutas que son por el Lago de Maracaibo y la Isla de Margarita, desde ahí zarpan grandes y pequeñas embarcaciones.
Las autoridades también han descubierto que estos carteles han trazado rutas hacia Cartagena, Barranquilla, Guajira y la frontera con Panamá, donde poco a poco llevan cargamentos que son transportados en camiones, carros o camionetas.
Una de las rutas más recientes que el cartel de Sinaloa montó fue Tibú-Puerto Santander- Boca de Grita (Venezuela), donde se asociaron con los Rastrojos y los Pelusos.
Sus grandes socios para tener el control del 80 por ciento de la producción y de los cultivos de coca han sido alias Gonzalo Satélite, comandante del frente Juan Fernando Porras Martínez, del Eln y Luis Antonio Quiceno Sanjuán, Pácora, máximo cabecilla de los Pelusos en Norte de Santander, quien antes de morir también se asocio con los mexicanos. Según se ha podido establecer, ahora sería el cabecilla conocido como Cóndor.
Por el lado de la disidencia del frente 33 de las Farc estarían negociando con alias Jhon Barbas, quien hoy se encuentra en territorio venezolano y dirige un grueso número de hombres en Tibú, mientras que de los Rastrojos se asociaron con Wilfredo de Jesús Torres Gómez, más conocido como Necoclí, quien estuvo preso en Venezuela, pero ya se encuentra en libertad.
¿Cómo fue la llegada de los mexicanos a esta región?
Entre lo que han logrado establecer las autoridades está que los mexicanos llegaron a Norte de Santander hacia 2010 y quien los trajo fue Luis Enrique Pérez Mogollón, más conocido como el Pulpo, un reconocido narcotraficante que ningún organismo de seguridad del Estado logró comprobarle que su imperio económico venía de los negocios con drogas.
“El Pulpo vio en el cartel de Los Zetas un socio poderoso, por eso fue y negoció con ellos y les propuso que se unieran, pues él tenía el manejo de la cocaína saliendo desde Cúcuta hacia Venezuela y de ahí y tenía los contactos para sacarla hacia Estados Unidos, el Caribe o México”, señaló una fuente judicial.
Pero después de aquel martes 3 de abril de 2012, cuando dos sicarios asesinaron a Luis Pérez, Los Zetas quedaron sin su gran socio y comenzaron a buscar entre otros narcotraficantes locales un socio. Pero para ese entonces, el cartel de Sinaloa ya estaba enviando algunos emisarios a hacer transacciones con Víctor Ramón Navarro Serrano, alias Megateo, cabecilla del Epl y considerado el Pablo Escobar del oriente colombiano.
Las transacciones millonarias que llegó a hacer Megateo con los de Sinaloa fueron tan grandes, que se dio el lujo de rechazar a Los Zetas, solo se quedó con ellos y además, Navarro Serrano le ofreció al Chapo Guzmán que se viniera para el Catatumbo, que él lo protegería de cualquier acción de las autoridades.
Ante la falta de socios, Los Zetas salieron de Norte de Santander y quedaron sus rivales, los de Sinaloa, pero para octubre de 2015, cuando Megateo murió durante un operativo de las fuerzas armadas colombianas, las cosas se pusieron mal para los mexicanos y todos aquellos narcotraficantes locales o nacionales que se surtían de esta región.
Solo hasta después de seis meses, cuando el Epl, Eln y extintas Farc lograron recomponerse de la muerte del mayor comerciante de droga en Norte de Santander, fue que arrancaron de nuevo los narconegocios. Pero ya no solo eran los del Chapo los que estaban acá, el cartel de Jalisco Nueva Generación, sin importarles la guerra que también mantenía con los de Sinaloa, comenzaron a tocar puertas y lograron que se las abrieran. Por eso hoy, las zonas están divididas para que estas dos organizaciones puedan mantenerse.
*Nombre cambiado por seguridad.
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