Cualquiera queda sin palabras al ver los testimonios gráficos de la gran infamia de El Pórtico, donde una empresa privada arrinconó el río Pamplonita a una toma de un metro con 20 centímetros, se apoderó del enorme cauce para sacar piedra, y de paso está matando a miles de alevinos de diversas especies que agonizan, indefensos, sobre la roca ardiente, lejos del agua donde nacieron.

Es un grave crimen contra la naturaleza, contra el Pamplonita, contra Cúcuta, es una salvajada sin nombre, la que se comete en El Pórtico, a espaldas de la ciudadanía, y en especial de las autoridades como la alcaldía y Corponor, ocupadas en mostrarse los dientes, arañarse y sacarse los ojos por razón de un contrato de 5 mil millones de pesos.

Como dirían los viejos, lo que hace esa extractora de piedra en el Pamplonita no tiene perdón, pero tampoco lo tienen la desidia y la negligencia de funcionarios que al aceptar el cargo juraron cumplir cabalmente con todas las obligaciones inherentes, y que no cumplen, en actitud que podría constituir una conducta que raya con el código penal.

Porque mientras alcaldía y Corponor se enfrentan, en una pelea con episodios que causan pena ajena, una empresa irresponsable comete un ecocidio de catástrofe, sin que siquiera se enteren quienes deben estar enterados al segundo de todo lo que ocurre en Cúcuta y en el Pamplonita.

Ojalá en esas dos dependencias oficiales —alcaldía y Corponor—haya personas que vean los videos que La Opinión digital tiene en su sitio web, para que se enteren de lo que hacen contratistas a quienes se les entregó por concesión la explotación del río, pero no el río mismo. Y ojalá los vean también en la Fiscalía y en la Personería —si en la Procuraduría ven las imágenes, realmente poco importa: el titular llegó allí desde Corponor, por las razones partidistas de siempre, que critica la ciudadanía, porque impiden las suficientes imparcialidad y neutralidad para actuar—.

Esta vez no se puede argumentar que los peces que se ven saltando sobre las piedras para no morir asados, aunque perezcan asfixiados, son de especies ajenas al Pamplonita, como la vez pasada. Porque son nativas. O lo eran, porque al paso que va la situación, con el río arrinconado en una situación que causa ira y vergüenza, y con el cauce copado por una trituradora, volquetas y cargadores, en poco tiempo no quedará vida en el Pamplonita. Y la existencia del propio río estaría amenazada.

La Policía debe actuar de inmediato en una situación que se extiende más allá de todo límite imaginable, porque lo que ocurre unos 500 metros aguas arriba de donde estará el puente del anillo vial occidental es algo de lo que la institución armada debe darse por enterada. Y si actúa, debe demostrar que el Estado es más poderoso que los poderosos que se hicieron dueños del río.

Y el liderazgo privado de Cúcuta debe levantarse en pleno y dirigir una cruzada con varios objetivos: despertar a las autoridades, a todas, de su letargo, e invitarlas a que en momentos en que se negocia el fin de la guerra, dejen de lado sus conflictos, sus apetencias y sus egoísmos, y guarden la compostura necesaria para enfrentar la salvación del río tutelar; exigir de los organismos de control que investiguen de verdad lo que sucede y que sanciones a los responsables y remitan a la Justicia a los demás; convocar a toda Cúcuta a un esfuerzo, desesperado, pero organizado, para darle al Pamplonita el trato que merece.

Algo debe quedar claro: la negligencia, la desidia y la inmovilidad oficial son, también, formas de corrupción. Y ni los cucuteños ni el río, mucho menos el río, debemos pagar por ella. No, señores, claro que no.