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Domingo, 31 Marzo 2019 - 4:30am

A la gente la siguen desapareciendo: Luz Marina Monzón

Con un proyecto piloto en Nariño y Norte de Santander, se espera identificar 2.100 cuerpos.

Colprensa
Luz Marina Monzón.
/ Foto: Colprensa
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Luz Marina Monzón asumió hace un año las riendas de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, con el fin de coordinar, con un propósito humanitario, las acciones de búsqueda de desaparecidos y unificar, en una sola base de datos, las múltiples cifras que aumentan la incertidumbre de muchas familias en Colombia.

Este jueves, la entidad presentó un balance de su gestión en el último año. Hoy en día, desarrolla un  proyecto piloto en Nariño y Norte de Santander, con el que espera identificar 2.100 cuerpos, de manera conjunta con Medicina Legal y la Fiscalía, y en lo que queda del año espera llegar a 17 regiones del país afectadas por el conflicto armado.

El mayor reto será poner nombre y apellido a los más de 80 mil desaparecidos que se calcula hay en el país, una tarea nada fácil que implica recolectar, clasificar y cruzar la información de cada una de las víctimas una hoja de ruta que lleve a respuestas y a la reparación de las familias.  

La funcionaria, que ha dedicado este tiempo a sumergirse en el territorio nacional con el objetivo de dar respuesta a las víctimas que después de décadas de sufrimiento, habló sobre el trabajo que se viene adelantado.

¿En qué ha podido avanzar la UBPD en su tarea con los desaparecidos?

Tras la firma que puso en pie la entidad, se ha venido trabajando en una implementación de las acciones necesarias para crear una institución firme y así dar inicio a su funcionamiento. En este tiempo, hemos pasado a la aprobación de un marco jurídico que ha ayudado con todas las condiciones de implementación, siendo esto ratificado con la sentencia de la Corte Constitucional. Luego de esto, seguía la incertidumbre del presupuesto para la Unidad. Ya luego dimos paso a los términos operativos en la estructuración y de una vez nos lanzamos al diagnóstico de cómo será nuestro trabajo de campo dándole vida a la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas.

¿En qué consistió ese sumergimiento en las regiones golpeadas por el conflicto armado?

Desde febrero del año pasado empezamos un trabajo de construcción de esta entidad, pero con dos soportes: El primero de ellos era un aporte de asesoramiento técnico con actividades en el territorio llevando a cabo reuniones con 500 víctimas en 25 lugares del país. A partir de ahí, iniciamos nuestra labor misional de indagar cuáles eran las expectativas de ellos frente a la Unidad, qué esperaban, querían y qué les preocupa en relación a lo humanitario, para así dar respuesta a lo que hasta el momento el Estado no ha podido.  

Durante el tiempo en campo también conocimos los procesos de búsqueda o desaparición que había en el territorio y qué autoridades estaban presenten en esos lugares y con competencia sobre el tema. A lo largo de este diálogo fuimos recibiendo insumos muy importantes de casos y de retos territoriales de la búsqueda y en la construcción de una mejor institución. Cada territorio tiene su particularidad, así que decidimos enfocarnos en eso y esto nos permitió conocer y sentir las necesidades familiares.

¿Qué papel jugarán las familias?

El papel de ellos será central y no es un discurso, incluso así es como está diseñada la estructura de la unidad. Aquí es clave que la gente conozca que la unidad tiene tres direcciones: La primera de ellas es una dirección de información, la segunda una dirección forense – que evaluará la búsqueda, recuperación e identificación de los cuerpos – y estas dos direcciones deberán estar apoyadas y asesoradas por una dirección de participación, que es el tercer enfoque. Esta última cobra mayor importancia porque en su papel clave deberá garantizar la participación de los familiares en cada una de las fases del proceso de búsqueda, pero también brindarles asesoraría, con el fin de que cuando los familiares vayan a entregar la información conozcan para qué se recoge y qué se hará con ella.  

Eso suena bien, pero no se puede desconocer que las personas en los territorios continúan con miedo de entregar información sobre los desaparecidos. ¿Qué se hará para mejorar?

Lastimosamente, la situación ha venido empeorando porque el conflicto en el territorio se ha incrementado. La gente sigue teniendo miedo e inseguridad. De hecho, hubo sitios a los que fuimos y en los que después nos enteramos que personas fueron desaparecidas, sobre todo líderes de la región, un ejemplo de ello es Putumayo. Todo esto inhibe y hace que la gente diga que no estamos mirando el pasado, sino que estamos mirando el presente combinado con lo que ya pasó, donde el conflicto resurge con un mayor terror. Entonces, la unidad tiene que afrontar, por un lado, el tema del miedo por el contexto de conflicto, pero también el miedo de que pueden ser amenazados, desaparecidos o asesinados y esto es un punto grave. Nosotros brindaremos nuestro mayor apoyo para generar garantía, pero hay una realidad que no se puede negar y es que a la gente la siguen desapareciendo, esto no es un crimen que se quedó en el pasado sino al contrario.

A parte del miedo por erradicar en las regiones, ¿con qué otros desafíos se encontraron cuando visitó el territorio?

Sumado al miedo, hay un desafío sobre la búsqueda en fronteras, porque hay cuerpos que están en cementerios fuera del país.

¿Ya conocía de esto?

No, yo no. Pero algunas personas lo tenían claro. Esto ya se ha venido trabajando en el país, específicamente en Nariño. Allí habían avanzado bastante en ese tema con las autoridades locales y las organizaciones tratando de movilizar un acuerdo binacional, pero eso depende de los procesos locales.

Y en cuanto a las desapariciones en los ríos y fosas, ¿qué encontró?

Todos los ríos del país están involucrados en desapariciones. La pregunta permanente de las comunidades fue cómo íbamos a buscar en ríos. También están las fosas y los hornos en Norte de Santander, particularmente, pero también en Buenaventura. Como ve, estos son los desafíos para esta unidad, que no solo se encarga de buscar a los desaparecidos forzados sino a las personas dadas por desaparecidas como secuestrados, a los que las familias dejaron de saber dónde están, los reclutados e incluso los combatientes tanto del Estado como de las fuerzas irregulares.

Otro tema fueron los cementerios, en particular el de Tumaco, donde dialogamos sobre el reconocimiento local que vienen adelantado y que es muy fuerte. Ahí ya hay una mesa de desaparición que ha trabajado mucho y que tiene un diagnóstico de la situación, no completo, pero sí una idea articulada distinta a las instituciones.

¿En la recopilación que han venido desarrollando ya han logrado consolidar el panorama de cifras que tanto discierne en el país?

No, cifras consolidadas no hay. Nuestro norte sí es la consolidación de la información, pero en este momento lo que estamos haciendo es buscando información, recibiéndola y archivándola para iniciar con los análisis. En esto hemos recibido información de distintas fuentes, tanto de sociedad civil y familiares, que están haciendo documentación de sus casos. Así mismo, el Instituto de Medicina Legal nos ha permitido el acceso a la información que hay allí para cruzarla y poder tener algún dato. Por otro lado, del Centro Nacional de Memoria Histórica hemos recibido bastante apoyo y en estos momentos estamos en un proceso de firmar un convenio con la Fiscalía General de la Nación, para poder tener acceso a expedientes e ir armando el consolidado que tanto necesita el país.  

Un factor en este proceso ha sido la información entregada por la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), sobre el caso 01, que es secuestro, y así sucesivamente vamos consolidando, a través de distintas fuentes, toda la información de forma seria sobre los desaparecidos. En todo caso, el gran reto nuestro, que es el que ha tenido el Estado y que no lo ha consolidado, es tener centralizada y completa la información.  

¿Qué garantía dará esto a las víctimas?

Doy un ejemplo, a nosotros nos llegan solicitudes de familias víctimas a las que les tomaron muestras y luego les tomaron otra, repitiéndose así el proceso y sin saber por qué. Entonces con el acceso a la base de datos de Medicina Legal podremos ir aclarando algo que para los familiares es fundamental y son las dudas en torno a todo el proceso. Uno piensa que lo fundamental para el familiar es la devolución del cuerpo o de la persona, pero no es solamente eso, para el familiar es importante todo lo que sucede durante el proceso y esa es nuestra tarea particular: lo humanitario.  

¿Qué regiones tendrán prioridad en este trabajo de campo?

Estamos justamente en esos diálogos territoriales que nos han ayudado a ver los distintos desafíos. Adicional a esto, el trabajo es con y para los familiares, y ya tenemos un referente sobre esto para poder desarrollar la tarea. Estamos en el proceso de la definición de los lugares. Por supuesto hay lugares que claramente van a hacer parte de nuestra presencia territorial partiendo desde mayo y entre los sitios esta Norte de Santander, Magdalena Medio y Putumayo.

Desde 2016 nació un Comité Nacional de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas dirigido por las FARC, ¿han trabajado con ellos?

Claro, con ellos hemos venido hablando y trabajando desde 2017. Hemos sostenido reuniones para comprender el trabajo que han hecho y cómo lo estaban haciendo, cuál había sido el desafío. Aquí es importante enmarcar que este Comité nace como una manera de cumplir con los Acuerdos divulgados a través del comunicado 062 del 2015 y que son las acciones humanitarias para generar confianza, por lo que nace esta acción integrada por los miembros de las Farc con una coordinación nacional, pero con unos equipos en territorio que se fueron organizando para encontrar a las personas de los que ellos tienen información. Este apoyo ha sido vital porque suma un desafío adicional y es que no es suficiente que tengan voluntad y que tengan disposición a entregar información, sino que debe haber garantías.

Ante los tropiezos que ha tenido la implementación de los Acuerdos de Paz, ¿qué sentimiento le expresan los excombatientes sobre las garantías tras salir de la selva?

En este momento hay mucha incertidumbre, mucha inseguridad. Pero a la vez me han trasmitido que hay voluntad de querer seguir apoyando, trabajando porque se encuentren a los desaparecidos. Nosotros estamos trabajando con este Comité, pero también estamos trabajando con otras personas que dan información en casos muy concretos sobre los desaparecidos. Sin embargo, la incertidumbre ha germinado en preocupación sobre el cumplimiento de los compromisos.

Usted mencionaba el aporte de la JEP en la entrega de información. ¿Tras las objeciones del Gobierno a seis artículos, qué mirada tienen?

Firmar la paz en términos de un convenio, no como el derecho garantizado, fue muy difícil. Hace más de 30 años el Gobierno colombiano, en cabeza de Belisario Betancur, firmó unos acuerdos con las Farc, no eran el cierre de las hostilidades, era el camino para ello, pero no hubo condiciones para que eso se consolidara. En ese momento se acordaron varias cosas que darían las condiciones como, por ejemplo, la creación de un partido político que terminó siendo exterminado. En esta época logramos tener la fortaleza suficiente para arrancar con el camino de implementar la paz y ha sido difícil, pero prima el haberlo hecho. Construir la paz va mucho más allá de lo escrito en las páginas del Acuerdo Final, esto compromete un proceso de transformación en el que debemos mirarnos al espejo y reconocer que hay cosas que deben cambiar.  

Para mí eso en este momento se siente amenazado, no hay una voluntad de hacer ese proceso. Hay todo un miedo de hacer esas transformaciones que necesitamos, no es particular. Estamos pasando por una etapa en el que hay miedo y donde además hay un contexto de que cierto sector de la sociedad considera que la decisión de construir la paz no es de todos y el gran reto que nosotros tenemos es cambiar esa mirada. Este país requiere que la paz no sea una bandera que le pertenece a una persona o a un sector, sino que es una decisión de sociedad como derecho para transformar las condiciones que no le permiten la igualdad, que no le permiten la dignidad, que no le permiten la participación y el reconocimiento, pero que sí abren la puerta a la violencia.  

En todo el proceso de paz ha habido fuertes críticas y su entidad no se salva de ellas. La que prima es que para cuándo habrá cifras. ¿Qué responde?

Lo primero que quiero aclarar es que yo no juego contra el tiempo, no lo asumo de esa manera. La Unidad tiene que buscar a los desaparecidos y no es un proceso que solo sea abrir fosas y ya, sino que va mucho más allá. El abrir fosas y contar muertos nos da respuestas sobre los desaparecidos, hay todo un grupo de información de Justicia y Paz sobre fosas, esto no se trata de hacer huecos, sino que se necesita una hipótesis confiable, sólida de lo que se va a encontrar.

Creo que Justicia y Paz fue un esfuerzo muy importante en términos de darle lugar a muchas personas que cometieron atrocidades en este país para que hablaran de lo que habían hecho, de haber dado información sobre los lugares donde habían dejado huella, pero creo que tenemos que dar un paso adelante de esa experiencia y aprender de lo que fue, que radica en que se recuperó cuerpos que aún siguen sin identificar porque se pasó por alto el proceso. Lo segundo, es que estoy corriendo contra el tiempo de que las familias se sientan reconocidas, incluidas, dignificadas en su proceso de búsqueda y que la Unidad las acompañe y asesore en ese tránsito de saber qué pasó con su ser querido, más allá de que siga con vida o no. Estoy trabajando para que demos pasos firmes, seguros, en la medida de las posibilidades, nadie dice que no nos vamos a equivocar, ojalá sea lo menos posible, pero lo que sí quiero es que la Unidad aprenda de las experiencias y fije una ruta que sea reparadora, respetuosa y que sea más cierta en el hallazgo de los desaparecidos y no solo por botar números en el afán.

Pese a que no hay un imaginario sólido ¿cree que se encontrarán todos los desaparecidos?

No, de hecho los familiares también son conscientes de ello. Cuando un familiar le dice a uno ¿cómo van a buscar en los ríos? ¿cómo van a buscar en el mar? ¿cómo van a buscar en los hornos?, ya tienen claridad de que ahí es un escenario de dificultad para encontrarlos, sobre todo si han pasado 30 años, pero ellos necesitan saber qué se puede hacer para buscar. Entonces, tanto ellos como la Unidad somos conscientes de que hay circunstancias que se escapan al control. Si tomamos la cifra del Centro de Memoria estamos hablando de más de 100.000 personas desaparecidas.

En todo este proceso, ¿qué apoyo internacional ha tenido la Unidad?

Mucho. Ha sido de distinta naturaleza, desde asesoramiento técnico como apoyo político en términos de asesorarnos con recursos económicos. De hecho, empezamos nuestras labores con recursos de cooperación internacional junto con un intercambio de experiencias con otros países que han caminado el proceso y la búsqueda desde modelos distintos de lo que ha sido hasta ahora, y tener esas experiencias comparadas ha sido muy valioso en la construcción de las herramientas para nuestro país.  

La Unidad está trabajando el programa de Justicia para la Paz Sostenible de Usaid, ¿en qué consiste?

Usaid tomó la decisión de que a través de este programa se iba a apoyar a las víctimas. Una de las líneas de ese proyecto es fortalecer a las entidades que están trabajando en pro de las víctimas del conflicto armado. A nosotros, en un primer momento, nos apoyó con un intercambio internacional el año pasado, con gente de Guatemala, Argentina, El Salvador, Norteamérica, donde expertos en temas de violencia hablaban sobre reparación y sobre los desafíos a los que se enfrentaría la Unidad.  

¿En qué los apoya ahora?

En algo de gran valor y son los problemas de identificación de los cuerpos encontrados. En el marco de Justicia y Paz se encontraron muchos cuerpos que a hoy continúan sin nombre y apellido, entonces estamos identificando con un grupo de Usaid por qué pasa esto. Hemos optado por hacer una prueba piloto en Nariño y otra en Norte de Santander, para identificar cuerpos que fueron recuperados, es que en total hay más de 25.000 N.N. y eso es grave, porque se van acumulando y yo no busco llenar bodegas de cuerpos mientras las familias sufren. El cuerpo no dice quién es sino la información que se recopile, desde el ADN hasta los registros históricos, y en eso hemos tenido soporte del programa.  

¿Qué viene para la Unidad?

Fortalecer el mecanismo de esperanza y dignificación para las víctimas que buscan a sus seres queridos, que se fortalezca la credibilidad y la confianza de la Unidad. Viene más trabajo de campo para ir poniendo nombre y apellido a los tantos desaparecidos del país.

 

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