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Sábado, 25 Junio 2016 - 2:37am

Se acuerdan de...?

En esta crónica aspiro a mencionar nombres que alguna vez fueron familiares para nuestros antepasados.

Antes de cumplirse la primera mitad del siglo pasado, muchas marcas y productos fueron de grato acogimiento entre los pobladores de este caluroso valle de San José del Guasimal, debido a los beneficios que ofrecían y a los atractivos que les hacía la vida más llevadera y placentera. A pesar del paso del tiempo, muchos  se han posicionado en el pensamiento de sus habitantes, porque han sabido sobreponerse a las dificultades propias de los mercados y hoy se constituyen en grandes multinacionales globales y alguna que otra multilatina que ha logrado escalar el difícil ambiente de los negocios mundiales. 

En esta crónica aspiro a mencionar nombres que alguna vez fueron familiares para nuestros antepasados y que no lograron mantenerse vigentes, pasando a los rincones del olvido de nuestras entrañas. Para los dolores estomacales, la llenura de estómago, las agrieras o cualquier otro malestar del sistema digestivo incluido los del hígado eran tratados con el remedio más antiguo, de todos conocidos que es el infaltable ‘bicarbonato de sodio’; es más, el afamado Alka Seltzer, no es más que ese bicarbonato mezclado con un poco de aspirina y ha logrado mantenerse en la memoria de prácticamente todo el mundo, sin embargo, promediando el siglo pasado, le salió una tremenda competencia, en el mismo país de su creación, “las Pildoritas Carter”, que se presentaban como la panacea, aquella que curaba todos los males, no sin razón, la presentación que se hacía de estas ‘pildoritas’ era “cuando no se sienta bien, tome Pildoritas Carter para el hígado… el laxante de doble acción. Primero: porque combate el estreñimiento. Segundo: porque aumenta la secreción del jugo biliar, ayudando así la digestión. Haga lo que hacen miles de personas para sentirse a las mil maravillas… tome las Pildoritas Carter para el hígado.” Y qué decir del precio, el sobrecito de una pildorita a cinco centavos, pero como tan apetecida, también se ofrecía el tubito económico de cuarenta pildoritas por la módica suma de treinta y cinco centavos. Además se recetaba para otros males como el dolor de cabeza, la nausea, la lengua sarrosa y el mal aliento.Los incipientes laboratorios farmacéuticos comenzaban a ofrecer sus productos que garantizaban, sobre todo, el fortalecimiento del cuerpo de  niños y jóvenes para que tuvieran una adultez libre de los rigores de las enfermedades comunes del momento. Por esta razón, los Laboratorios Maran, de propiedad de don Mario Ángel, establecidos en la ciudad de Medellín, habían desarrollado un tónico vigorizante que tuvo una acogida impresionante por los años cincuenta y sesenta, tanto por los efectos y buenos resultados qu
e obtenía quien lo consumiera, como por el impulso dado por los anuncios publicitarios que circulaban en los principales medios. Se trataba del no menos recordado FORZAN, producto que se anunciaba como generador de ‘fuerza, salud y triunfo’. Tuvo una época en la cual su mercado principal fueron los estudiantes a quienes les recordaba, “si su chico está estudiando, dele FORZAN que vigoriza su mente y su cuerpo”. Claro que laboratorios Maran no se quedó con su único producto, también creó un remedio que combatía uno de los males más comunes de entonces, el paludismo. Para tal efecto lanzó un producto que, al parecer, no resultó tan eficaz como su tónico vigorizante, era un jarabe llamado FEBRINA, que se administraba para combatir los fríos y las fiebres propias del paludismo. Como estrategia de marketing para colocarlo en mercado, se aprovechaba del éxito de su producto FORZAN, para incluirlo en los anuncios, maniobra que no les dio el resultado esperado, debiendo dejar de producirlo por la baja demanda.Otras enfermedades de frecuente aparición especialmente entre personas mayores y que anteriormente eran tratadas con remedios importados, particularmente de los Estados Unidos, eran las enfermedades asociadas a los desórdenes de funcionamiento de los riñones, como los dolores de espalda o en las articulaciones, ciática, neuritis, lumbago, mareos, nerviosidad, ojeras pronunciadas, ardor y picazón en los conductos, pérdida de energía y del apetito, así como frecuentes jaquecas y resfríos; para ello, la recomendación era clara y además práctica, podía curarse de todos los males anteriores mientras dormía, simplemente tomando CYSTEX. Este tratamiento, decían los anuncios, “ha sido compuesto para entonar, aliviar y limpiar las zonas afectadas de los riñones y la vejiga y para remover ácidos y venenos de su sistema de modo seguro, sano y rápido, no contiene ninguna droga peligrosa y actúa de tres modos para acabar con su trastornos: 1. Comienza por matar los gérmenes que están atacando sus riñones, vejiga y su sistema urinario en pocos horas pero es absolutamente inofensivo para los tejidos humanos. 2. Elimina los ácidos venenosos y destructores de la salud de que su organismo estaba saturado y 3. Fortalece y vigoriza los riñones  y los protege de los daños que causan las enfermedades en estos delicados filtros, estimulando todo el sistema.” Este producto, decía la propaganda, había merecido la aprobación de médicos y farmacéuticos en 73 países y por miles de pacientes que alguna vez habían sufrido de estos trastornos. Tal como hoy, se garantizaba el pleno restablecimiento de la salud de quien lo consumiera o la devolución de dinero; claro que para que esto sucediera debía devolver el paquete vacío. Se podía adquirir en todas las droguerías y farmacias del país.En el ramo de los licores, la mejor alternativa que competía con los productos importados, era la muy cucuteña Vinícola del Norte, empresa de propiedad de don Dionisio Moros, un claro exponente del emprendimiento local que ofrecía al público local su gran variedad de los mejores vinos del tipo Jerez, Moscatel, Seco Málaga y Blanco de Borgoña, a precios competitivos y calidad equiparable a los traídos de Europa. Don Dionisio era un negociante inquieto que aceptaba toda clase retos empresariales y por ello, además de su industria vinícola, también atendía su renombrada Papelería Colombia, que había abierto frente al hotel Palacé, en la calle diez entre sexta y séptima, vecino del no menos recordado Salón Blanco.

Gerardo Raynaud D. | gerard.raynaud@gmail.com

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