Una de ellas ha luchado incansablemente por el bienestar de su hija Linda que sufre una parálisis cerebral.
La crisis está afectando la economía de la mujer nortesantandereana
Por: Camila Flórez |Practicante de periodismo
La pandemia provocada por la COVID-19 hizo que la vida de muchas mujeres nortesantadereanas diera un giro de 180 grados, la angustia y la incertidumbre las embarga a diario al no saber cuándo van a poder restablecer su vida normal.
Yazmín Camargo es una de ellas. Ha luchado incansablemente por el bienestar de su hija Linda que sufre una parálisis cerebral, que demanda muchos cuidados y gran parte de su tiempo.
Linda fue encontrada por Yazmín en un basurero a los pocos días de nacida, el cariño que le transmitió la niña desde el primer momento no le permitió entregarla al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, hecho que le costó su matrimonio y la relación con su familia.
Yazmín, entre lágrimas, pide ayuda porque el aislamiento obligatorio no le permite tener un sustento para los gastos ni la alimentación que demanda su hija.
“Mi hija tiene cálculos en la vesícula, hace poco se quejaba del dolor y no tenía dinero ni para comprarle una buscapina, esta situación es demasiado dura”, afirma con voz entrecortada.
A esta situación se suma, que sus otros dos hijos hoy no cuenten con ingresos por las decisiones tomadas por las empresas en el marco de esta pandemia.
“Lo único que tengo es porque unas amigas me trajeron sillas y mecedoras para la venta, pero la gente en esta situación poco compra esas cosas y ya la comida se está acabando”, dice Yazmín.
Vendedoras informales
Situación similar están viviendo las mujeres que se dedicaban a la venta informal y que hoy no pueden salir a buscar su sustento y el de sus familias.
Carmen García, presidenta de la Asociación Madres del Catatumbo por la Paz, en la que se encuentran alrededor de 400 mujeres la mayoría dedicadas a esta actividad económica, expresa su preocupación ante esta circunstancia.
“No hemos podido salir a trabajar por el aislamiento. He hablado con mujeres de la asociación y me cuentan que deben racionar los alimentos y comer una o dos veces al día porque no cuentan con la comida suficiente para ellas y sus hijos”, comenta.
En cuanto a los aportes anunciados por el Estado, advierte que ha sido difícil obtenerlas puesto que las consignaciones se hacen en cuentas de DaviPlata, a las que los habitantes de Tibú no tienen fácil acceso.
Claudia Patricia Velandia, directora de la Asociación Libélula, colectivo lésbico de Cúcuta, también vive esta situación. Gran parte de las mujeres pertenecientes al colectivo se dedican a la venta en las calles, y hoy le piden ayuda al Gobierno porque se están quedando sin sustento para alimentarse.
“Nos ha costado trabajo subsistir, pasar con una comida diaria y acudir a los buenos corazones para que nos brinden un plato de comida y alimento, la población LGTBI es muy vulnerable en estos casos de crisis”, asegura Velandia.
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