Aseguran que no tienen tierra para trabajar y piden por lo menos 400 metros cuadrados.
Los inga quieren un resguardo

Los ritmos de los inga son pausados. Podría pensarse que viven sosegados porque no se les ve inquietos, ni siquiera durante las asambleas que llevan a cabo mensualmente, pese al gran trabajo que lleva preparar más de 200 platos de mute y alistar la deliciosa chicha de maíz.
Tal vez por esa aparente calma, de algún modo, los gobiernos locales aprendieron la lección, pero se excedieron hasta el letargo, y no llegan con la contundencia que se requiere para garantizar los derechos de la comunidad.
Aunque el gobernador inga, Salvador Tisoy Tandioy, no niega que su pueblo ha recibido algunas ayudas, estas no son pensadas ni otorgadas a mediano plazo y mucho menos para que los suyos se mantengan en el tiempo.
Dice que no tienen chagra, es decir, un terreno donde sembrar y criar animales, pero al menos se conformaría con una sede, por ahora, para poder reunir a su gente.
Sin embargo lo que en realidad espera el pueblo es un territorio propio, un resguardo, para tener un lugar al que lleguen recursos para sus proyectos productivos.
Con tierra para trabajar no estarían como ahora: dispersos por las diez comunas de Cúcuta y llamando milagros a las ventas de sus tejidos y sus medicinas.
“Lo primero, sería construir una maloca”, afirma el gobernador. “Habría medicina tradicional, cultural”.
Y sigue soñando en voz alta. “Con el gobierno podríamos tener un macroproyecto, para tener nuestra escuela propia, el puesto de salud comunitario, la cancha para los deportes tradicionales... ¡Con eso, me sentiría contento”.
Aunque insiste en que con un terreno de unos 400 metros cuadrados para la sede estaría satisfecho, y una mujer que pasa repartiendo chicha dice que eso sería lo ideal, enseguida recuerda que su período de gobierno terminará en noviembre, tras dos años como líder.
No se rehúsa a fortalecer a su comunidad pero “ser gobernador es un trabajo, y a mi nadie me paga. Gratis, no puedo seguir...”
Lo justo sería tener lo mismo que los demás: un salario, una pensión, y al igual que los barí y los u’wa, un territorio para preservarse.
Aunque Tisoy recuerda cada número de decreto, resolución y ley que ampara sus derechos, no menciona ningún programa ni de la gobernación ni de la alcaldía de Cúcuta.
Tal vez porque, aunque se conoce su existencia en el plan de desarrollo regional, los proyectos de fortalecimiento etnoligüístico, de gobierno étnico, organización y participación, y la creación de una casa comunitaria étnica en Cúcuta, no tienen los resultados esperados, y en el plan de desarrollo de Cúcuta ni siquiera aparece la palabra inga, aunque hay una cobertura mayoritaria en salud, y solo 20 de ellos no están afiliados a una Eps.
Retoma la idea del resguardo y pide que no los engañen con promesas, porque siempre quien queda mal es él.
“No es para mí la tierra, sino para los hijos, los nietos y las nuevas generaciones”, dice. “Necestiamos equipar el cabildo y nos faltan muchas cosas todavía...”
*La Opinión
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