Cuando Colombia se trazó la meta de convertirse en el país más educado de América Latina para el 2025, los resultados de las pruebas Pisa, que miden el desempeño y nivel de los estudiantes colombianos frente a otros países del mundo no eran halagadores; tampoco lo eran otros indicadores que miden el nivel de la educación de primaria y secundaria, lo que se constituía en un indicio de que cumplir la meta implicaría grandes esfuerzos. 

Sin embargo, en los últimos tres años se han notado avances importantes en este tema de la educación, declarado desde el 2014 por el presidente Juan Manuel Santos como uno de los pilares de su gobierno. Las políticas impulsadas por el gobierno han empezado a mostrar resultados positivos, que aunque son motivo de esperanza, no implican el éxito definitivo.

En el 2017 los resultados del Índice Sintético de Calidad Educativa (ISCE) –la herramienta que permite hacer seguimiento al progreso de todos los colegios– han sido muy positivos y dignos de ser resaltados. El país no solo alcanzó la meta propuesta de Mejoramiento Mínimo Anual (MMA) en calidad educativa para este año en los tres niveles (primaria, secundaria y media), sino que incluso, en algunos, sobrepasó los objetivos ya fijados para el año 2018.

En primaria, la meta que se tenía para 2017 estaba fijada en 5.40 y se llegó a 5.65, con este resultado se sobrepasó la meta propuesta como país para 2018 que es de 5.61. 

Lo mismo ocurrió en secundaria, la meta propuesta para 2017 fue de 5.32 y el resultado obtenido fue de 5.61. Por un punto superó el propuesto para 2018 que está en 5.60. En cuanto a educación media, el resultado de este año fue 6.01 y la meta a superar era de 5.97. Aunque este puntaje no alcanza a superar el objetivo de 2018 que es de 6.11, el resultado es positivo. 

Los resultados que corresponden a Norte de Santander son aún más interesantes, pues lograron superar el promedio Nacional en la educación media; Cúcuta, a su vez, logró superarlos en secundaria y media. 

Norte de Santander ocupó el cuarto puesto, después de Cundinamarca, Nariño y Boyacá en instituciones de primaria con índices más altos, es decir, con mejores resultados. Y en la media ocupó el tercero, mejor aún.

Los avances son sin duda positivos, pero no debe perderse de vista que sigue siendo fundamental el compromiso de los maestros y de los gobernantes en el cumplimiento de esa gran meta de llevar al país al primer lugar en resultados educativos de la región. Los gobernantes tienen un papel fundamental en seguir destinando inversión y en impulsar proyectos educativos, en los que se fomente la investigación, la creatividad e innovación. 

Seguir poniendo el impulso en cerrar las brechas entre instituciones públicas y privadas, obsesionarse con la calidad, más que en la cobertura, y fortalecer el bilingüismo desde las aulas de clase son objetivos en los que debe insistirse sin tregua. 

También establecer políticas como las becas para la excelencia docente, que buscan elevar el nivel de los educadores y fortalecerlos en las áreas en las que tengan falencias son claves en la carrera de alcanzar mejoras significativas en los índices de educación. 

Ya hay estudios, como uno realizado por la Universidad de los Andes, donde se demuestra la influencia que ha tenido el programa “Ser pilo paga” en la educación superior y como se ha venido cerrando la brecha entre los estratos que acceden a él.

Por último, hay que insistir en mejorar las condiciones salariales de los maestros, siguiendo el modelo de los países con mejores indicadores del mundo como Finlandia, Japón, Corea del Sur o Singapur, que reconocen la importancia de los docentes en todos los aspectos, incluyendo el económico. Por ese camino está la clave para seguir obteniendo mejores indicadores y poder cumplir la meta del 2025.