En la antigua sede las clases se hacían hasta en la cocina por la falta de un escenario más apropiado.
Fundación se quedó sin sede y da clases en un pequeño rancho

A los 70 años, Victoriano Rueda pudo escribir y leer sus primeras palabras. Aprendió en una pequeña casa en El Minuto de Dios donde funcionó durante año y medio la Fundación Villadiegos y sus Paticas.
Cuando supo que la fundación se quedaría sin sede, porque las cinco voluntarias de Villadiegos no tenían cómo costear un mes más de arriendo, ofreció su casa para que las clases siguieran.
Aunque vive en un desbaratado rancho en El Tunal, les abrió las puertas de su hogar a los voluntarios y maestros de la fundación y a los vecinos que, como él, empezaron a validar la primaria y el bachillerato.
Cada fin de semana, la sala de su casa, los pasillos y hasta la cocina se convierten en improvisados salones de clase.
Felicidad y necesidad
Pese a que no hay pupitres y los estudiantes se sientan donde pueden, y otros llegan con sillas para recibir más cómodos las clases, las 20 personas que allí se educan están felices en medio de la necesidad.
Los Villadiegos lograron convencerlos de volver a las aulas y gracias a un convenio con la Corporación Siglo XXI han logrado graduar a siete bachilleres, entre ellos Ezequiel, un habitante de la calle que vivió un par de meses en la desaparecida sede de la fundación.
Jackeline Blanco es abogada y es una de las voluntarias y fundadoras de Los Villadiegos. Asegura que pese a que han tenido que trabajar con las uñas y que no reciben apoyo distinto al de parientes y conocidos, les alienta saber que le están cambiando la vida a un par de personas.
“Acá trabajamos con más ganas que recursos, y aunque ya no tenemos sede propia, seguimos fortaleciendo este proyecto para beneficiar a más personas pobres”, indicó.
Además de la validación escolar, la fundación gestiona cursos cortos con el Sena para brindarles una oferta más amplia a sus estudiantes. Esta vez, ante la falta de un sitio más adecuado, han tenido que limitarse en su oferta.
“No nos hemos dejado vencer por las dificultades y eso es lo que queremos inculcarles a nuestros estudiantes”, agregó Blanco.
Como la idea de Los Villadiegos es que nadie en el sector se quede sin estudiar, organizaron un programa para atender a los niños de sus estudiantes. Mientras los padres aprenden a sumar y restar, los niños aprenden valores a través del fútbol y reciben valoración psicosocial por parte de dos psicólogos y una trabajadora social que también hace parte de la fundación.
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