Los tapabocas son confeccionados artesanalmente por un expeleador de 53 años.
Encarnados en mascarillas, luchadores mexicanos protegen narices y bocas de la COVID-19

Estrellas de la popular y desopilante lucha libre mexicana dan una de sus batallas más insólitas. Sus emblemáticas máscaras, adaptadas como singulares barbijos, cubren narices y bocas de cientos de personas que las compran para protegerse del nuevo coronavirus.
Estos protectores, muy codiciados en tiempos de pandemia, son confeccionados artesanalmente con los mismos colores y diseños de las máscaras de los luchadores más famosos de México por José Isaías Huerta, un expeleador de 53 años conocido en sus años mozos como El Gato Gris.
En menos de un mes, Huerta ha logrado vender 600 piezas y, con un ritmo de producción de 30 por día, estima que para atender los pedidos recibidos le harán falta 35 jornadas de labor.
“El mexicano lleva la lucha en las venas; el luchador es el héroe del aficionado que realmente vive y le gusta la lucha libre. Lo veo con esto (las mascarillas) que estamos haciendo”, dijo.
Las emblemáticas capuchas de El Santo, Blue Demon o La Parka son reinventadas utilizando materiales convencionales, como tela y vinilo, sin que su fabricante recurra, de momento, a insumos de calidad quirúrgica.
Huerta las vende a 50 pesos cada una (unos 2 dólares), casi el doble del precio de los paquetes de 10 mascarillas convencionales, de poco grosor, que se encuentran en farmacias.
Muy mexicanas
Inmerso desde hace cuatro décadas en el mundo de las luchas, Huerta debutó como peleador amateur a los 11 años. A los 14 tuvo su primer combate profesional y desde entonces jamás quiso alejarse del cuadrilátero.
Tras dejar de encarnar al Gato Gris, se agenció un par de antiguas máquinas de zurcir y empezó a confeccionar –junto con su hermana- máscaras de luchadores profesionales y aficionados.
Estas se venden bien a las puertas de las arenas de lucha libre del país, dado el fanatismo y la curiosidad de mexicanos y extranjeros por los luchadores, considerados ídolos populares.
Sin embargo, las funciones fueron suspendidas hace semanas para frenar el avance de la COVID-19, lo que dejó a fabricantes y vendedores de estos productos en la quiebra. Con ingenio, Huerta está logrando sortear el bache.
La idea original no era comercializarlas, sino hacer un regalo a su nieto de 8 años, heredero de su pasión por las luchas. Fue su yerno quien reparó en que tenían entre manos un producto atractivo y muy mexicano.
Cristóbal Lobato, un fanático que se adscribe al bando de los luchadores “rudos”, caracterizados por su estilo mañoso y desapegado de las reglas, picó el anzuelo.
“Los vi en internet y los busqué hasta que di con ellos”, dice Lobato, estratega digital de 35 años, quien compró 10 mascarillas para regalarlas a su familia, sobre todo a los niños.
“No saben bien qué está pasando y al ponerse la mascarilla de luchador se sienten superhéroes y los protejo”, agregó.
“Son nuestros ídolos”
Las paredes del taller de fabricación de las mascarillas -dos habitaciones a media luz, con retazos de telas multicolor por doquier y máquinas de coser-, están empapeladas con viejas notas periodísticas y fotos de los años gloriosos del Gato Gris.
Los pedidos no dejan de llegar a este espacio humilde y melancólico.
El éxito fue repentino. Una mención en una radio local de Puebla, 120 kilómetros al sureste de Ciudad de México, encendió la curiosidad.
Entre familiares y amigos, Huerta ha reunido un equipo de seis personas que fabrican las mascarillas mientras dure la demanda.
Cada día aprenden cómo enviar pedidos a ciudades como la norteña Monterrey u otros puntos del país. Incluso, preguntan a sus clientes si conocen los costos, pues no estaban preparados para atender una demanda nacional.
“Les somos francos: no nos gusta quedar mal. Se venden en pequeñas cantidades, cinco, 10, no más”, explica Huerta.
Las primeras mascarillas fueron confeccionadas con telas sobrantes, pero adquirir nuevo material ha sido más difícil debido al cierre de negocios por la cuarentena nacional.
Su pasión por las luchas ha sido clave en el éxito del negocio.
“Sabemos que son una ficción, Santo, Blue Demon, pero los seguimos viendo y decimos: esos son nuestros ídolos y son los (personajes) que más se están vendiendo”, asegura.
México reportaba hasta este sábado 12.872 casos positivos de coronavirus y 1.221 muertes.
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