Los colombianos debemos prepararnos para nuevos hechos de violencia, dolor y muerte.
Se acabó la paciencia
Después de la repudiable y cruenta escalada del Eln contra la Policía en Barranquilla, Soledad y Santa Rosa del Sur en los departamentos caribeños de Atlántico y Bolívar, con un saldo de siete agentes muertos y más de 40 heridos, la sensación que se percibe en la sociedad colombiana es de un profundo rechazo y una rotunda condena contra esa agrupación criminal.
Y un desconcierto general, pues, se derrumbaron y frustraron una vez más muchos sueños y esperanzas.
Y no es para menos. Desde antes del pasado 9 de enero cuando terminó el cese el fuego bilateral que se había pactado para iniciar y llevar a cabo los diálogos de Quito, el Eln no hizo otra cosa que incumplir lo pactado y mostrar en forma reiterada su vocación guerrerista y violenta, y su desprecio por la vida y la paz entre los colombianos. Como lo ha venido haciendo en más de 50 años de acciones terroristas. En Norte de Santander y Arauca, por ejemplo, siguió cometiendo secuestros y atacando la infraestructura petrolera.
En solo los últimos 20 días, fueron cerca de 20 los muertos en diferentes operaciones, quince los ataques contra la fuerza pública, 10 atentados más contra la población civil y siete las acciones violentas contra los oleoductos y campos petroleros en diferentes regiones. La fuerza pública también le propinó duros golpes a sus estructuras en Boyacá y Antioquia, y logró la captura de varios de sus cabecillas.
El Eln ha vuelto a decir en las últimas horas que está dispuesto a seguir dialogando en la búsqueda de un nuevo cese el fuego. Por sus acciones, a los colombianos les resulta muy difícil en este momento volverle a creer. Al gobierno y a los colombianos ya se les colmó la paciencia, como bien dijo el presidente Juan Manuel Santos al anunciar la suspensión de la instalación del quinto ciclo de las conversaciones de Quito.
Esto quiere decir que los diálogos quedaron en cero o en un punto muerto, pues no están dadas las condiciones para regresar a la mesa de conversaciones. Lo que significa también que los colombianos debemos prepararnos para nuevos hechos de violencia, dolor y muerte.
Si bien los diálogos no terminaron en forma definitiva, como lo han pedido voceros de distintos sectores de la sociedad, lo que ha pasado no es señal de buenos augurios, pues estamos muy desconcertados y abatidos por las acciones contra la Policía en la Costa Caribe colombiana.
Finalmente debemos registrar con resignación la actitud de algunos políticos y candidatos de aprovecharse de tan dolorosas circunstancias como las que estamos viviendo para hacer politiquería y demagogia.
Lo que se necesita en estos momentos es unidad alrededor de nuestras autoridades y solidaridad total con las víctimas.
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