Porque lo que le ha ocurrido al Catatumbo es mucho más una expoliación que otra cosa.
El puente está quebrado
Por lo menos desde 1905, El Catatumbo comenzó a entregar, primero gota a gota y luego a raudales, toda su riqueza a Colombia. La firma de las concesiones Barco y De Mares fue el comienzo de un desangre que no termina y que le ha traído muchos problemas y casi ninguna solución a esa martirizada y expoliada región.
Porque lo que le ha ocurrido al Catatumbo es mucho más una expoliación que otra cosa: se le han llevado todo —realmente, sigue ocurriendo— y nada le han dejado, siempre con la autorización e, incluso, la más firme determinación del Estado para que se entregue todo, sin contraprestación alguna.
La carretera por la que todo lo extraído ha pasado, de un poco más de 100 años, sigue siendo la vía de escape de la riqueza del Catatumbo. Pero, al contrario de lo imaginado, no ha recibido siquiera el pavimento, característica mínima de las vías de la actualidad en el mundo.
Los viejos pontones sobre caños, ríos y quebradas, siguen siendo los mismos y en las mismas condiciones de hace un siglo: unas bases endebles soportando tubos de desecho de las perforaciones petrolíferas, que o se rompen por el enorme peso de los camiones —antes con crudo, después con carbón y ahora con frutos de palma aceitera— y los robos.
En el primer caso, según denuncias no oficiales, los camiones hasta con 60 toneladas de carga, magnitud difícil de creer, pasan sobre los pontones destrozando lo que sea. En el segundo, bandas de inmigrantes venezolanos roban los tubos del piso, y los venden a chatarreros inescrupulosos que conocen el origen de todo lo que compran, pero aun así lo compran.
No hay manera de calificar la desidia del Estado para construir puentes de verdad, como los que construye en cualquier carretera, pero que para el Catatumbo son más que merecidos. ¿Qué pasará, vale preguntarse, cuando llegue el día en que ya no haya petróleo para extraer y Ecopetrol, que regala los tubos, ya no esté? ¿Qué van a poner en los pontones?
Toda la riqueza, la inmensa riqueza que le han sacado al Catatumbo, no le ha servido a esa región nortesantandereana de nada. En el colmo del desprecio del centralismo estatal y político, ni siquiera le han hecho promesas de una nueva vía entre Cúcuta y Tibú, que sería lo mínimo que se le puede ofrecer.
Si en los planes del Gobierno se descartó el Anillo vial de la paz, que uniría, con una carretera secundaria a los pueblos de la región, ¿qué esperar en materia de construir una larga serie de puentes que se necesitan solo para llegar a Tibú?
Por ahora, dos cosas son imperativas: que los productores de palma dejen de abusar con sus camiones extracargados, y que la Policía y tantos soldados que se supone están en el Catatumbo, vigilen para que los venezolanos, como lo dicen los denunciantes, dejen de robarse los tubos.
Cargar vehículos con decenas de toneladas de lo que sea es un claro abuso, y una violación de normas de tránsito. Así, ningún puente aguanta.
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