Recibí poder para demandar al concurso de belleza más importante del mundo: el robo que le hicieron a Colombia fue evidente: esa pequeña “Pocahontas” que resultó coronada al final palidece ante la espectacularidad de nuestra soberana Ariadna Gutiérrez. 

Nadie con tres dedos de frente creería que Filipinas ganó en franca lid; sería tanto como decir que “Mandíbula” es más pinta que Brad Pitt; pero, bueno, así es la vida, injusta como un demonio. Afortunadamente, nos queda la opción judicial. 

Por poco y no puedo asumir el encargo para reivindicar a la reina colombiana, justo en el momento en que mis servicios profesionales fueron solicitados para esa noble causa (estaba tratando de cerrar otro complejo caso jurídico: la demanda del Junior de Barranquilla, contra el Nacional de Medellín, por la pérdida del título del último torneo de futbol, caso en el que al parecer también ocurrió algo turbio). 

No llegué a un acuerdo económico con don Fuad Char, pues el patriarca costeño pretendía canjear mis honorarios por dos años de mercado en la Olímpica, y la verdad es que no solo de pan vive el hombre. 

En medio de todo este despelote, también fui contactado por Steve Harvey, el presentador del evento que metió las de caminar. 

El hermano gemelo de Oscar De León buscaba desesperadamente mi ayuda. “¡Coño!, ¿acaso no hay otros abogados?”, pensé. 

Con él sí que fui cortante y de entrada le aconsejé que se acogiera a sentencia anticipada (la suya es una causa perdida, que merece todo el castigo y repudio posible). De nada valieron las suplicas, lo mandé al carajo, como corresponde. 

Ya sentado revisando el caso, acompañado de mis colegas y amigos Granados y Lombana, a quienes invité a hacer parte de este proceso histórico, nos adentramos en la almendra jurídica del asunto y llegamos a las siguientes conclusiones: 

1. La corona es un derecho adquirido, que no pueden arrebatarnos sin el consentimiento de la beneficiaria. 2. Las pruebas recaudadas evidencian un fraude incontrovertible. 3. No solo Ariadna Gutiérrez resulta afectada material y moralmente por el injusto; también todo el pueblo colombiano que tenía sembradas sus esperanzas en la corona. 4. La indemnización será multimillonaria. 5. Donald Trump es tercero civilmente responsable de todo este entuerto, por haberle vendido la franquicia del concurso a una manada de irresponsables. 

Estoy por creer que somos un país “salao”. Es la primera vez en muchos años que todos los ciudadanos se unen en torno a una causa común y no resultó. Ese día uribistas y santistas, mamertos y fachos, ricos y pobres, empresarios y sindicalistas, todas las antípodas de la sociedad abrazaban una misma idea: ver a Ariadna como Miss Universo, pero ¡pum!... nos asaltaron de la manera más burda. De seguro hasta brujería hubo de por medio. 

Con semejante mujerón era imposible perder, pero pasó. La trampa todo lo puede. Uno entiende que Marbelle no tenga nada que hacer con Beyoncé, que Laiza Reyes no le llega a los tobillos a Catlin Jenner, que la duquesa de Alba quedó mejor operada que Norberto, que las hermanas Kardashian tienen más gracias que los hermanitos Galán, que J. Balvin es un cachorro al lado de Pitbull, y mil ejemplos más. Lo que resulta inconcebible es que un pastelito delicioso como Ariadna Gutiérrez haya sido superado por una lumpia desabrida como Pia Wurtzbach. 

Vamos con toda por la corona: los niños muertos por desnutrición en la Guajira pueden esperar, al igual que el proceso de paz en la Habana, las irregularidades en la policía y la corrupción rampante en tantas dependencias del Estado. Las prioridades de un país muestran lo que es en realidad. La nuestra es una sociedad del espectáculo y nadie lo puede negar. 

La ñapa: Por vacaciones del suscrito, esta columna volverá el 17 de enero del próximo año. Los mejores deseos para todos, en el 2016.

*Abelardo De La Espriella | abdelaespriella@lawyersenterprise.com | columnista