El recuerdo de más de 25 heridos que viajaban en una chiva que cayó a un abismo en el Tolima, y la escena del cadáver de una mujer cuya barriga se movió en algún momento, cuando su cuerpo llegó al lugar donde estaban los rescatistas que atendieron dicho accidente, es tal vez uno de los momentos más duros que ha vivido Juan José Díaz en su labor como voluntario de la Cruz Roja.
Designado el coordinador nacional de socorrismo de la Cruz Roja

Díaz comenzó a ser voluntario en 1999, cuando estudiaba ingeniería en la Universidad Francisco de Paula Santander. Un día pasó por la oficina a llenar los requisitos y, como desde pequeño sintió la inquietud de ser rescatista, pero no se había dado la oportunidad, aprovechó ese año para vincularse con la entidad.
Para esa época, vivió otro de los episodios que le marcaron y fue un rescate de universitarios en el páramo de Mejué, en donde una de las jovencitas atendidas por el equipo fue sacada en pésimas condiciones, pues iba preparada para apenas dos horas de excursión y llevaba casi un día aguantando frío, lluvia y hambre.
“Ese caso no fue muy difundido y en alguna ocasión ella pasó por el salón y dijo a grito entero que yo le había salvado la vida. La gente la miró como si estuviera loca”, dijo. “Marca mucho que alguien reconozca que uno hizo tal cosa”.
Sin embargo, relata que lo más difícil de estar involucrado con este trabajo es atender a la propia familia.
De hecho ya le ocurrió hace años, cuando su abuela se cayó y tuvo una fractura de cadera. Sería el único momento en el que salió corriendo de un banco y se marchó a toda velocidad hacia su casa, aun cuando sabe que en momentos de riesgo se debe mantener la calma, para tomar las decisiones correctas.
Pese a las dificultades, ha tenido también días felices en los que su única recompensa son las palabras de agradecimiento, pero de eso se trata, de seguir su vocación de servicio sin esperar nada a cambio.
Cuenta que le apasionan los deportes extremos y que mientras vivió en el Tolima, le encantaba hacer ‘puenting’, ‘canyoning’, ‘rappelling’, que le llevaron además a perfeccionar la especialidad de rescate vertical, su predilecta.
Las metas
Ahora, espera fortalecer el voluntariado en los 32 departamentos con las agrupaciones de socorrismo, juventud y damas grises de todo el país.
Según dice, siempre se necesitan más voluntarios, pues Colombia está expuesto a mayores desastres y emergencias, como la que hoy vive Salgar, en Antioquia.
Juan José afirma que se marchará, tal vez a seguirle los pasos al director de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, Carlos Iván Márquez, que hizo su carrera también ocupando este cargo y coincidencialmente es oriundo de Norte de Santander.
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