El confinamiento ya no aguanta más, por muchas razones.
Así no es
Ante lo desconocido, todo es nuevo. Hace un siglo no conocía la humanidad una pandemia. Y eso hay que tenerlo presente, y mucho, al momento de evaluar a los gobernantes; todos, defensores y críticos, deben juzgar que en esto todos somos nóveles.
Pero, y siempre hay un pero, ya va siendo hora que con los pocos minutos de aprendizaje que llevamos, entendamos que este bicho llegó para quedarse. Es cierto que el encierro impide el contagio; apenas obvio decir eso, tanto como decir que los vivos respiran aire. Pero, de lo obvio, hay que dar el paso a lo arriesgado, que no es otra cosa que salir a trabajar.
La obviedad de quedarnos en casa ya no aguanta más. Ni un día más. Ya los hospitales se prepararon, los médicos estudiaron, y los ciudadanos introyectamos el esquivo concepto de auto cuidado. Es todo lo que tenemos, que puede ser mucho o poco, según se mire. Pero no hay más. Vacuna que se ve lejos, y tratamientos aún experimentales. Con eso tenemos que salir a las calles, insisto, a seguir haciendo la vida bajo esta “nueva normalidad” que plantóse en nuestra nariz.
El confinamiento ya no aguanta más, por muchas razones: Desde las político filosóficas, tales como que el estado no me puede cuidar, al menos no así; hasta las de supervivencia, que es la que me ocupa: El pueblo no aguanta más.
Cuando digo pueblo no lo digo desde otro lugar distinto que desde el adolorido corazón de humano que ve la baja constante en las nóminas de las empresas, y un desempleo que llegará al 25% con toda seguridad. No, esto no es sostenible. Y que no vengan algunos despistados a decir que acá se privilegia el dinero sobre la vida. Todo lo contrario: es reconocer la inmensa capacidad humana de adaptarnos a nuevas circunstancias lo que lleva a proponer que es hora de salir.
La historia me da la razón, y no han sido pocas las veces que hemos, como especie, modificado algunas cosas, algunos hábitos y costumbres, e incluso modificado algunos intereses. La historia de los humanos es, ante todo, la historia del éxito de la evolución. Ningún animal ha logrado dominar tanto, y tan pronto, el ambiente como nosotros.
Haremos eso mismo con el coronavirus y sus amigos que estén por venir; habrá bajas, como en todo momento las ha habido, pero nos sobrepondremos y venceremos. Lo que pasas es que aislados, encerrados en las casas, no se dan las batallas.
El SIDA, terrible como pocos y estigmatizador como ninguno, no nos contuvo. Nos obligó, eso sí, a cuidarnos en algunos aspectos de nuestra vida. Y el cáncer, el más brutal de los asesinos, nos enseñó que para aniquilarlo buenos eran los cambios de hábitos. A nadie se le ocurrió encerrarse para vencerlo.
Y el coronavirus, ¿qué nos deja? Por ahora, miedo. Mucho miedo. Va ganando la batalla el bicho.
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