Aunque no se creó para dar clases, mediante un convenio con un colegio, promueve la enseñanza.
Centro Juvenil Don Bosco de Los Olivos se convirtió en escuela

-¿Padre cuando empiezan las clases?-, es la frase que más ha oído esta semana el sacerdote católico Jhon Fredy Hernández, coordinador del Centro Juvenil Don Bosco en Los Olivos.
Decenas de niños están ansiosos por retornar a clases en las instalaciones construidas por la comunidad salesiana. Aunque el centro juvenil no se creó precisamente para dar clases, desde hace un par de años se convirtió en ‘la escuela de los que no tienen escuela’.
Aquí no se discrimina a los niños extra edad, es decir aquellos que tienen una edad mucho mayor a la que deberían tener para cursar cierto grado; por el contrario les ofrecen un modelo educativo bastante flexible para motivarlos a no dejar las aulas.
Un convenio con el Colegio Teodoro Gutiérrez, de San Cayetano, permite que el proceso de aceleración del aprendizaje que realizan en el oratorio se válido para ingresar a un colegio de verdad.
A la par, profesores voluntarios se encargan de reforzar el aprendizaje en otro grupo desescolarizado.
Como la mayoría de los estudiantes son pobres tampoco se les exige uniforme. Los niños van en camiseta, pantaloneta y pantuflas.
“Acá nos preocupa más que los niños vengan a clase que cómo se visten, porque son personas que realmente vienen con lo poco que tienen”, explicó el sacerdote Hernández.
Aunque las clases se inician el lunes, las matriculas no tienen fecha de vencimiento, ya que por su cercanía al anillo vial occidental llegan a diario decenas de familias desplazadas en busca de cupos.
“Acá, no tener con qué comprar un cuaderno, tampoco es excusa. Gracias a las donaciones de particulares, podemos garantizarle útiles escolares a la mayoría de los niños”, explicó el sacerdote.
Con el animo de brindarle una mejor calidad de vida a los estudiantes, los salesianos empezaron a tocar puertas en las decanaturas universitarias de ciencias de la salud y educación, con el fin de conseguir pasantes que puedan prestar sus servicios en esta inusual escuela.
Otro de los ganchos que utilizan para que los niños no dejen las aulas es el comedor escolar. Mientras 58.021 estudiantes de colegios oficiales esperan que inicie el Programa de Alimentación Escolar (Pae) para tener un plato de comida, los niños de Don Bosco reciben desayuno y almuerzo de domingo a domingo.
Una donación del Banco Diocesano de Alimentos y la gestión de la comunidad religiosa de María Mazarrello hace esto posible.
Los niños de Los Olivos, Sabana Verde, La Fortaleza, Brisas del Mirador, llegan cuchara en mano a disfrutar de las comidas.
“Imagínese acá nos dan cereal y leche y en mi casa el desayuno es pan y agua”, explica emocionado uno de los pequeños comensales.
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