EE.UU. tiene el viejo vicio de apoyar a sus “aliados” sin considerar que régimen representan ni que apoyo popular pueden tener.
Del día D a la ofensiva del Tet
Este año se conmemoró el septuagésimo quinto aniversario del desembarco de las fuerzas anglo-británico-canadienses en las costas francesas de Normandía, durante la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Como dijo Tom Hanks en la revista TIME, en su edición especial conmemorativa, algo que tenía todas las probabilidades en contra, y que, a pesar de los múltiples errores cometidos durante la invasión, la operación fue exitosa por el convencimiento de la justicia de la acción que se estaba llevando a cabo, y a que cada militar hizo un poco más de lo que le tocaba. Avanzó un metro más allá de lo que le tocaba, neutralizó un enemigo más de lo que tocaba; ese hacer un poco más hizo la diferencia.
Pero también se recuerda el medio siglo de la ofensiva sobre Vietnam del Sur que realizaron las tropas comunistas de Vietnam del Norte (el Vietcong) sobre las tropas del ARVN, y las tropas gringas, en la guerra de la antigua Indochina. Una generación más tarde, las tropas de los Estados Unidos, ya no estaban a la ofensiva en una guerra justa, sino a la defensiva apoyando un régimen corrupto en una guerra injusta iniciada por las intenciones imperiales de Francia, cuyo ejército salió de allí humillado después de la aplastante derrota en Dien Bien Phu en 1954. Este conflicto se dio en el marco de la guerra fría.
¿Qué pasó en 25 años para que la situación variará de esa manera?
La Segunda Guerra Mundial representó el desafío más importante para las instituciones socio políticas existentes al inicio de la guerra. Para empezar por el principio, al final de la Segunda Guerra Mundial, el mundo dejó de girar alrededor de la vieja Europa, es decir, el mundo dejó de ser euro centrista. En segundo término, si la Primera Guerra Mundial había significado el fin de casi todas las casas reales europeas, la segunda marcó el fin de todos los imperios mundiales, y el fin del absolutismo de monarquías tan antiguas como las de Japón (el trono del crisantemo) y China (el trono del hijo del cielo). En tercer lugar, la Segunda Guerra Mundial enroló al mayor número posible de hombres en los ejércitos, en tal magnitud, que las mujeres, hasta entonces amas de casa, debieron salir a las fábricas a apoyar el esfuerzo de guerra, desde la economía de guerra. Esto cambió la estructura familiar y social. En cuarto lugar, aún antes de acabar la Segunda Guerra Mundial ya se sabía que se iniciaría un nuevo conflicto entre las potencias realmente ganadoras de la guerra: la Unión Soviética, y los Estados Unidos. Era además una guerra ideológica entre dos modelos de sociedad, la comunista y la democracia liberal, con el trasfondo de un equilibrio nuclear que amenazaba el fin de la especie humana. Por razones de elemental racionalidad, los dos polos surgidos del conflicto mundial buscarían no enfrentarse directamente, lo que trajo que esas potencias nucleares se enfrentarán de manera indirecta en conflictos regionales como la guerra de Corea, las guerras árabes-israelíes o la guerra de Vietnam. Pero cada conflicto regional tenía sus propias razones y cada superpotencia se alineaba en un bando.
Vietnam, como otros tantos países colonizados por potencias europeas occidentales, es el resultado de la creación de “países” según necesidades europeas, sin importar violar cualquier diferencia política, religiosa o étnica, que se agravaban durante el coloniaje, y finalmente, explotaban en conflictos internos y externos. En el caso de Vietnam fue Francia la potencia invasora la que al final salió huyendo, dejando a los gringos con el problema.
En el marco de la guerra fría, y ante la amenaza de dejar caer Indochina en control de comunismo mundial, Estados Unidos se dejó embarcar en el conflicto que amenazaba una guerra civil alimentada además por la consabida corrupción de las potencias colonizadoras. Hacia el fin de la presencia colonial, se pacta un acuerdo de separar al Vietnam del norte comunista del sur pro democracia, pero infectado de corrupción. Esa es la realidad que encuentran los gringos a la salida de Francia.
Estados Unidos tiene el viejo vicio de apoyar a sus “aliados” sin considerar que régimen representan ni que apoyo popular pueden tener. Ese fue el caso Ngo Dinh Diem, entonces presidente de Vietnam del sur, quien junto a su hermano depredaron el país, logrando que los ciudadanos fueran cada vez más opuestos a ellos. Y la corrupción se daba en las fuerzas militares del sur, donde los generales sostenían el régimen, pero disfrutaban de esa corrupción. Eso fue así hasta el retiro de Estados Unidos de Vietnam, con todos los gobernantes de ese régimen corrupto. Eso hizo que el régimen comunista de Hanói pensara que, si había una ofensiva sobre el sur, el pueblo y las fuerzas militares del Vietnam del Sur se unirían al norte. Se equivocaron; por más corrupto que fuera el régimen, los ciudadanos del sur no querían caer en manos de los comunistas, que entendían que era caer en el peor escenario.
La ofensiva del Tet (año nuevo vietnamita) fue un fracaso para el norte, donde perdió un número gigantesco de soldados del Vietcong. Pero también desmanteló el mal manejo de la guerra por parte de los gringos, tanto de sus elites políticas y militares; los políticos con el aval del general Westmoreland sostenían que la caída del norte estaba cerca, pero como no había una estrategia real que contará con el apoyo popular, porque es imposible enfrentar una guerra de guerrillas con un régimen corrupto que no permite el desarrollo, se dedicaron a las “estadísticas” manejadas por los dirigentes. Westmoreland se dedicó a contabilizar muertos, donde los civiles entraban como combatientes, es decir, falsos positivos, que hacía que la gente vietnamita cada vez menos apoyará la intervención gringa. Se juntaron corrupción e ineptitud más falta de escrúpulos para que el éxito de la Segunda Guerra Mundial se convirtiera en el fracaso de Vietnam. Y ganaron los comunistas, y Vietnam perdió dos décadas, marcadas por el hambre, en el paraíso comunista, que desde la caída de la Unión Soviética está intentando buscar un rumbo en la economía de mercado para insertarse en la corriente real del desarrollo, buscando seguir el modelo chino.
Las lecciones son obvias para hoy
Estados Unidos debería cambiar su razonamiento de apoyar dirigentes “amigos” de ellos, pero enemigos de su pueblo, alimentando así regímenes corruptos que dan señales a las fuerzas militares del país para apoyar el régimen, no la democracia. Eso fue lo que hizo el presidente Obama con su secretario John Kerry, veterano de la guerra de Vietnam, irredento arrepentido de ese error gringo, que sigue viendo en cada guerrilla al Vietcong que aprendió a temer y respetar, al apoyar el régimen corrupto de Juan Manuel Santos contra las mayorías ciudadanas colombianas. Hoy se quejan que país haya vuelto a ser narcodependiente; es la famosa idea que la política de apaciguamiento logra que los bandidos dejen de delinquir. Ya vemos que eso quizás, quizás, quizás, nunca pase. Que Europa haya apoyado ese régimen no es raro, pues es de todos conocida la doble moral europea, desde que el mundo dejó de ver a Europa como centro. Años después de la humillación de Dien Bien Phu, los franceses no apoyaron a Estados Unidos y conside
raron que se debía negociar el final de esa “guerra sucia”, que ellos se inventaron: la guerra y lo sucia.
En segundo término, Vietnam mostró que es imposible en topografías agrestes derrotar una guerrilla si la contraparte es un régimen corrupto, que no busca el desarrollo, sino el saqueo de su país. Colombia es un ejemplo brutal de eso. Un escenario de grupos armados contra el estado lleva a dos caminos, y ambos ya los recorrió Colombia. El primero es la guerra sucia, convertir los civiles paupérrimos en las zonas de combate, en enemigos que hay que eliminar por su apoyo a las guerrillas; es querer extirpar el cáncer matando al enfermo. La segunda estrategia es “traer” los líderes guerrilleros al régimen y ponerlos a comer de él, esperando que éste los absorba y ellos dejen de ser un reto al estado. Así se hizo con el M-19, y más recientemente con las farc; lo que se les olvida es que esos grupos, como el Vietcong, no quieren algo, quieren todo. La tercera vía es cambiar el régimen, y entender que donde entran las tropas y los tanques, detrás deben entrar los ingenieros y los buldoceres; sólo tropas, hace que es
tas se degraden. Ese camino en Colombia no se vislumbra, y cada día se hace más difícil, en la medida que varias instituciones del estado ya están capturadas por la visión de izquierda de producción centralizada, como sucede hoy con el sistema judicial, entre otros.
En tercer lugar, que el fin de la guerra fría, para la que Estados Unidos estaba absolutamente preparado para enfrentar, dejó una falta de claridad y ausencia de liderazgo que los ha llevado a dejarse capturar por intereses corporativos, como sucedió en el gobierno de George Bush hijo, cuando la visión del país era el interés de sus petroleras, o de las minorías blancas como en el caso de Trump.
En la Segunda Guerra Mundial, Rusia, China y Estados Unidos estaban del mismo lado. En la guerra de Vietnam, Estados Unidos estaba en un lado, y Rusia y China aliados en el otro. Después en la guerra entre comunistas en Camboya, Rusia estaba enfrentada a China. Hoy el péndulo vuelve a una relación de Estados Unidos contra Rusia y China, sólo que ahora del lado autocrático el poderoso es China y no Rusia; esa relación de Rusia y China es como la de las parejas disfuncionales que después de los besos pasan a los golpes. Pero hay mucha duda que Estados Unidos sea capaz de leer la actual realidad, lo que le falló trágicamente en Vietnam. Son tiempos inestables.
Y finalmente, el conflicto de Vietnam destapó en el interior de Estados Unidos sus propias contradicciones de ser una sociedad segregada. El racismo, la supremacía blanca, la xenofobia, la segregación, hicieron explotar en los años 60 y 70 graves revueltas que tuvieron como trasfondo la guerra de Vietnam. Vietnam destapó un gobierno que ocultaba información a su pueblo; se perdió la confianza, la base de los gobiernos democráticos. Fue la época donde la prensa se volvió el gran controlador del poder. Eso también cambió. Desde que los medios de comunicación se volvieron parte de grandes complejos corporativos, ésta dejó de ser el control del poder y se volvió parásito del poder. Por eso hoy cada medio tiene su “posición” política. Las fake news no son sólo las noticias mentirosas de la web, son también las medias verdades o las “verdades” dirigidas de medios que hoy tienen agenda política y económica. Pasamos de la prensa libre, a la prensa con libre-to.
A diferencia de hace 75 años cuando se podía saber con claridad quien era moralmente bueno y quien moralmente malo, hoy vivimos una época donde la palabra moral la usa el sistema financiero para definir el riesgo que alguien con seguro no quiera pagar. Hace 75 años las empresas tenían precio, y las personas y sociedades, valores; hoy, las empresas tienen valores, los individuos precios y las sociedades tienen “conflictos”. Del día D a la ofensiva del Tet, al mundo de hoy, la democracia se ha venido devaluando frente al retorno civilizacional revanchista. Es una sociedad que no necesita más información, sino mejor carácter para hacer un poquito más de lo que nos toca, a ver si así logramos salir del atolladero.
Por: Manuel Guillermo Camargo Vega.
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