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Viernes, 23 Septiembre 2016 - 10:25am

‘Lo más importante es que se imponga la razón y no la emoción’

John Carlin, escritor y periodista británico, habló sobre el panorama por el que atraviesa hoy el país.

Edinsson Figueroa
John Carlin es autor del libro ‘El factor humano’, que cuenta la historia de Nelson Mandela y el proceso de paz de Sudáfrica.
/ Foto: Edinsson Figueroa
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El de Sudáfrica es uno de los procesos de paz más emblemáticos del mundo, que ha servido de lección para muchos países que, como Colombia, han intentado ponerle fin a un conflicto interno de varias décadas. 

John Carlin, escritor y periodista británico, tuvo la oportunidad de seguir de cerca el proceso de negociación que se vivió en aquella nación, de manos de su presidente Nelson Mandela.

Carlin, quien plasmó esta historia en el libro ‘El factor humano’ estuvo esta semana en Cúcuta, invitado por la Cámara de Comercio de la ciudad, para hablar de su experiencia en aquel acontecimiento y de lo que esto significó para el mundo.

Dijo que hoy todos están mirando a Colombia por la oportunidad que tiene en sus manos de finalizar una guerra de más de medio siglo con las Farc y ser ejemplo para los demás.

Consideró que el plebiscito al que se enfrentarán los colombianos, la próxima semana, será la posibilidad de elegir entre el futuro o el pasado.

La Opinión conversó con Carlin sobre el panorama por el que atraviesa hoy el país.

¿Cree que en Colombia ha faltado ese ‘factor humano’ para que el país se convenza de este proceso de paz?

Sí. Se habla mucho del factor humano y eso puede asociarse con el perdón. Sin embargo, hay algo que cuestionó en este concepto del perdón. La gente que está a favor del ‘No’ dice que no hay que perdonar a estos asesinos y yo digo que la palabra no es perdonar. En Sudáfrica tuve dos íntimos amigos, uno que fue como mi hermano, y ambos fueron asesinados por el régimen. Sé, en uno de los casos, quién fue el autor intelectual y sé que a este se le concedió la impunidad. Nunca pagó por sus crímenes. A este señor lo detesto y lo odiaré hasta el día que me muera, pero acepto, con la parte fría y racional de mi cerebro, que lo mejor para el país era que este tipo no sufriera las consecuencias de sus crímenes y que no lo castigaran porque eso iba a desatar una violencia mayor y el futuro del país iba a estar en riesgo. Entonces, digo que no es tanto ese factor humano de perdonar, sino de aprender a tragarse esa amarga píldora y poder convivir con esta gente, sin querer matarlos.  

El hecho de que el acuerdo de paz se haya politizado, ¿afecta su verdadero objetivo?

Sí. El error es politizar un asunto tan importante como este. Hay que apelar al bien común. No estoy de acuerdo con quienes dicen que aceptar estos acuerdos es traicionar a los muertos. Yo en cambio digo que si no se aceptan, sí sería traicionar a los vivos y a los que están por nacer.

¿Cuál es para usted la principal ganancia si los acuerdos son refrendados por los colombianos?

Para empezar, la imagen de Colombia ante el mundo va a cambiar drásticamente en caso de que gane el ‘Sí’. Y la imagen no es solo una cosa de vanidad. Esta imagen se traduce en inversiones extranjeras, en turismo. En Sudáfrica, durante la época de las negociaciones, había cero turismo. Hoy, más de 20 años después del acuerdo de paz, un promedio de 12 millones de turistas llegan al año. Eso es un barómetro de la economía en general. Entonces, hay tantos beneficios, tan claros, que no tienen nada que ver con la política, que van a ofrecer una oportunidad al país.

¿Y cuáles serían los costos del ‘No’?

Colombia tiene el 2 de octubre la oportunidad de hacer un ridículo mundial si opta por el pasado. Si fuera colombiano estaría harto de saber que en el resto del mundo piensan que habito un país de narcotraficantes, de violentos, de salvajes. Qué fantástico poder cambiar eso. Con el voto por el ‘Sí’, Colombia será visto como un país ejemplar. Como un país que ofrece una luz en un contexto internacional en el que hay mucha oscuridad. 

¿Es la cárcel una condición necesaria para que se resarza el daño causado?

En este país, donde hay tanta criminalidad, ¿cuánta gente paga por sus crímenes? ¿En qué porcentaje? Si queremos hablar de justicia e impunidad, este es un problema que va bastante más allá que las Farc. Lamentablemente, este relativo grado de impunidad es un factor sine qua non en una negociación de este tipo. En Irlanda del Norte, hubo mucho terrorismo, muchos muertos y al final los cabecillas no pagaron por sus crímenes. Ese es el precio que se pagó por la paz y la prosperidad. Yo diría, aunque suene frío, y pensando no en las personas del pasado sino en los hijos del futuro, que este es un precio que vale la pena pagar.

Usted es partidario de que en un proceso como el que está viviendo Colombia lo más importante es  que se imponga la razón y no la emoción. ¿Por qué?

Creo que esto es una disputa entre la razón y la emoción, entre la fría lógica y los sentimientos primarios, pero también es una disputa entre el pasado y el futuro. Entre estancarse en los rencores, muy comprensibles del pasado, o pensar en nuestros hijos, nietos, y los hijos de nuestros nietos. Hay que elegir entre un modelo como el de Irlanda del Norte o Sudáfrica o el de Israel y Palestina, en donde ha habido todos los intentos por negociar, pero al final todo falla  porque la gente está estancada en el lodo de los rencores del pasado. Esta es la lección.

Usted describe a Mandela como un político que sabía vender las ideas. ¿Tal vez esto es lo que faltó aquí para que el país no se dividiera en torno a la paz?

La colosal suerte que tuvo Sudáfrica es que justo en ese momento de la historia apareció Mandela, el gran vendedor. Un político es un vendedor de ideas. Un político tiene que convencerte de que sigas su camino y él era un genio para esto. Claramente, y como el mismo Santos lo reconoce, él no es un personaje carismático, vendedor de ideas. Es más un técnico y  un tipo muy perseverante. 

¿Cree que el histórico acuerdo que se alcanzó en La Habana sí llegará a feliz término?

Por supuesto que es posible. Además, se ha invertido un esfuerzo colosal durante cuatro años. Considero que independientemente de cuál sea la postura de unos y otros con respecto del ‘Sí’ y el ‘No’ hay que reconocer el trabajo titánico que han hecho personajes como De la Calle, Jaramillo y demás en La Habana, para hacer posible esto. Han sacrificado sus vidas personales. Por su puesto que este no es un acuerdo perfecto, pues nunca lo va a hacer.

Lucy Araque

lucy.araque@laopinion.com.co

Redactora Política. Trabaja en La Opinión desde 2007.

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