Kevin y Yesica, de 8 y 10 años, juegan a las escondidas frente a la sencilla casa de madera en la que viven. A pesar del calor que hace al mediodía, no se ocultan de los intensos rayos.

Están sin zapatos, y por eso cruzan raudos por encima de las piedras calientes y la tierra reseca que caracterizan las calles del asentamiento María Teresa. en la comuna 10 de Cúcuta.  

Aunque deberían estar estudiando, desde hace tres días no han salido de su casa, por falta de un baño. Las únicas veces que salen  lejos de su rancho es para acompañar a una de sus tías a buscar agua.

“Nos bañamos poquito porque hay poquita agua”, dice Kevin. “A veces llega el agua en carrotanque”, replica  Yesica, mientras señala una fila de frascos, baldes y pimpinas llenas de agua de la última recogida.

Mientras que en la mayoría de barrios de la ciudad hay continuidad en el abastecimiento de agua, en María Teresa la gente se acostumbró a vivir con poco del preciado líquido. El terreno parece desértico por tratarse de un asentamiento lejano.

Dice Rosalba Bayona, una de las líderes comunales, que las condiciones para los niños son las más graves porque es un terreno polvoriento y eso provoca enfermedades respiratorias.

Los vecinos han debido acudir a comprar el agua en pimpinas o potes “porque aunque ya hay tubería enterrada para conectarnos con el acueducto, esa tarea no se ha cumplido”, dicen.

“A nuestra comunidad llegó la Fundación V&C (Vergel y Castellanos) a prometernos que podíamos tener acueducto, muchos pagamos  por la tubería pero desde hace tres años no se ha podido conectar”, dijo Bayona.

En María Teresa habitan unas 300 familias y la única solución que le ven al problema, es la compra de una motobomba, pero hay personas que no tienen ni para una comida, señalan.

La mayoría familias compran el agua a un vecino que la trae en carrotanque, sin embargo, no todos pueden pagar los 20 mil pesos que cuesta el servicio de 2.000 litros de agua. “Acá el agua vale oro”, señala.