Las personas tienen derecho a creer lo que quieran, pero deben respetar la ley.
La COVID-19, una guerra sin cuartel
Parece increíble que después de tan alarmantes cifras de muerte por la Covid-19, existan personas que sencillamente se limiten a decir que no existe o que es un invento del nuevo orden mundial. Sea un plan macabro o no, lo cierto es que existe y es un peligro inminente. Son muchas las muertes que engrosan las estadísticas fatales como testimonio desolador de tan letal virus.
En medio de la pandemia, existe una gran solidaridad social para respetar las normas, sin embargo, no todos cumplen con las normas de autocuidado, distanciamiento social y bioseguridad poniendo en peligro a los demás. Creo que el corazón de muchos se ha endurecido de tal forma que desprecian a las otras personas. Hemos olvidado la solidaridad y la convivencia social.
Hoy en medio de la crisis humanitaria en la que vivimos, las personas no quieren usar el tapabocas, no quieren cumplir con las normas de bioseguridad, porque sencillamente no les importa la vida de los demás y lo que es peor, cuando alguien les reconviene, son agresivos y groseros con sus semejantes. Las personas tienen derecho a creer lo que quieran, pero deben respetar la ley y las normas de organización social.
La sociedad es el avance racional de las relaciones interpersonales, pero no podemos echar por la borda los años de construcción que nos han costado, por ello debemos volver a retomar el rumbo como sociedad y apelar al bien colectivo como patrimonio social. Se pueden salvar muchas vidas sin necesidad de sacrificar a nuestros médicos y enfermeras en los centros hospitalarios, sólo con una cuota de sacrificio personal y familiar.
Sin salud y vida, no hay empresa, empleo o diversión para disfrutar. Por ello es el momento entender que todo lo podemos alcanzar si tenemos salud y vida. De ¿qué sirve la empresa, el negocio o el dinero si no hay vida? Sencillamente de nada, en cambio, mientras haya vida hay esperanza.
Hoy estamos poniendo a prueba nuestra capacidad como sociedad de reacción colectiva, frente a un virus misterioso y letal que no distingue raza, credo y estatus social. Necesitamos entender que la guerra no se gana en un hospital, sino en cada hogar, si nos auto aislamos, si respetamos las medidas y no jugamos con nuestra vida y la de nuestros seres queridos.
No podemos dejar que la generación de los consentidos que no respetan limites y cree que pueden pretermitir todas la reglas sociales, solo porque nadie se las enseñó a respetar, acabe con las demás generaciones. Dice la palabra que el hijo consentido es la vergüenza del padre y hoy pagamos con un sin número de muertos la irreverencia de la generación que no respeta los limites.
La COVID-19 no es un juego, es una realidad que nos está pasando una factura impagable y que si no actuamos de manera pronta seguirá cobrando la vida de más y más personas. Tenemos que entender que nos declaró la COVID-19, una guerra sin cuartel.
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