En un problema se ha convertido para la Alcaldía de Cúcuta la llegada reiterada de indios a la ciudad.

Suelen verse en andenes, parques y  plazas pidiendo monedas y mendigando algo para comer.

La semana pasada llegó un grupo de cuatro familias de la comunidad cedil-macaguan, entre ellos 13 adultos y 7 niños, a ubicarse en la glorieta donde está el monumento a la locomotora, frente a la Terminal  de transporte.

A los hombres se les ve consumiendo licor (chirrinchi y caponera) mientras la mujeres mendigan monedas: los niños juegan todo el día con el latente riesgo de estar muy cerca de la autopista Camilo Daza.

La enlace de asuntos indígenas de la gobernación de Arauca, Verónica Solís, informó que son pertenecientes al resguardo Cusey La Colorada, en Fortul, que tienen problemas con su gobernador indígena, porque no acatan  el reglamento de su comunidad, que les indica que hay que trabajar para poder comer y vivir dignamente.

Según el secretario de Gobierno de Cúcuta, Óscar Gerardino, se trata de la misma comunidad que llegó en enero de este año, que retornó a Cúcuta para buscar a tres pequeños, entre ellos una niña que presuntamente era abusada sexualmente, que están bajo protección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf).

Gerardino dijo que le preocupa que haya un accidente con uno de los niños mientras juegan, y que como gobierno ofrecieron transporte para que todos a Arauca. Ayer se irían.

Según el Icbf de Norte de Santander, en Cúcuta efectivamente hay 19 niños cedil-macaguan que están en proceso de restablecimiento de derechos y que se termina  el proceso administrativo de retorno a sus hogares.

Los niños presentaban quebrantos de salud por desnutrición y otros estaban en  latente peligro, entre ellos una niña de 7 años abusada sexualmente por un pariente.

La Opinión