El Tarra es uno de los municipios del Catatumbo donde el impacto de la guerra, por décadas, ha golpeado a las familias campesinas. Muchas han caído en las redes de los cultivos ilícitos y otras han sido extorsionadas por grupos al margen de la ley.

En medio de ese panorama surgió un salvavidas para 58 familias, que se unieron para montar una asociación piscícola y consiguieron el apoyo gubernamental.

Así surgió en enero de 2014 la Asociación de Piscicultores de El Tarra (Asopistar), en la que se han invertido $820 millones, aportados por la Gobernación de Norte de Santander, Ecopetrol, el Departamento de Prosperidad Social (DPS), el Servicio Nacional de Aprendizaje (Sena), el Ministerio de Agricultura y la Alcaldía de ese municipio.

En gigantes estanques los campesinos están cultivando cachama blanca, mojarra y bochachico. Pasados 16 meses del inicio del proyecto, los resultados han sido exitosos y la iniciativa quiere replicarse en otros municipios golpeados por la guerra.

Al mes las familias están produciendo 15 toneladas de pescados y las ganancias las están ahorrando en un fondo rotatorio para garantizar la productividad de la asociación.

De acuerdo con la coordinadora de Asopistar, Egna Gómez Castañeda, al Estado solo deben reembolsar $180 millones, los cuales deben ser invertidos en el desarrollo de otros proyectos productivos en esa zona de Norte de Santander.

La producción, en su mayoría, se está comercializando en la Provincia de Ocaña y el sur del Cesar. Con parte de las ganancias construyeron un cuarto frío para conservar la producción.

“El impacto ha sido tan positivo que estamos pensando en adquirir un vehículo con sistema de refrigeración para abrir mercado en Bucaramanga y el interior del país”, dijo Fernando Amaya, otro de los beneficiarios.

El representante legal de Asopistar, Prudencio Claro, dijo que las familias han mejorado su calidad de vida y que unido a los cultivos de frutas, verduras y hortalizas, ahora generan ingresos con la venta de pescado.

Para garantizar que el negocio sea autosostenible, Claro dijo que están construyendo nuevos estanques donde reproducen alevinos de las tres especies que cultivan.

Historias de vida

“En El Tarra el recurso agua abunda en las fincas y con la piscicultura estamos generando empleo. Lo mejor es que es un negocio legal, antes con un kilo de coca uno se iba preso y ahora se puede vender hasta 50 kilos de cachama”, dijo Jesús Aníbal Solano, quien pertenece al comité de negocios de Asopistar.

Otra de las beneficiarias es Zuleima Díaz. “Antes vivíamos esclavos de un trabajo que no dejaba sino lagrimas y angustia y lo que ganábamos se esfumaba como arena en el viento”.

De acuerdo con Díaz la cría de peces les ha traído progreso a la región y lo mejor es que pueden involucrar sin temor a sus hijos, quienes alimentan a los peces y les ayudan con las atarrayas a sacarlos de los estanques cuando alcanzan el tamaño ideal.

José Eudoro Cárdenas es el propietario de la finca El Divino Niño y para él la piscicultura es un negocio rentable. “Cultivo plátano y cacao y para salir de la rutina invierto el tiempo libre en aportar a la asociación”.

Gracias a las ganancias ha sacado adelante a su familia y ahora viven felices con lo que produce la tierra, manteniendo armonía con la naturaleza.

Iván Guerrero, habitante de la vereda Motilandia, es otro de los beneficiarios. Él implementó un punto de venta  para el sustento diario y considera que la producción es muy buena para el municipio de El Tarra.

“La filosofía de la Asociación es devolverle a la naturaleza lo que nos da. Sabemos que como humanos hacemos parte del sistema natural y no somos sus únicos dueños”.

Las familias campesinas, en general, coincidieron en afirmar que así como ellos lograron posicionar en el corto plazo la piscicultura como su principal fuente de ingresos, en otros municipios pueden hacer lo mismo con otros productos. Para ellos lo único que se necesita es disposición y gestión.