Paramilitares construyeron una casa para mantener cautivas a sus víctimas y, en algunos casos, torturarlas antes de desaparecerlas.
Paramilitares construyeron una casa para mantener cautivas a sus víctimas y, en algunos casos, torturarlas antes de desaparecerlas.
Los gritos eran desgarradores. Se escuchaban por toda la vereda. Era realmente doloroso para nosotros saber que esas personas estaban ahí y no poder hacer nada por ellas. Cuando los gritos por fin cesaban, sabíamos que ya se las habían llevado. Nunca supimos qué pasó con esas personas, pero suponemos que las desaparecieron. Nadie ha contado lo que allí ocurrió con certeza, pues no quedaron sobrevivientes”.
De esta manera, una habitante de la vereda El 60, del corregimiento La Gabarra (Tibú), narró lo que vivieron entre 1999 y 2004, cuando los paramilitares del Bloque Catatumbo, al mando de Armando Alberto Pérez Betancourt, alias Camilo, irrumpieron en la zona a sangre y fuego para imponer su ley.
“Los ‘paras’ se adueñaron de prácticamente todo en la zona. Muchas personas se fueron de aquí por miedo a que las mataran. Las que aguantamos tuvimos que soportar toda clase de horrores, siendo los peores los que se cometieron en esa casa”.
‘Esa casa’ a la que hace referencia es una vivienda, aparentemente igual a las demás, pero en cuyo patio los ‘paras’ construyeron una especie de prisión compuesta por dos celdas, para retener a las personas que iban a torturar y desaparecer por ser señaladas de guerrilleras o porque simplemente se interponían en sus actividades criminales.
“Los carros de ellos (los paramilitares) llegaban a la vereda y de inmediato pasaban a la parte posterior de la casa, donde estaba la cárcel que habían construido. Las personas que traían nosotros no las veíamos porque ellos las entraban por detrás, no por el frente de la vivienda. Ahí siempre tenían a alguien porque los gritos nos advertían de lo que estaba pasando”.
Para llegar a la vereda El 60, ubicada a escasos 10 minutos del casco urbano de La Gabarra, hay que pasar por la entrada de la base que el Ejército tiene en este corregimiento. Por eso, a muchos de los que aún quedan en esta zona, les es imposible creer que los militares no sabían nada de lo que los ‘paras’ hacían en esta casa, ‘la casa de la tortura’.
“A las personas tenían que subirlas por ahí, por el frente de la base. Aquí en la vereda patrullaba el Ejército y era de conocimiento público que en esa casa pasaba algo raro. Sin embargo, las autoridades nunca hicieron nada y a nosotros nos tocó soportar todo eso en silencio porque si denunciábamos nos mataban”, finalizó diciendo la mujer que pidió que su identidad no fuera revelada ante el temor que hablar de ese lugar aún le genera.
Para llegar al espacio que los ‘paras’ habilitaron como centro de reclusión y tortura, hay que atravesar una vivienda que, por ahora, es habitada por una familia que pidió permiso a la Junta de Acción Comunal de la vereda para poder vivir allí.
Al salir al patio, se puede observar la construcción que, tras 12 años de abandono, luce sucia, casi oculta entre la maleza y algunos árboles, y con su fachada completamente deteriorada.
En el interior de las celdas, el ambiente es pesado. Una reja, que hace las veces de techo, ha permitido que el sol y la lluvia borren cualquier testimonio de quienes por allí pasaron. Sin embargo, testigos del horror que se vivió en este lugar, manifestaron que hasta hace unos años se podían leer en las paredes algunos nombres de las personas que en su momento estuvieron allí esperando a la muerte. Una muerte que estuvo precedida, según testigos, por infinitas horas de tortura.
“Hace muchos años entré a ese lugar y leí una frase en una pared que desde entonces jamás pude borrar de mi memoria. Decía ‘sé siempre el ejemplo de tu familia y tus hijos en todos los actos de tu vida’. No sé quién la escribió, pero estoy absolutamente seguro de que lo hizo alguien que veía su muerte como un hecho inminente”, contó un habitante de La Gabarra que conoce como pocos la historia de este corregimiento del Catatumbo.
Este espacio, que hasta hace poco era evitado por los habitantes de esta vereda hasta en sus conversaciones, está próximo a convertirse en un centro cultural y de memoria para las víctimas que padecieron la presencia paramilitar y que, de a poco, han empezado a retornar a la zona.
Saniel Peñaranda, director territorial de la Unidad para las Víctimas en Norte de Santander y Arauca, manifestó que esta casa, que fue un escenario de terror, va a ser transformada dentro de la medida de rehabilitación comunitaria que se adelanta en este corregimiento, específicamente dentro del componente ‘transformación de escenarios locales y duelos colectivos’.
“Nosotros tenemos un proceso de reparación colectiva en La Gabarra. Por eso, reunidos con la comunidad, les dijimos que lo que buscamos es darle sentido a la transformación de la casa, pues no es solamente derrumbar y construir una estructura nueva, sino realmente hacer un trabajo de memoria, que haya transformación social para que la casa tenga un significado para la comunidad”, señaló Peñaranda.
Dentro de las muchas ideas que propusieron los habitantes de El 60, se llegó a la conclusión de que la casa debería ser convertida en una Casa de Cultura donde todos tengan cabida, y que la parte donde están las celdas, que fue donde ocurrieron las torturas, se convierta en una galería-museo.
“A la parte de adelante de la casa sí podemos darle una transformación total para que sea agradable a la vista, que resalte en la comunidad. Pero la parte de las celdas tiene que conservar su esencia porque eso es lo que nos trae memoria, nos recuerda lo que allí ocurrió. Eso no podemos mandarlo al olvido porque fue una etapa que les generó a ellos resistencia y valentía para, a pesar de todo, sobreponerse a la tragedia”, agregó el director territorial de la Unidad de Víctimas.
Los habitantes de El 60 están convencidos de que con la recuperación de este espacio, los familiares de víctimas que pudieron haber pasado por allí, van a aparecer para honrar la memoria de sus seres queridos.
Por eso, sueñan con que las paredes de las celdas sean adornadas con fotos de las personas que fueron víctimas del horror que ahí se vivió.
“A través de piedras, la comunidad quiere dejar mensajes alrededor de un monumento que, si bien no está muy definido cómo será, contará con agua como fuente de vida. También quiere que todas aquellas familias que sufrieron la desaparición o muerte de uno de sus integrantes en La Gabarra, puedan llegar hasta este lugar a honrar la memoria de su ser querido escribiendo su nombre o un testimonio en su honor”, dijo Peñaranda.
Además de la transformación de este lugar, en El 60 también se construirá un parque biosaludable en un terreno que la Diócesis de Tibú ya donó. La comunidad quiere que este parque integre material de reciclaje en sus componentes y participar activamente en su construcción.
Con estas dos obras se busca que la comunidad se integre y que las capacidades y habilidades que los habitantes de este lugar tienen, vuelvan a salir a flote, tras años de ostracismo y temor.
En El 60 la violencia escribió una historia de dolor. Hoy, más que nunca, se busca que la historia que se va a escribir esté cargada de perdón y reconciliación. Eso sí, jamás de olvido.
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