En Cúcuta hay 83 hermandades que congregan a más de 1.000 jóvenes y adultos.
Los nazarenos ya no son los encapuchados de antes

Los nazarenos, tan tradicionales como la celebración misma de Semana Santa, se despojaron hace cerca de 30 años del capirote que les daba un halo de misterio y de solemnidad.
Los niños se atemorizaban ante su presenciaen las eucaristías y largas procesiones, con incienso, cantos gregorianos y monumentales imágenes de Cristo Crucificado junto a toda la cohorte celestial, durante los días en que el mundo católico recuerda la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
La vestimenta nazarena estabacompuesta de una túnica morada, un cirio pascual, un cíngulo blanco a la cintura, una capa blanca sobre los hombros, capuz o capucha de tela puntiaguda que mantiene esa forma gracias al capirote o cono de cartón y alpargatas blancas o moradas.
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Sin embargo, en la Diócesis de Cúcuta el capirote quedó abolido desde que asumió Rubén Salazar como obispo de la Diócesis de Cúcuta (en marzo de 1992), quien trajo esa idea explicando que los nazarenos no debían cubrir el rostro por ser modelo e imagen de Jesús.
Así lo manifestó Gustavo Alonso Pineda, quien es el presidente de la Hermandad de Nazarenos de la Parroquia San Juan Bautista de Guaimaral, fundada hace 55 años, y que junto a la Hermandad de Nazarenos de San Luis, que tiene más de 90 años, son las más antiguas de Cúcuta.
"El capirote fue una parte de la indumentaria del nazareno que despertaba la curiosidad, pero se llegó a la conclusión de que nadie debía taparse la cara para cumplir una labor de penitencia y de servicio", según Pineda.
Sin embargo, despojar al nazareno de la capucha redujo esas cofradías, en el caso de Guaimaral, que para la época contaba con más de 250 penitentes,a unos 62 en la actualidad, pues la mayoría no quería que los identificaran porque estaban pagando una promesa que generalmente era de siete años, o porque querían pasar inadvertidos.
"Otros asumimos salir a todos los oficios religiosos con la cara descubierta, porque ingresamos a la hermandad por verdadera vocación y atendiendo el llamado que el Señor nos hizo", explica el líder nazareno.
Crisis de espiritualidad
Gustavo Alonso Pineda, de 41 años, inició desde los 7 su apostolado "tomando la decisión de ser nazareno porque sentí la vocación y el llamado del Maestro para servirle como discípulo y misionero de él y de la comunidad de San Juan Bautista y de la Diócesis de Cúcuta".
Confiesa que al nazareno lo caracteriza la humildad, la vocación de servir a los demás sin ninguna distinción, por eso están abiertos a recibir en la hermandad a quienes crean que tienen esa condición.
Los nazarenos además de ser cargueros de las sagradas imágenes durante la Semana Mayor, participan en las diferentes actividades diocesanas, en las celebraciones religiosas, asisten a obras de caridad y están presentes en el trabajo de formar nuevas hermandades, para que esa bella costumbre nunca muera.
"Estamos ante una crisis de espiritualidad en Jesús Nazarenoy la idea es rescatarla,porque se ha perdido,con más en oración, mayor fervor religioso, devoción y vocación de servir".
Una fiesta de fe
La parroquia San Juan Bautista de Guaimaralcumplirá próximamente 60 años y la hermandad 55, fundada en 1964 por Alfonso Guillén, Jorge Rubio, Víctor Fuentes, Luis Sandoval y Luis Colmenares, entre otros, que supieron llevar en alto la cruz y el estandarte de los nazarenos.
Édgar Orlando Quintero, de 55 años, ingresó a la comunidad en 1978 cuando tenía 14 años;"me nació de corazón porque uno para ser nazareno de verdad hay que sentirlo y demostrarlo con obras cada día".
Pese a que estuvo unos años en Venezuela, volvió a su comunidad y se reintegró a los oficios en la hermandad nazarena, lo que combina con la venta de periódicos de La Opinión.
Dice que está dispuesto todos los días a trabajar en los programas que diseña la hermandad, los dos últimos años de manera continua desde que regresó de Caracas donde trabajaba en mantenimiento de parques.
Recuerda cuando la comunidadera numerosa y unos 250 nazarenos cubrían en perfecta formación desde el altar mayor hasta el atrio de la iglesia y el parque, todo en un ambiente de solemnidad, mucho respeto y sentir religioso.
"En esos años se sacaba al Señor Crucificado y se dejaba ahí frente al templo hasta las 3 de la tarde, así como las vigilias el Jueves y Viernes Santo cuando se hacían guardias cada 30 minutos para cuidar el Santo Sepulcro, labor encomendada a los nazarenos más consagrados y que demostraban con sus obras y comportamiento merecer esa dignidad", dice con nostalgia Édgar Orlando Quintero.
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