Peregrinos católicos de todo el mundo, muchos enfermos o discapacitados, convergieron ayer en un santuario en el pueblo francés de Lourdes, bajo medidas excepcionales de seguridad luego de los recientes ataques extremistas.

Soldados y policías armados patrullaron la estación ferroviaria, el centro del pueblo y el interior del santuario, donde una niña del pueblo dijo haber visto a la virgen María en una visión en el siglo XIX. La zona del sur de Francia, cerca de la frontera con España, atrae a peregrinos de todas clases, algunos de los cuales llegan con la esperanza de encontrar una cura en el pozo de la famosa gruta de Lourdes.

Mientras un helicóptero sobrevolaba el área, turistas con cirios y carteles iban hacia la gruta y la plaza de la basílica, aparentemente indiferentes a las nuevas medidas de seguridad o de los ataques recientes.

La gente comenzó a reunirse en el santuario antes del amanecer para una serie de misas al aire libre en varios idiomas, para celebrar la fiesta de la Asunción, cuando de acuerdo con la creencia católica la madre de Jesús, María, ascendió al cielo.

Las autoridades francesas ya habían tomado medidas extraordinarias de seguridad para la festividad anual, pero redoblaron esfuerzos en vista de los ataques realizados en Europa en julio, como el del 26 de julio en Francia, donde dos extremistas que juraron lealtad al grupo Estado Islámico irrumpieron en una misa, cortaron la garganta del sacerdote y tomaron a las monjas y feligreses de rehenes.

Lourdes | AP