El alcalde Donamaris Ramírez Lobo está metido en un nuevo enredo que involucra a la gerente de Metrovivienda, Luz Karime Coronel, y a 17 concejales de la ciudad. De comprobarse que en realidad el alcalde pretendía pagarle a cada concejal 20 millones de pesos para hacerle modificaciones al Plan de Ordenamiento Territorial (POT) y favorecer a particulares estaría incurriendo en varios delitos de los que difícilmente podrá salir bien librado: desde concusión  hasta concierto para delinquir y cohecho.

La denuncia fue puesta  por el concejal Pedro Durán Barajas ante la Procuraduría General de la Nación con  el  anexo del audio en el que  presuntamente el alcalde Donamaris pide dineros para lograr la aprobación del Concejo. 

Yo escuché el audio. No me cabe duda de que esa voz es la de Donamaris. Tiene sus muletillas, sus giros lingüísticos, y esa expresión que cada rato escupe con autoritarismo: “se va”, dice, cuando un subalterno le lleva la contraria. En el audio dice: “Por ejemplo, Abraham Abrajim, se va, porque él decidió que no”. Y así muchísimas cosas más. Pero aquí vale la pena preguntarse: si unos se fueron, como asegura el alcalde, entonces  ¿quiénes se quedaron? ¿Quiénes estaban en los proyectos de acuerdo inicialmente presentados al Concejo y quiénes en últimas quedaron en el acuerdo aprobado?

No creo la tesis del montaje que está armando el alcalde. Pero entiendo que tiene derecho a defenderse. Sin embargo, de ahí a decir que todo esto obedece a una persecución política, me parece profundamente estúpido. Es la misma fórmula que usan todos los políticos cuando los descubren en un acto de corrupción.

Lo que está sucediendo no tiene antecedentes. Si la justicia lo encuentra culpable, él y sus compinches merecen un castigo ejemplar. Porque ya está bueno de que los alcaldes y gobernadores desangren la ciudad y el departamento y nadie diga nada. Vivimos en una ciudad donde hay crímenes pero no hay criminales. Asesinados pero no asesinos. Prevaricatos, peculados, sobornos, robos, cohecho, pero nadie los comete. Porque acá todo el mundo es honrado.

Por eso no estoy de acuerdo con el editorial de La Opinión del miércoles pasado donde se sugiere que la revelación del audio llegó en un mal momento porque Cúcuta necesita que su alcalde le dedique todo su tiempo. Es al revés,  Donamaris llegó en un mal momento para la ciudad porque en vez de concentrar sus fuerzas en gestionar su desarrollo, se ocupa en organizar reuniones para delinquir y hacer triquiñuelas.

Desde antes de llegar a la alcaldía, Donamaris ha ocupado las 24 horas de su vida a defenderse de la nulidad electoral que cursa en su contra porque en el momento de su elección como alcalde, su hermano Carlos RamírezQuintana, se desempeñaba como intendente regional de la Superintendencia de Sociedades de Cúcuta. Es decir, Donamaris no ha atendido los asuntos neurálgicos de la ciudad porque está ocupado evitando que lo tumben.

En la ciudad estamos cansados de que nos gobiernen los más ineptos y lo más bajo de la escala moral. Nos encontramos en un laberinto sin salida posible.  Aquí no hay nada que sirva. Esto produce rabia, toda la indignación y, claro, también produce asco.