En el caso del plebiscito sí que resulta cierta la conocida frase según la cual, “en política la victoria tiene miles de dueños y la derrota ninguno”.. Al interior del gobierno nunca nadie discutió seriamente si era conveniente o no someter a refrendación popular el acuerdo final con las Farc. La idea siempre estuvo en la cabeza del presidente Santos desde el inicio de la negociación como parte de la estrategia política y, a pesar de las dificultades del proceso, existía en todo el equipo y el gobierno en general la convicción de que más allá de los debates y las mentiras de la oposición, el pueblo colombiano al final preferiría en forma contundente un acuerdo imperfecto que continuar con la guerra. Se subestimó la indignación que lograron generar los del NO a la posibilidad de que los comandantes de las Farc no pagarían con cárcel sus crímenes y tendrían curules en el Congreso de manera inmediata. Además, se ignoró la disminución de la popularidad del propio Santos, sin considerar que en un plebiscito la gente vota finalmente la gestión integral del gobierno que convoca, que, para la época, por distintas razones, ya acusaba un desgaste inevitable e innegable. 

Frente a este panorama desde el 23 de junio de 2016, cuando se pactó el cese bilateral al fuego, comenzó una carrera contra el reloj para suscribir el acuerdo final porque se aproximaba el inicio de la campaña electoral y con ella los problemas para su implementación. Se consideró indispensable refrendar el acuerdo antes de terminar el 2016 y para ello la votación tendría que realizarse en octubre porque se aplazó una reforma tributaria necesaria ante el desplome de los precios del petróleo que afectó severamente las finanzas públicas. Mauricio Cárdenas advertía que la fecha límite para radicar la reforma era la primera quincena de octubre, con lo que las únicas fechas posibles para el plebiscito eran el 2 o el 9 de octubre. Y para hacerlo en esas fechas debíamos tener acuerdo final al menos un mes antes como ordenaba la ley de plebiscito. 

(...) La campaña fue errática, caótica, poco ciudadana, muy gubernamental y en exceso política. Y obviamente con sobredosis de confianza que comenzaba en la misma actitud de Santos, cuyo optimismo proverbial es reconocido y en este caso aún más, acentuado con razones válidas. Nadie nunca imaginó ese resultado. Ni en el bando de los ganadores ni en el de los perdedores. 

(...) Al  salir del saludo a la Misión de Observación Electoral de la OEA que encabezaba el expresidente de Guatemala, Álvaro Colom, los edecanes de casa militar me llamaron porque el Presidente esperaba en el ascensor. Allí me preguntó que sabía de los anuncios de un huracán que caería sobre la costa caribe, la primera y última de ese tipo en el país.  Los pronósticos eran complicados.. Quedamos en hacer seguimiento al fenómeno climático que confiamos no afectaría el día electoral. Nunca los huracanes o tormentas tropicales  que afectan a Estados Unidos legaban hasta las costas colombianas. A Santos le preocupaba su efecto sobre la participación ciudadana para efectos del umbral. No la mayoría del SI.

(..) Hacia las 10 am la preocupación del Presidente comenzó a aumentar por la participación y preguntó que podíamos hacer. Varios gobernadores, congresistas y amigos de la región caribe llamaron a contarle que ante los aguaceros nadie salía a votar. Pedí calma e hicimos una nueva ronda por las capitales de la Costa. Los mandatarios territoriales, partidarios todos del SÍ, plantearon la posibilidad de prolongar la jornada electoral en algunos de esos departamentos. Poco después llegó al Ministerio Luis Guillermo Vélez, Secretario General de la Presidencia, con una carta dirigida al Consejo Nacional Electoral para mi firma, en la que se solicitaba la ampliación de la jornada electoral en la Costa Atlántica por dos horas. Tras evaluar con mi equipo concluimos que era jurídicamente inviable y políticamente impresentable. Las normas del Código Electoral solo permitían esa clase de decisiones a la autoridad por motivos de orden público y específicamente exigían un requisito: que las mesas electorales no se pudieran 
instalar para garantizar el voto ciudadano. En este caso con dos o tres excepciones ya las mesas funcionaban. Y las circunstancias del clima no parecían una razón válida para ampliar el horario de votación. Sería entregar a la oposición todas las armas para acusar al gobierno, ahora sí con algún fundamento, de fraude electoral. Sin embargo, solicité opinión al Registrador y a algunos integrantes del Consejo Electoral, quienes dudaban de la viabilidad legal de una decisión de esa naturaleza.  Al interior del organismo las diferencias eran evidentes y su Presidente Alexander Vega, entusiasta partidario de la paz, impulsaba de buena fe esa idea francamente inconveniente. Así también lo consideraban varios de sus compañeros magistrados. 

(..) Sin desconocer las equivocaciones cometidas durante la campaña por el gobierno, no cabe duda que la eficaz estrategia de los promotores del NO jugó un papel decisivo en el resultado final y se basó de manera descarada en las mentiras. Sin siquiera tener en cuenta el texto del acuerdo para hacer un debate serio sobre su contenido, prefirieron inventarse un acuerdo con las versiones más extremas y estrafalarias con un único fin: “buscar que la gente saliera a votar verraca” en palabras del mismísimo gerente de la campaña del NO, el exsenador Juan Carlos Vélez, a quien llovieron rayos y centellas desde la orilla del Centro Democrático por la imprudencia cometida en un reportaje pocos días después al diario La República. Entre las principales, las más eficaces, descaradas y exóticas, que lamentablemente muchos colombianos creyeron, se encontraban las siguientes: 

- Ideología de Género. A los contradictores del acuerdo de paz se les apareció la virgen cuando en el mes de agosto en un trabajo de rutina que hace el Ministerio de Educación de publicar unas cartillas para orientar a los profesores de la educación básica sobre la forma de enseñar educación sexual a los niños, aparecieron términos y conceptos que una asociación de colegios cristianos consideró introducían la ideología de género a Colombia. Al principio la discusión no tuvo mucho eco en los medios y en la opinión, pero muy pronto de manera hábil el expresidente Uribe con la ayuda de Alejandro Ordóñez relacionaron la cartilla con el acuerdo de paz y afirmaron que, con el texto, que contenía un muy conveniente enfoque de género para privilegiar los derechos de la mujer, se implantaría en Colombia la ideología de género. Es decir, en pocas palabras, según ellos se promovía el homosexualismo en el país y se desconocía la familia tradicional. Días después las iglesias católicas y cristianas convocaron manifestaciones en las principales ciudades del país que movilizaron miles de ciudadanos despistados y manipulados. 

_ Eliminación de los subsidios de Familias en Acción y Adulto mayor. Con el propósito de conseguir adeptos en los estratos bajos de la población, tradicionalmente afectos a las negociaciones de paz, la campaña del NO de manera perversa se inventó la versión, a través de las redes y watts app, de que si se aprobaban los acuerdos el gobierno eliminaría subsidios de Familias en Acción a más de 2 millones de personas que los recibían y de Adulto Mayor a casi 1.500.000 ancianos. Esa plata, aseguraban sin pena, se destinaría al mantenimiento de los miembros de las Farc, a quienes se les pagarían 2 millones de pesos mensuales. (La suma acordada fue el equivalente al 90% de un salario mínimo de la época, poco más de $700.000)

- La llamada ley Roy Barreras fue una de las más efectistas y eficaces. Circulaba profusamente en las redes la versión según la cual el senador Barreras, líder del partido de la U y al tiempo negociador en La Habana, impulsaba un proyecto de ley que establecía que a cada pensionado en Colombia se le descontaría el 7% del valor mensual de su pensión con destino a pensionar a integrantes de las Farc enfermos o que hubieran cumplido edad de jubilación  

_El castrochavismo. Gobierno de transición encabezado por Timochenko. Arreció en la etapa definitiva de la campaña la acusación de que Santos conducía a Colombia hacia el castrochavismo, la venezolanización. Esto en momentos en que cada día crecía la ilegitimidad del régimen de Maduro, los conflictos en la frontera y la salida de venezolanos hacia nuestro país en condiciones de pobreza extrema o perseguidos por el régimen. Para adobar esa acusación, se aseguraba que Timochenko haría parte de un gobierno de transición con Santos. 

- El director de la policía sería impuesto por las Farc y un número de los desmovilizados haría parte de la policía. Siempre se trató de colocar a las fuerzas militares y de policía en contra del acuerdo con las Farc con mentiras sobre la justicia transicional y acudiendo al honor de nuestros soldados y policías frente a su enemigo histórico. Como resultaba insuficiente, resolvieron esparcir en cadenas de whats app con sus cientos de miles de familias, la versión de que un comandante de las Farc sería designado Director de la Policía y un número importante de integrantes de la guerrilla se vincularían a las fuerzas Armadas. 

- Expropiación de tierra a sus propietarios para entregarla a las Farc. En contra de toda evidencia y del propio texto del acuerdo que en su punto de desarrollo agrario integral dejaba claro que la figura de la expropiación se mantenía como estaba en la Constitución Nacional desde 1936, los opositores se inventaron que llegarían las expropiaciones con el fin de entregar tierra a los guerrilleros. En el acuerdo de habló de formalización de la propiedad rural a los campesinos y la creación de un Fondo de Tierras con baldíos y tierras en extinción de dominio, para distribuirla entre los campesinos, no para las Farc. 

- (...)Con toda la plata guardada en las caletas que no entregarán ganarán las elecciones. Lograron realmente aterrorizar a los colombianos frente a la posibilidad de que en marzo las FARC  arrasaran en las elecciones parlamentarias con toda la plata que invertirían, sumada a la que el estado les regalaría. La votación final de las Farc fue de 52.532 votos, apenas el 0.34%, y el municipio en el que sacó más votos proporcionalmente fue La Uribe con el 24%. Las elecciones parlamentarias y presidenciales las ganó precisamente el Centro Democrático. Uribe afirmaba que la mermelada no sería nada comparada con la fortuna de las Farc en elecciones.

Las Farc no van a entregar las armas. Contra toda evidencia de nuevo, afirmaban sin ruborizarse que las Farc no entregarían las armas y si lo hacían seria de manera incompleta, ignorando que la verificación de la dejación estaba en manos, ni más ni menos, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Olvidaron también, con total cinismo, el espectáculo de la entrega de armas de los grupos de auto defensa que sin ninguna clase de verificación devolvieron puros fierros viejos. En este caso, el armamento entregado por las Farc y después extraído de las caletas con supervisión de Naciones Unidos fue ejemplar, frente al cualquier proceso en Colombia y el mundo.

(....) Los enemigos del acuerdo repetían hasta el cansancio, aún lo hacen hoy como en un disco rayado, que Santos había entregado el país a las Farc. Hace poco tiempo dije a Rafael Nieto, uno de los más duros críticos del acuerdo que mantiene ese discurso, que finalmente con este acuerdo Santos no entregó el país a las Farc sino a Uribe. Hay que rescatarlo.