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Domingo, 26 Abril 2020 - 11:10am

Carlos Pizarro: una vida asesinada en la primavera de la paz

A 30 años del crimen del líder político, la investigación por este hecho sigue sin arrojar resultados contundentes.

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Carlos Pizarro tenía serias opciones de llegar a ser presidente de Colombia durante las elecciones de 1990. Lideró al M-19 en su proceso de negociación con el gobierno de Virgilio Barco.
/ Foto: Archivo
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Una de las páginas negras de la historia de Colombia se dio en 1989 cuando el terrorismo golpeó muy fuerte al país. Y aunque para 1990, con el inicio de una nueva década, se esperaba dejar atrás esa estela de violencia y terror, no fue así.

Dos candidatos presidenciales fueron asesinados en los primeros meses del año y todo indicaba que la Nación no iba a superar esta etapa.

El 22 de marzo de ese año, las balas del paramilitarismo le cegaron la vida al candidato presidencial Bernardo Jaramillo Ossa, el aspirante de la Unión Patriótica, que enarbolaba las banderas de la izquierda.

Y un mes después, el turno fue para Carlos Pizarro Leóngomez, quien murió tras ser atacado por un sicario en pleno vuelo de un avión de Avianca que cubría la ruta Bogotá-Barranquilla.

La mañana del 26 de abril, minutos antes de subir al avión que lo llevaría con destino a la costa, Pizarro era la noticia del día, ya que su nombre aparecía en las encuestas entre los candidatos presidenciales con mayor opción para ganar las elecciones del 26 de mayo, una consolidación que alcanzó tras liderar el último acto en armas de la guerrilla del M-19 el 3 de marzo de ese año en Santo Domingo, Cauca.

Siempre cercano a la revolución

Pizarro Leóngomez nació en Cartagena el 6 de junio de 1951, en el hogar de Juan Antonio Pizarro, un ilustre almirante de la Armada Nacional, y de Margot Gómez. Aunque las armas del Estado parecían marcarle su destino, fueron las de la revolución las que le llevaron a fundamentar su vida.

En 1969 ingresó a estudiar a la Universidad Javeriana, de la cual fue rápidamente expulsado por empezar a liderar ideas de izquierda y una huelga.

Luego ingresó a la Universidad Nacional, en donde lideró el movimiento estudiantil desde las Juventudes Comunistas de Colombia (Juco). Su paso definitivo a la insurgencia lo dio en 1972, cuando ingresó a la guerrilla de las Farc, en donde permaneció muy poco tiempo. 

En septiembre de 1973, junto a otros guerrilleros y líderes de izquierda, entre ellos Jaime Bateman, Iván Marino Ospina, Vera Grabe, Álvaro Fayad y Luis Otero Cifuentes, lideraron la consolidación del M-19, una insurgencia más urbana e intelectual.

Desde ese momento, Pizarro junto a Jaime Bateman, se convirtieron en los hombres fuertes del M-19. De los golpes que se recuerdan de esa insurgencia estuvo el robo de la espada del libertador Simón Bolívar, en 1972, y el robo de más de 5.000 armas del Cantón Norte del Ejército Nacional en diciembre de 1978.

En 1979 fue detenido durante el gobierno del liberal Julio César Turbay, quien caracterizó su administración por el llamado Estatuto de Seguridad, la estrategia militar con la cual enfrentó a las guerrillas de las Farc y del M-19. Ya en el gobierno del conservador Belisario Betancur, que siempre buscó conseguir la paz, Pizarro quedó en libertad gracias a la amnistía que decretó para ese propósito.

Por unos años, Pizarro dejó de ser un referente de la insurgencia en el país, debido a su viaje a Cuba, en donde se afianzó políticamente en las ideas de izquierda. La comandancia del M-19 la asumió en 1983 cuando Jaime Bateman Cayón murió en Panamá en un accidente de avioneta.

La lucha por la paz, que fue su bandera hasta el día de su muerte, la demostró al coordinar la mesa de negociación que tuvo el M-19 con el gobierno de Betancur; sin embargo, varios atentados a miembros del M-19, entre ellos uno a su compañera Laura García y la toma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985, cerraron la posibilidad de paz en ese gobierno.

El holocausto al Poder Judicial fue el golpe con el cual se cayó el M-19, lo que llevó a Pizarro y la mayoría de sus hombres a replegarse en las montañas del Tolima y del Cauca; en estas últimas fue desde donde se ordenó el secuestro del dirigente conservador Álvaro Gómez Hurtado en mayo de 1988, con quien pese a la retención lograron un intercambio importante de ideas para poder volver a pensar en conseguir la paz. En septiembre, el presidente Virgilio Barco abrió el paso a la negociación.

Pizarro lideró la misma. En un momento en el que el país era golpeado duramente por el terrorismo que comandaba el capo del narcotráfico Pablo Escobar, guerrilla y gobierno Barco avanzaron al punto de que el 9 de marzo de 1990 se dio la desmovilización liderada por Carlos Pizarro.

El liderazgo al frente del M-19, la consolidación como referente de paz, su buena elocuencia al hablar y la creación de la Alianza Democrática M-19 como partido, llevaron a que Carlos Pizarro se convirtiera de inmediato en candidato presidencial, pues con su nombre se estaba recogiendo el sentimiento político de otro sector de la izquierda que vio morir asesinado un mes atrás a Bernardo Jaramillo Ossa.

Rápidamente Pizarro consolidó su imagen, además de ser una figura atractiva que le llevó a que lo llamaran el ‘Comandante papito’, Pizarro cosechó muchas frases por la paz, una de ellas “Para que la vida no sea asesinada en primavera”, y el eslogan de su campaña “Palabra que sí”, la misma que acogería Antonio Navarro cuando asumió las banderas políticas tras su asesinato el 26 de abril.

Su legado

Ese legado de paz lo recogió la Alianza Democrática, la misma que junto a otros partidos y dirigentes políticos llegaron un año después, 1991, a la Asamblea Nacional Constituyente, que dio nacimiento a la nueva Constitución Política. La AD M-19 fue el partido victorioso, eligió a 19 constituyentes, lo que le permitió dirigir la misma con Antonio Navarro, junto al conservador Álvaro Gómez y el liberal Horacio Serpa Uribe, ‘La troika’ de la política colombiana.

Las ideas de paz de Pizarro se mantuvieron por algunos años, pero su ideario fue perdiendo vigencia con el debilitamiento de ese partido, que rápidamente desapareció por lo que la mayoría de sus militantes pasaron a las filas del naciente Polo Democrático Independiente, que recogió incluso a sectores de la extrema izquierda que lideraba el Partido Comunista.

Sin embargo, el pensamiento de Pizarro lo mantuvo su hermano Eduardo Pizarro, quien lideró la Comisión Nacional de Reparación y Conciliación, además de ser hasta ahora una de las voces más válidas para hablar de paz en el país.

Su hija, María José Pizarro, años después se dedicó a reconstruir el legado de su padre cuando estuvo viviendo en España, y a su regreso a Colombia, cuando empezó a hacer política al lado de un excompañero de Pizarro en el monte, Gustavo Petro Urrego.

En marzo de 2018 María José llegó al Congreso de la República en la lista a la Cámara de Representantes por la Colombia Humana, el partido de Petro, en el que él ha recogido algunas de las ideas que tuvo Pizarro hasta su muerte.

El proceso judicial

Al cumplirse 30 años de su muerte, la familia Pizarro recuerda que en los primeros años de búsqueda de justicia no encontraron nada. En 2002, doce años después del crimen, fueron condenados como reos ausentes los jefes paramilitares Carlos y Fidel Castaño, por su participación en la muerte, y en 2010 el homicidio se consideró como crimen de lesa humanidad, lo que lo hace imprescriptible.

“En 2013, en una abierta acción de encubrimiento del crimen, el arma asesina fue fundida por orden del fiscal encargado de su custodia, funcionario contra quien no se ha iniciado investigación alguna y en cambio fue nombrado en un cargo de mayor jerarquía en la Fiscalía General de la Nación”, dice su hija María José.

Hace cinco años, la investigación de la Fiscalía avanzó hasta vincular a exagentes del extinto DAS como responsables en el homicidio de Pizarro Leongómez; en 2017 la Fiscalía acusó a Jaime Ernesto Gómez Muñoz, exagente del DAS, que hiciera parte del esquema oficial de protección de Carlos Pizarro, de ser el coautor del magnicidio en una alianza criminal con otros actores.

Gómez fue quien el 26 de abril de 1990, en el avión, mató a alias Jerry, el sicario de Pizarro. La familia además señala que en el plan para matar al dirigente habrían participado otros exagentes del DAS de mayor jerarquía, como Manuel Antonio González Henríquez (exjefe de protección del DAS), Flavio Trujillo Valenzuela (exjefe de la sección de corporaciones públicas de la entidad), ambos vinculados a la investigación por indagatoria, y Miguel Alfredo Maza Márquez (exdirector del DAS), quien aún no ha sido vinculado a la investigación, a pesar de que contra él se compulsaran copias en 2016.

Hace un mes fue nuevamente relevado el fiscal a cargo de la investigación, por lo que se vuelve a demorar el desarrollo de la misma. La suerte judicial de Jaime Ernesto Gómez estaba por decidirse, pero el proceso penal fue suspendido por completo el pasado 23 de octubre de 2019, tras la manifestación de sometimiento voluntario del acusado a la JEP, en su calidad de agente del Estado no perteneciente a la fuerza pública.

Hoy, cuando los seguidores de Carlos Pizarro conmemoren los 30 años de su partida, también recordarán esa frase que hizo célebre el día que como candidato presidencial le habló por la televisión nacional al país: “Que la vida no sea asesinada en primavera”.

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