En Bogotá asumió la dirección el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud.
El padre Wilfredo Grajales no abandona la actividad política
Sacerdote de la iglesia católica, Wilfredo Grajales ha tenido visible liderazgo en la comunidad religiosa y a través de esta entre los sectores sociales a los cuales se ha vinculado. Su desempeño como educador es relevante. Pero, además no es ajeno a la función política con un pensamiento de alcance social. Y con esa perspectiva asumió su candidatura a la Alcaldía de Cúcuta en las elecciones del 25 de octubre de 2015. No fue elegido. Sin embargo, tiene la decisión de seguir. Y el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa lo nombró director del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud. Ya tomó posesión de ese cargo y desde allí espera servir a la comunidad.
¿Qué lección le deja haber sido candidato a la Alcaldía de Cúcuta en las elecciones del 25 de octubre de 2015?
Aprender es una actividad humana que asumo con particular pasión. Para algo tan intenso como una campaña política en Cúcuta habrían muchísimos aprendizajes: que acá, como ayer en la Grecia antigua, la democracia sigue siendo el peor de los sistemas políticos excepto por todos los demás. Que el desafío del cambio somos las personas y ese camino solo se recorre educando. Allí debe hacerse la más alta apuesta, pues elegir es algo que se vuelve bajo y le queda grande a quienes no la hacen suya. Que paciente no es solo el usuario del sistema de salud sino el título que por virtud debería tener el actor político. Que elegir mal no deja a unos “quemados” sino a todos en esa condición. Quien cree ganar votando mal, se enfrenta a la peor frustración de su vida. Que el proceso de cambio sí se puede, si antes, sí se quiere. Como me decía mi papá de niño: “comida le doy, hambre no puedo”.
¿Volverá a asumir esa prueba?
Si. Ni en el departamento ni en el municipio soplan vientos que nos permitan pensar en algo diferente a radicalizar nuestros deseos de compromiso con el servicio de todos, sobre todo a aquellos que más necesitan.
¿Cómo vio en ese proceso el ejercicio de la política?
Lo hemos convertido en el negocio y vanidad de unos pocos, sustrayendo de él lo más virtuoso, el bien general, la pasión y sacrificio que hace feliz. Eso que Tagore expresa de forma poética: “dormía y soñaba que la vida era alegría, desperté y vi que la vida era servicio, serví y vi que el servicio era alegría“. En política hemos tramutado las cosas hasta hacer que el que nos sirvan sea el sueño que nos deje dormir y nos de alegría. Trágica realidad que debemos corregir.
¿Por qué prefirió ese empeño electoral cuando tenía un importante espacio académico en Europa?
Procuro hacer que mis cálculos partan del beneficio a los demás que es el empeño de mi vida. Articulo mis prácticas desde el credo en un Dios que apuesta hasta el absurdo por las personas, que solidario ama sin medida a todos y se compromete, acompaña, apoya, nos levanta de forma incondicional y permanente. Desde él es fácil preferir lo que puede servir a los demás sobre lo que puede solo ser cálculo personal.
Ahora tiene nuevas responsabilidades en el Gobierno del Distrito Capital de Bógotá. ¿Cuál es su alcance?
Con enorme gratitud y máximo compromiso asumo el espacio tan importante que Enrique Peñalosa me ha dado en su administración. Siento la confianza de un excelente ser humano e invaluable administrador que nos invita a todos los bogotanos en general y a mí en particular a construir la ciudad que soñamos para las nuevas generaciones. Estoy en un punto estratégico de la acción social de esta administración que me compromete y honra. Hoy, mi compromiso con Cúcuta es un radical empeño en Bogotá.
¿Las políticas sociales en Colombia están a la medida de las necesidades o de las soluciones de los problemas que agobian a la población nacional?
Los problemas son legión. Las políticas marchan con rezago frente a una realidad tan dramática. Hay mucho que mejorar en ese camino y el desafío de quienes allí asumimos responsabilidades es máximo.
¿Cuál es su percepción de las negociaciones de paz con las Farc y las que puedan llevarse a cabo con el Eln?
Percibo que avanzan y eso me entusiasma y llena de esperanza. Soy de los que optan por ver el “medio vaso lleno” y no se paralizan por la falta del resto. Han sido muchos años de guerra y no podemos pretender que la paz sea en breve. Lo importante es iniciarla, desearla, apostarle con ganas.
El presidente Santos dice que la paz hay que construirla desde las regiones. ¿Están dadas las condiciones?
Hay que construirla. En las regiones tenemos las peores condiciones que son las del conflicto y estamos en mora de asumir con seriedad la creación de aquellas humanizadoras, sociales, que nos den desarrollo, plena realización, felicidad para todos. Estoy de acuerdo con el Presidente si lo que nos quiere decir es que la paz no se nos va a dar sino que la tenemos que construir. Todos somos responsables de esa frágil pero necesaria realidad.
¿Cuál puede ser el aporte de las iglesias a la paz de Colombia?
Pueden aportar muchísimo. Yo he dicho que no vi que los principios y valores altruistas de una sociedad estuvieran presentes en las pasadas elecciones y que por eso consideraba como grandes derrotados a tres instituciones que tienen el deber de formarlos: la familia, la escuela y las iglesias. Muy triste ver padres de familia justificando la venta del voto e induciendo a sus hijos en malas prácticas electorales, una escuela ajena, acomodada de forma conveniente, apática a la formación democrática auténtica, unos pastores que no saben sino de apatía irresponsable o aquella conveniente que es peor. Las iglesias no pueden marginarse del deber que les cabe como formadoras de los hombres y mujeres que deben sacar a Colombia del escenario de guerra que hemos vivido durante tantos años.
¿Mantendrá usted su investidura sacerdotal?
Todo indica que debo retirarme del ministerio práctico. No quiero abusar de mi Iglesia ni asumir posiciones que puedan ser escándalo para alguno. Si continúo en el campo político electoral, sé que voy contra una norma del derecho canónico y eso se debe resolver. Es distinto una cosa y otra, pero el auténtico trabajo político se ubica en la misma línea del ministerio, de la pastoral: las personas, su bienestar, el servicio. Es ahí donde siempre busco y vivo la presencia del Dios a quien sirvo. Ayer me pidió unas decisiones y hoy me pide otras. Siguiéndolo a él nunca me he equivocado.
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