El exrector de la Universidad Nacional de Colombia, exalcalde de Bogotá, excandidato a la Presidencia, gestor de paz, estudioso del desarrollo social y promotor del respeto a la vida, Antanas Mockus, volvió a Cúcuta para apoyar la candidatura del sacerdote Wilfredo Grajales a la Alcaldía y repetir los principios políticos con los cuales se ha identificado ante los colombianos. En esta ocasión también habló con La Opinión.

¿Qué actividades ha tenido en Cúcuta durante esta visita?

-Reuniones con personas de diferentes sectores, conferencias en las universidades Francisco de Paula Santander y Simón Bolívar, así como en el Instituto Salesiano, del cual recibí años atrás el título de bachiller honoris causa. En esta ciudad siento que aprecian mucho mi gestión en la Alcaldía de Bogotá y me interesa contribuir a su mejoramiento.

¿Cómo va la candidatura del padre Wilfredo Grajales a la Alcaldía de Cúcuta y que cuenta con su apoyo?

Debiera ir bien, porque es una garantía de honradez y de inclusión de todos los sectores.

Tiene las condiciones para liderar programas que mejoren la educación. Puede atender con buen criterio los asuntos propios de esta zona de frontera. Sabe que la protección de la vida es prioritaria. Aquí hay mucho por hacer y es posible alcanzar resultados positivos.

¿Cómo están sus relaciones con el Partido Verde?

Están verdes, en el sentido de crudas. Tuvimos esa lamentable pelotera con Enrique Peñalosa, cuando tuvo que escoger entre Álvaro Uribe y yo. Él decidió inclinarse por Uribe en un momento que era clave para la identidad del Partido Verde. Pero esas son historias del pasado. De todas maneras hay principios que deben preservarse, como expresión de la democracia. La cooperación humana hace parte de lo más bello de la vida,  que es el trabajo conjunto en función de objetivos comunes.

¿Qué le aportó la Marcha por la Vida a las negociaciones de paz que adelantan en La Habana el Gobierno y las Farc?

Aportó dos mensajes, ambos importantísimos. Uno es que la paz no solo es lo que se está haciendo en La Habana, aunque, sin duda, es necesario para el futuro del país. Sin embargo, media paz no está allá. Es la paz de los hogares, del barrio, del lugar de trabajo. Me pareció una lección relevante la manifestación que hizo un sindicalista, según la cual la vez en que se había sentido más respetado fue cuando pudo hacer valer sus derechos por las buenas. El otro mensaje es que este proceso no puede descomponerse como el de  los años 80. No se habrá hecho nada si se repite el escalamiento de la violencia, con su secuela de resentimientos. Los matones deben dejar de matar. Cada centímetro de vida humana es sagrado y debe protegerse. Ningún colombiano tiene que quitarle la vida a otro colombiano. Esto hay que lograrlo y preservarlo porque es algo fundamental para todos.

¿Cree que el país está cambiando o está avanzando en el respeto a la vida?

Hay un buen dato y es el de la reducción de la  de la tasa de homicidios. La cifra es de 29 por 100.000 habitantes. Eso indica que estamos bajando, aunque  todavía lejos del promedio mundial. Hay que infundir en todos el respeto a la vida y crear el convencimiento de que la existencia de un colombiano vale tanto como la de un japonés. Hay continentes que se han sustraído ya a la violencia, mientras América Latina y África están en esa corriente desafortunada. La mayor parte del mundo ve el homicidio como un mal de mucha gravedad. Se requiere que superemos esta debilidad tan desastrosa. Hay que construir una retaguardia de la paz, algo que congele al que intente matar.

¿Cómo ve la ayuda de la educación para esta causa en la que usted pone tanto empeño?

La educación es clave. El niño que hoy no va a la escuela es un escándalo. Esa relación con el conocimiento lleva a tener una mejor visión de la vida. La enseñanza debe ser un aporte a la comprensión y estar aplicada a los valores que dignifican al ser humano. La educación es, pues, una alternativa contra la violencia.

¿De qué le están sirviendo los partidos políticos al país?

Los políticos gastan buena parte de su tiempo en recreo. Muchas veces un congresista que interviene en alguna comisión,  se queda hablando solo, nadie lo escucha. Hay evidente desgaste entre quienes son protagonistas del trabajo legislativo. Claro que también el Congreso toma decisiones importantes en los proyectos que tramita y que se refieren a asuntos de interés para el país. A los partidos les corresponde ser más coherentes en sus funciones y el cumplimiento de las responsabilidades que son de su resorte.

¿Va a seguir vigente en la política, con propuestas y organización?

Yo aprecio que tengo una buena relación con la gente y no he perdido credibilidad. Me expresan confianza. Ese es un patrimonio colectivo. Y me ayuda mucho a sostener la participación en los asuntos públicos de la nación. Por lo cual considero debo estar al servicio de una causa y la paz me parece lo más importante.  La comisión de la cual hacemos parte doce personas tiene funciones específicas. Conviene ampliar las relaciones y entender las responsabilidades que deben asumirse. En eso estoy y no dejaré de hacer lo que me compete para servirle al país.

¿Con respecto a Colombia, es optimista o pesimista?

Soy un optimista impaciente. Hay que avanzar en la dirección de la paz y no podemos quedarnos a mitad del camino. Ninguna de las partes debe omitir las responsabilidades que asumieron. Mi optimismo corresponde a una perspectiva que genera posibilidades y confianza, en lo cual hay que insistir.

¿Tiene propuestas para Bogotá?

Todo debe orientarse para que Bogotá no colapse.  Hay que evitar caer en el aislamiento o en exclusiones que no tienen razón de ser. Lo procedente es superar los factores de crisis y privilegiar la educación para la mejor formación de la gente.