La voluntad de servicio y caridad de sor Amanda de Jesús Bedoya Osorno se honra en la casa juvenil de El Tarra que lleva su nombre y en la que se recuerda que hay quienes le entregan su vida entera al Catatumbo.

Hace unos 12 años, la casa juvenil era la casa campesina Laura Vicuña y era dirigida por las hermanas salesianas, que tuvieron que cerrarla.

Sin embargo, una de las religiosas se quedó en el municipio, pero para ello tuvo que renunciar a su comunidad.

Era Bedoya, quien se dedicó a la coordinación del proyecto en el que apenas duró tres años, pues tras haber profesado como sierva de Jesús Campesino, una enfermedad terminal acabó con su vida, el 6 de mayo de este año.

Así lo relata el sacerdote José Trino Rodríguez, párroco de Nuestra Señora de la Asunción (El Tarra), quien rescató la iniciativa.

La casa permite a niñas y niños del campo adelantar sus estudios, dadas las dificultades de comunicación y lejanía de las veredas.

Tras el fallecimiento de Bedoya, el sacerdote asumió la labor social, y desde la parroquia se ocupó de la administración y sostenimiento, además de la búsqueda de benefactores e instituciones.

“Hemos logrado que con Colombia Transforma se asignaran recursos para remodelar la casa, que tiene unos 40 años de edificación y durante ese tiempo no tuvo mayores reparaciones”, relató el párroco. 

El techo deterioradísimo, el piso rústico, entre otros aspectos fueron mejorados en un 80 por ciento, y hoy hay inmensa gratitud hacia los demás aportantes: alcaldía, Adveniat (organización católica alemana), y padres de familia de los niños residentes.

Ahora, la esperanza es que otras personas ayuden a los niños de la casa, en su mayoría niñas, para quienes está destinada la estructura, con 50 cupos.

“No nos dejen solos en este compromiso de brindar la oportunidad a quienes no tienen posibilidad de estudiar”, pidió el sacerdote, quien señaló que en estos 12 años, varias niñas han podido avanzar en estudios superiores por la existencia de esta noble casa.