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Sábado, 8 Agosto 2015 - 1:00am

Oleaginosas Risaralda SA

Comenzando el decenio de los 60 se propuso uno de los desarrollos más grandes en el departamento, el cultivo de palma africana.

Comenzando el decenio de los sesenta, se puso de moda la explotación agraria en esta zona del país, de manera que los dirigentes del sector, se dieron a la tarea de promover proyectos que fueran rentables y por lo tanto, atractivos para los inversionistas, razón por la cual, por esos días se propuso uno de los desarrollos más grandes vistos en el departamento, el cultivo de la llamada entonces ‘palma africana’ (Elaeis guineensis Jacq.), en los terrenos del municipio de El Zulia, donde se había adelantado un proyecto de irrigación aprovechando las aguas del río de su mismo nombre.

Esta palma perenne, de cuyo fruto se obtiene un aceite de alto contenido nutricional, ingresó a Colombia a comienzos de los años treinta y durante más de quince años sólo se cultivaba como una planta ornamental hasta que descubrieron su gran potencial y comenzando el año 1945, comenzó a explotarse de manera industrial.

A mediados de siglo, el país tenía un déficit del 50% de consumo de aceites comestibles y por entonces, la mayor parte de los aceites de consumo humano se obtenían de la semilla de algodón y el país se gastaba unos 10 millones de dólares en importaciones de este bien. Hoy, su cultivo está repartido en unos 73 municipios a lo largo y ancho de todo el país.

En la región, este cultivo comenzó a ser promocionado por la Sociedad de Agricultores y Ganaderos del Norte de Santander, en cabeza de su presidente el agrónomo Jesús Atehortúa, aprovechando las oportunidades que le brindaba una extensa hacienda en el sitio denominado Astilleros sobre la carretera que conduce a Tibú.

Esa hacienda, conocida como Risaralda, tiene una extensión de 3.500 hectáreas, de las cuales, una buena parte se utiliza en el desarrollo de la ganadería de propiedad de la Sociedad en mención. Desde 1959, se venía gestando el proyecto de utilizar esas tierras para desarrollar un proyecto agrícola de gran envergadura y de ahí surgió la idea de crear una sociedad que adelantara la actividades necesarias para su establecimiento.

Reunidos los inversionistas primarios para comenzar la explotación, a la empresa creada se le dio el nombre de Oleaginosas Risaralda S.A. La plantación se inició en 1961 con un capital de origen privado al que se le sumó el aporte del Instituto Financiero Agropecuario, IFA, que era uno de los fondos de promoción del Banco de la República. Posteriormente, el IFA cedió sus acciones a la Corporación Financiera Colombiana, la que se constituyó en su mayor accionista.

El proyecto contemplaba toda la cadena de producción, desde el cultivo hasta la extracción y refinación del producto final. Se comenzó sembrando 1.200 hectáreas y posteriormente se fue ampliando la siembra hasta alcanzar la totalidad de la superficie de la finca, más algunas hectáreas adicionales que se irían adquiriendo, hasta completar unas cuatro mil, que era el propósito final.

Además, la empresa mantenía su actividad ganadera, pues explotaba un hato bovino de unas 3.500 cabezas. Este aspecto es importante mencionarlo, pues más adelante veremos la incidencia que tuvo en el desarrollo de los problemas que afrontó la empresa.

El estudio preliminar realizado, a manera de factibilidad para su ejecución, mostraba todas las ventajas que se tenían para su exitoso avance y no se presagiaban problemas mayores. Desde el punto de vista socioeconómico, su ubicación y las características del entorno eran más que favorables, tierra plana en su casi totalidad, riego asegurado por su cercanía al rio Zulia, suelos fértiles y además se contaba con construcciones amplias para ‘el buen pasar humano’, con dormitorios, comedores y amplios salones para el personal de técnicos, obreros y administrativos.

A medida que avanzaba el tiempo, la empresa fue creciendo con productos que aún eran desconocidos en el mercado y aunque con el fruto de la palma podían obtenerse numerosos productos y subproductos, la planta industrial que se montó a la entrada de la cabecera municipal de El Zulia, solamente procesaba aceite vegetal de consumo casero, desaprovechando los demás beneficios generados por la almendra, como son los lubricantes, margarinas, mantecas, cosméticos y espermas, entre otros muchos productos.

A partir del momento que comenzó la fabricación del aceite comestible, las dificultades también aparecieron. La dirección de la empresa, tanto en lo técnico como en lo administrativo, estaba a cargo de personal extranjero, todos expertos en los temas de sus respectivas áreas.

A excepción de su gerente, el ingeniero Atehortúa, todos los encargados de los aspectos técnicos de los cultivos y la planta de producción eran foráneos; el director de producción era el ingeniero belga Arturo Pirard, con una amplia trayectoria, en cultivos y producción de la palma y experto en investigaciones sobre aceites y oleaginosas, experiencia adquirida en proyectos similares desarrollados por el gobierno francés en África y al frente de los cultivos, se había designado al agrónomo John Weber, también de gran experiencia en proyectos similares.

Acompañando a estos profesionales. Se contrataron algunos técnicos colombianos que habían adquirido experiencia en un proyecto que años anteriores se había desarrollado con éxito en la región de Caucasia en Antioquia.Decíamos que los problemas de la empresa nacieron desde el mismo momento que lanzó al mercado su producto estrella, el aceite refinado de palma.

La consistencia de este aceite era mucho más líquido que los aceites tradicionales conocidos y utilizados por la amas de casa y los cocineros de restaurantes, hoteles y cafeterías, que era ‘espeso’ y que esa característica denotaba la calidad que se esperaba del producto, de manera que no tuvo la aceptación esperada y aunque esa cualidad podía manejarse con campañas publicitarias, otro problema mayor apareció, esta vez en la plantación y fue la llamada ‘marchitez y muerte sorpresiva de la palma’.

Aunque el problema se venía presentando desde poco tiempo después de las primeras siembras en 1963, no se le hizo el seguimiento necesario para contrarrestar el inconveniente, total que cuando intervinieron, el daño era irreversible.

Estudios sobre el caso demuestran que la afección tiene su origen en el deterioro gradual y continuado de las raíces en las primeras etapas del crecimiento, esto es, entre 3 y 4 años del trasplante definitivo y que las principales causas fueron las características físicas inadecuadas del suelo, la deficiencia de agua en el suelo y la presencia de vientos desecantes durante los meses de sequía, pero a estas condiciones había que agregarle otra que era el pastoreo continuado de ganado, en los lotes plantados con palma; así que el negocio combinado de agricultura con ganadería, en lugar de producir un efecto multiplicador, generó un menoscabo en los cultivos llevando al fracaso a la empresa, a pesar de la intervención del ICA que le prestó toda la colaboración para salir del embrollo, sin embargo, las inversiones necesarias eran demasiado onerosas y la empresa optó por liquidarse al finalizar el decenio de los setenta.

Gerardo Raynaud D.gerard.raynaud@gmail.com

 

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